"... pero no tanto"
Creer en el para¨ªso supone el complemento necesario de edificar un infierno. Y adem¨¢s aparta la mirada de los hombres (y de las mujeres) del contenido real de su existencia. Esta perogrullesca reflexi¨®n tiene como base el aluvi¨®n de planteamientos hagiogr¨¢ficos que ha envuelto la conmemoraci¨®n de la muerte de Juli¨¢n Besteiro. Desde determinados medios pol¨ªticos e intelectuales, Besteiro es presentado como una figura inmaculada, excepcional protagonista de su tiempo hist¨®rico y ejemplo para el momento actual. En consecuencia, seg¨²n esta valoraci¨®n, todas y cada una de sus principales tomas de posici¨®n pol¨ªticas fueron positivas, y para demostrarlo no se duda en deformar o simplificar la realidad.Pero no es una pol¨¦mica puntual lo que viene a cuento. Lo relevante es discutir si se tiene en pie esa imagen enteriza de Juli¨¢n Besteiro, que un poco m¨¢s y sirve para desautorizar toda la Rep¨²blica a efectos de convertir al catedr¨¢tico de L¨®gica en paradigma de intelectuales socialistas. Comencemos por anotar lo que de v¨¢lido existe en este prop¨®sito. Por esquematizar al m¨¢ximo, y enlazando con lo que ya hace 20 a?os qued¨® consignado en nuestro art¨ªculo sobre Besteiro en la Revista de Occidente, dir¨ªamos que su trayectoria pol¨ªtica muestra un alto grado de ajuste entre las posiciones doctrinales, mantenidas con coherencia en las circunstancias m¨¢s dif¨ªciles, y las grandes opciones concretas que ha de asumir hasta la guerra civil. No es poco. Igualmente ejemplar resulta su dignidad cuando, m¨¢s de una vez, la militancia pol¨ªtica le lleva a la c¨¢rcel, para desembocar en el tr¨¢gico encierro final de Carmona. Hasta aqu¨ª, lo indiscutible. Otros aspectos siguen abiertos, por contraste, a la pol¨¦mica. Nos limitaremos a enumerar aquellos que nos parecen imprescindibles para la comprensi¨®n del personaje.
El primer punto oscuro se refiere a lo que un correligionario suyo denomin¨® el corte apocado de su gesti¨®n al frente del movimiento socialista durante la dictadura de Primo de Rivera. Llama la atenci¨®n que, a pesar de su condici¨®n de primer dirigente y de la vida legal de organizaciones y prensa socialista, apenas se encuentran textos suyos que aporten una explicaci¨®n de cuanto ocurre, sirviendo de gu¨ªa a los afiliados del PSOE y de la UGT. Besteiro defiende la pasividad ante el r¨¦gimen dictatorial, el intervencionismo en sus instituciones, e incluso es partidario de que miembros de, la UGT tomasen asiento en la Asamblea Consultiva del general. Primera apostilla: en esta defensa de la participaci¨®n no se aplica el criterio marxista que luego fundamentar¨¢ su rechazo ortodoxo de la colaboraci¨®n socialista en los Gobiernos republicanos. El ep¨ªlogo de esta actitud ser¨¢ su comportamiento, y el de sus seguidores (Saborit, Mui?o), en la crisis de la monarqu¨ªa, culminando en los borrosos hechos de la huelga general de diciembre de 1930.
Alcanzamos as¨ª el tema que en su d¨ªa levant¨® una mayor polvareda. Y a?adir¨ªamos que introdujo m¨¢s confusi¨®n en las filas socialistas: la aludida condena de la colaboraci¨®n socialista entre 1931 y 1933 (nueva apostilla: salvo cuando ¨¦l mismo es candidato a las constituyentes, ya que entonces defiende la conjunci¨®n "tal como est¨¢"). Si bien Besteiro es abiertamente favorable a la democracia republicana, explica que el papel de un partido obrero, seg¨²n el pensamiento marxista -para no incurrir en reformismo y "conservar nuestra independencia y nuestra autonom¨ªa"-, consiste en permanecer al margen de los Gobiernos de colaboraci¨®n con partidos burgueses. Sobre este tema, introducir ahora reflexiones relativas a la falta de madurez del pueblo espa?ol es puro anacronismo, ya que las cosas se planteaban en otro terreno. Y aunque Besteiro quede en minor¨ªa, el debate seguir¨¢ vivo en el primer bienio republicano, bloqueando toda reflexi¨®n del PSOE sobre sus perspectivas como eje de la democracia. Hab¨ªa que salir del Gobierno cuanto antes para no corromper el esp¨ªritu de clase.
