La felicidad de la expresi¨®n
Octavio Paz es, ante todo, un hombre de letras. Lo que quiere decir un hombrede palabra: todo lo contrario de un palabrero. Sea en prosa, en su admirable prosa ensay¨ªstica; sea en los versos que le han sustentado fama prioritaria de poeta; sea en su conversaci¨®n misma, de tu a tu o a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, siempre prevalece m¨¢s que nada esa vocaci¨®n de fidelidad responsable a la palabra.Y junto a este componente ¨¦tico, el inseparable realce est¨¦tico: la felicidad de la expresi¨®n. Una dicha doble, pues subraya por un lado la contundencia del acierto expresivo y por otro el gozo sutil contagioso de haberlo logrado. La felicidad de expresi¨®n es una complicidad jubilosa entre escritor y lector; a lo largo de cinco lustros de leer a Paz nunca me ha faltado.
En el alegre atropello de estas l¨ªneas de circustancias, me gustar¨ªa subrayar otros aspectos del hombre de letras. Por ejemplo, que es uno de los mejores comentaristas de arte que conozco. En un campo en el que suele imperar la glosa superflua o arbitraria, Paz posee la justeza que desentra?a lo visual y refuerza lo creador de la imagen. Quien orienta la mirada siguiendo su voz, nunca se equivoca de museo.
Un elogio: es discutible
Tambi¨¦n referirme a su papel de intelectual militante. Su actitud en este campo tiene al menos un pronunciamiento innegablemente favorable: es discutible. Suele decirse esto como un reproche, cuando en realidad es el mayor elogio. Porque si una actitud intelectual no es discutible, pol¨ªtica y racionalmente discutible ser¨¢ todo menos intelectual. Porque con los intelectuales se discute; a los profetas o los caudillos se los puede venerar o combatir, pero no hay modo de discutir con ellos.
La posici¨®n que hoy defiende Paz es tachada de conservadora poique ataca reg¨ªmenes totalitarios que la historia se ha encargado de desacreditar y defiende valores democr¨¢ticos que cada vez menos cuestionan. Desde luego, me parece estupendo que el tiempo le ha dado la raz¨®n pero es preciso se?alar que ma ntuvo estas actitudes cuando no s¨®lo eran minoritarias en America Latina y hasta en Europa sino tambi¨¦n motivo de ostracismo. Si Latinoamerica va despertando poco a poco de Marta Harnecker y otras pesadillas intelectuales es gracias a que gente como Paz se empenu en ser cosmopolita cuando no estaba bien visto serlo. Su tarea de agitador y promotor de ideas no han suscitado, por suerte, la unanimidad del visionario sino la pol¨¦mica que acompa?a al proceso de ilustraci¨®n.' El que a sus a?os se le siga viendo m¨¢s como un adversario que como un patriarca es ¨ªndice de su vitalidad intelectual.
?Y el Nobel? Pues nada a?ade pero tampoco nada quita. Como todo, este premio puede ser bueno o malo. Es malo cuando no nos lo dan, es decir, cuando distingue a quien aborrecemos, a quien consideramos pringoso o insufrible, a quien no conocemos ni queremos conocer; es bueno cuando nos lo dan, es decir, cuando lo recibe uno de los mentores de nuestra subjetividad o uno de nuestros amigos literarios. Le han dado el Nobel a Paz, me han dado pues el Nobel. Estoy muy contento, gracias.
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