?Personas o ideas,?
El entusiasmo contra el n¨²mero dos del PSOE y del Gobierno, Alfonso Guerra, y contra sus seguidores y afines es compartido en ¨¢mbitos tan diferentes y aun contrapuestos que invita a la sospecha. Derecha e izquierda, conservadores y progresistas coinciden tambi¨¦n en el apoyo al ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga. ?Por qu¨¦? ?Es una cuesti¨®n de personas o hay ideas detr¨¢s?Desde la derecha m¨¢s feroz y recalcitrante se le pide a Felipe Gonz¨¢lez que emplee su liderazgo indiscutido en desembarazarse de la adherencia guerrista como quien se desprende de una camisa sucia y maloliente. Se impulsa la destrucci¨®n de Guerra y se jalea cualquier peque?a victoria como presagio del triunfo total. Se anima al presidente del Gobierno a que acabe con las diferencias profundas que enfrentan a Guerra con varios ministros y a que se libere del lastre que amenaza hundir su proyecto socialdem¨®crata.
Viniendo como vienen muchos de estos consejos de destacados pol¨ªticos o periodistas de la derecha de siempre, diriase que ha florecido aqu¨ª y all¨¢ el deseo de que el PSOE supere sus tribulaciones presentes y se consolide como partido indestructible y como soluci¨®n sin alternativa. Sorprende cuando menos tanta cr¨ªtica constructiva de parte de quienes anteayer mismo, cuando observaban m¨¢s fuerte e imbatible la mayor¨ªa socialista, fomentaban sus puntos d¨¦biles y auguraban la llegada al poder de sus amigos conservadores.
?Qu¨¦ ha pasado? ?Se quiere desde la derecha ayudar de verdad al PSOE? ?Se renuncia al identificar al PSOE con el guerrismo y a la descalificaci¨®n global de los socialistas de la mano de los episodios constantes que proporciona el caso Juan Guerra? (porque nadie va a creerse que a la derecha le preocupa de verdad la corrupci¨®n, cuando minimiza y disimula la que emerge del caso Naseiro). Uno no sabe a qu¨¦ carta quedarse ante tantas apelaciones para que se logre un PSOE habitable, un Gobierno homog¨¦neo y pacificado, un felipismo puro y triunfante, cuando hace nada la hegemon¨ªa de Felipe Gonz¨¢lez en su partido y en la pol¨ªtica espa?ola era tratada desde los mismos sectores poco menos que como una epidemia cuyo virus era el liderazgo ¨²nico y su s¨ªntoma la arrogancia.
?No ser¨¢ que tras la delicada operaci¨®n quir¨²rgica que se preconiza para separar a esos dos hermanos siameses de la pol¨ªtica que son Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra lo que se encubre es un doble asesinato, o al menos un atentado contra los mimbres esenciales del cesto socialista? Es preciso decir que bajo lo que hoy se denomina guerrismo o sector controlador del aparato socialista -responsable de un cierto estilo estalinista y de unos usos pol¨ªticos marcados por el miedo y la disciplina m¨¢s que por la convicci¨®n y la raz¨®n- est¨¢ el coraz¨®n del PSOE.
Al guerrismo pertenec¨ªa el sector socialista m¨¢s reacio a la incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN, m¨¢s favorable a una redistribuci¨®n de la renta y un reparto equitativo del coste de la crisis, m¨¢s alejado de las tesis liberal-conservadoras mantenidas y llevadas a la pr¨¢ctica primero por Miguel Boyer y ahora por Solchaga, m¨¢s cercano a lo que queda de la tradici¨®n de la izquierda. Un sector, pues, que ha perdido muchas batallas pol¨ªticas y que, acaso por eso, se ha replegado al ejercicio desideologizado del poder por el poder, desde el que ha impuesto la misma disciplina previamente soportada con mansedumbre.
Este an¨¢lisis es negado desde posiciones pol¨ªticas progresistas que, agazapadas tras el ariete de Solchaga, coinciden con la derecha en la necesidad de poner fin al guerrismo o, cuando menos, de neutralizarlo o compensarlo. Desde estas posiciones se asegura que la dial¨¦ctica actual en el seno del PSOE no es izquierda o derecha, sino democracia o sectarismo. Y no les falta raz¨®n, en cuanto que el sector vinculado a Alfonso Guerra ha hecho, durante los ¨²ltimos ocho a?os, exhibici¨®n de implacable autoritarismo y ha exigido una fidelidad y una docilidad total al aparato del partido.