Juli¨¢n Besteiro se autodefine como marxista. El conocid¨ªsimo discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, entre otros textos, le presenta entregado al marxismo en cuanto filosof¨ªa social de car¨¢cter cient¨ªfico que permite explicar en t¨¦rminos generales la resoluci¨®n de las contradicciones capitalistas por medio del avance del socialismo. El marxista puede contemplar el futuro con optimismo al comprobar que sus ideas impregnan a los m¨¢s enconados adversarios, ?hasta al nacionalsocialismo! La estimaci¨®n l¨²cida del valor de las experiencias intervencionistas, del tipo Roosevelt, es compatible as¨ª con una manifiesta infravaloraci¨®n del fascismo. Este punto es central, porque muestra que Besteiro ni siquiera ensaya una aproximaci¨®n de ra¨ªz marxista al fen¨®meno de los movimientos fascistas. Su imprecisi¨®n es aqu¨ª pareja de la que exhibe su rival Araquist¨¢in al buscar la caracterizaci¨®n de Mussolini. Como consecuencia, no aprecia la amenaza fascista en Espa?a, igual que tampoco lograr¨¢ entender durante la guerra lo que representa el franquismo.
Por un instante, el reloj se pone en hora al revisar las consecuencias de octubre de 1934. En abril de 1935 declara a un periodista de La Libertad la conveniencia de la "uni¨®n de las izquierdas" ante "las fuerzas pol¨ªticas de la reacci¨®n". Pronto, temeroso de las implicaciones comunistas del Frente Popular, matizar¨¢ que s¨®lo como frente electoral. En plena pol¨¦mica con el caballerismo llega la guerra civil.
El cap¨ªtulo final es m¨¢s espinoso. La oposici¨®n de Besteiro a la guerra es di¨¢fana. Son menos conocidos, pero reales y eficaces, sus esfuerzos por salvar de la represi¨®n a colegas universitarios de significaci¨®n derechista. Suscita en cambio recelos del observador el que en carta a Roces eche en el mismo saco a chequistas y combatientes republicanos en las trincheras. Y si a partir del esfuerzo por poner fin a la guerra a toda costa cabe explicar sus tratos con la quinta columna de Franco, resulta por lo menos discutible hacer de esa secuencia, culminada en el pronunciamiento de Casado, un timbre de gloria. Las intenciones fueron buenas, pero el desenlace, como ¨¦l mismo reconoce, acab¨® en un puro desastre. Aqu¨ª conviene evocar los textos que Besteiro escribe para la Junta de Casado en marzo de 1939: de un lado, la penosa afirmaci¨®n de que, en la circunstancia, el ¨²nico poder leg¨ªtimo de la Rep¨²blica era el poder militar; de otro, la manifestaci¨®n de su esperanza en que la nueva Espa?a, la de Franco, fuese un "r¨¦gimen de trabajo fecundo" donde cupiera la colaboraci¨®n de los republicanos no bolchevizados. De paso incluye un elogio al Portugal de Oliveira Salazar. Salta a la vista que, pasado un primer momento de riesgo, no esperaba la represi¨®n. Lo dice abiertamente en el pliego de descargo que redacta tras ser condenado a reclusi¨®n perpetua: "Las vicisitudes por que he pasado y sigo pasando desde marzo de 1939 prueban que mi juicio no fue acertado".
El golpe de Casado introdujo un tr¨¢gico final de guerra en la guerra y llev¨® a la deposici¨®n del Gobierno republicano legalmente constituido, que, parad¨®jicamente, presid¨ªa otro socialista. De Franco nada logr¨®. Provoc¨® nuevas muertes de republicanos y la prisi¨®n de aquellos a quienes los casadistas entregaron en directo a Franco. Por eso la represi¨®n sufrida por Besteiro puede ser emblem¨¢tica de la experimentada por los vencidos, as¨ª como de la irracionalidad del r¨¦gimen de Franco. Pero dif¨ªcilmente cabe ver en Besteiro un s¨ªmbolo unificador.
Con todo ello llegamos a la sencilla conclusi¨®n de que el terreno del historiador no es el cielo o el infierno, sino, por tomar la expresi¨®n de Lutero, "un tercer lugar". Tampoco el purgatorio, sino el marco donde se desenvuelven los proyectos y las acciones de hombres y mujeres, muchas veces abrumados por el peso de sus limitaciones y de unas circunstancias adversas.
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