Ninguno de esos comportamientos se encuentra entre los rasgos de la democracia interna que deber¨ªa imperar en el PSOE, como en los dem¨¢s partidos. Pero el beneficiario m¨¢ximo de esas actitudes impuestas con ¨¦xito no ha sido otro que Felipe Gonz¨¢lez y el felipismo, bajo cuyo paraguas cabe incluir sin duda las tendencias que Boyer y Solchaga representan. Mientras tanto, el guerrismo no s¨®lo impon¨ªa, sino que se imp9n¨ªa una f¨¦rrea disciplina en aras de los nuevos tiempos de la pol¨ªtica. Y hasta resultaba con cicatrices en la refriega con sus hermanos de UGT, tras fracasar en el intento de arrastrarles tambi¨¦n a la docilidad hacia el poder socialista.
?Qui¨¦n se acord¨® entonces de pedir, en nombre de la democracia del PSOE, coherencia con los planteamientos de UGT, o qui¨¦n llam¨® sectario a un PSOE que, contra su programa y sus congresos, abraz¨® disciplinadamente la nueva religi¨®n del atlantismo? ?O qui¨¦n, de entre quienes ahora predican, y con raz¨®n, apertura, pluralismo y di¨¢logo en el seno de la direcci¨®n socialista, pidi¨® en su momento que el PSOE sometiera a debate abierto las modas econ¨®micas liberales adoptadas por Felipe Gonz¨¢lez?
Hay sectarismo en el guerrismo, como lo hay siempre que el poder elude someterse a control, ¨²nica forma de que el poder sea democr¨¢tico. Un sectarismo, en el caso guerrista, que ha trabajado a contracorriente, lo que tal vez ha avinagrado m¨¢s a sus adeptos y al propio Guerra, que se han atrincherado en el aparato tras perder, una tras otra -y lo que es peor, sin apenas librarlas-, las batallas ideol¨®gicas. Sin embargo, si ese sectarismo se pretende utilizar para acabar con sus ejecutores, los guerristas, con igual merecimiento podr¨ªa emplearse contra sus beneficiarios, entre los que se encuentran Solchaga y sus amigos, que ahora reclaman democracia.
La ocasi¨®n del 32? congreso del PSOE es pintiparada para acabar con el sectarismo y los modos autoritarios y monol¨ªticos que han anidado en el PSOE. Y a partir de ah¨ª, el debate abierto y el ejercicio del pluralismo interno pueden conducir a un decantamiento ideol¨®gico del PSOE, a una confrontaci¨®n de los viejos programas y las nuevas realidades doctrinales, geopol¨ªticas y econ¨®micas que permitan alcanzar un acuerdo democr¨¢ticamente y, como tal, asumido por todo el partido. La colocaci¨®n de las personas ser¨ªa, a partir de ah¨ª, accesoria.
Desde esta perspectiva deben saludarse con optimismo las reiteradas apelaciones de Felipe Gonz¨¢lez a un debate de ideas, no sobre personas. Demasiado sabe el l¨ªder socialista que las personas acusadas han sido en ocasiones las v¨ªctimas del propio sectarismo que administraban y del que se aprovecharon quienes ahora acusan. En todo caso, el sectarismo es un mal a extirpar. El primer fruto de esa operaci¨®n quir¨²rgica ser¨ªa la discusi¨®n abierta de la nueva frontera del socialismo espa?ol con vistas al siglo XXI. ?Ser¨¢ capaz el PSOE de abandonar fulanismos y clientelismos y dedicar su pr¨®ximo congreso a dise?ar un proyecto pol¨ªtico alimentado s¨®lo de ideas y an¨¢lisis de la realidad?
Se opondr¨¢n encarnizadamente a que sea as¨ª, desde dentro, quienes est¨¢n encari?ados con el ejercicio sectario del poder o quienes necesitan exterminar al oponente para realizarse pol¨ªticamente, y desde fuera, quienes temen a un PSOE fortalecido por la aparente debilidad de la democracia interna.
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