El bosque invisible
La ¨²ltima vez que estuvo en Madrid, a mediados de junio, el premio Nobel de Literatura de 1990 deplor¨® en p¨²blico la falta de comunicaci¨®n que se produce entre las distintas literaturas espa?olas. La cultura literaria espa?ola, dijo, est¨¢ compuesta de varios ¨¢rboles, pero a veces el bosque ha hecho que esos ¨¢rboles resulten invisibles. Nos conocemos poco realmente, y adem¨¢s esa ignorancia es mutua y se produce adrede, como si un bloque de hielo sustituyera al mar, y a la historia.Hablaba con la suavidad habitual de Octavio Paz, pero estaba verdaderamente rabioso: hasta cu¨¢ndo va a durar esta desconexi¨®n, cu¨¢ndo se va a entender que hablamos el mismo idioma y que lo que se produce en Chile, o en Argentina, o en M¨¦xico, nace tambi¨¦n en Madrid, o en Barcelona, o en Sevilla. Se ha pasado su vida transfiriendo a la cultura que se hace en Espa?a un inter¨¦s latinoamericano, y muchas veces no ha habido correspondencia alguna.Hubo, en alg¨²n instante, limitado, dec¨ªa Paz, una gran pasi¨®n por la literatura narrativa latinoamericana, pero a la poes¨ªa se la ha dejado reposar en los grandes nombres, sin que desde la Pen¨ªnsula se mostrara inter¨¦s alguno por saber qu¨¦ hay detr¨¢s del verbo esencial que transmite la l¨ªrica de sus paisanos de continente.Fue una sesi¨®n memorable. Paz estaba rodeado de poetas espa?oles: Bouso?o, Brines, Colinas, Siles, Villena. Como siempre, vest¨ªa con la elegancia que lo ha distinguido: corbata de color vistoso sobre una camisa azul casi celeste.
Los ojos, con los que habla habitualmente, azules y rotundos, parec¨ªan conferirle a su cara el aire infantil de quien lo dice todo por primera vez. Hablaba sin papeles, de improviso, como si una fuerza l¨ªrica interior le fuera dictando la palabra precisa con la que configuraba al final un discurso sin tachaduras.Hijo de la cultura
Su discurso, en esa y en otras circunstancias, como cuando en esa misma visita entreg¨® el Premio Loewe de poes¨ªa, parece siempre hijo de la cultura, y su rabia, con la que fustiga a los que hacen mal uso de la lengua espa?ola, proviene tambi¨¦n del conocimiento: ha visto las revoluciones y las guerras, por tanto sabe, dice ¨¦l, que es posible la rectificaci¨®n y que es conveniente el arrepentimiento.
La historia no se hace de, la reiteraci¨®n de los errores. Esa parte de su justificaci¨®n de la historia era, mientras estuvo en Madrid, y luego, cuando convoc¨® en M¨¦xico a los intelectuales latinoamericanos, la ra¨ªz de su interpretaci¨®n de lo que hab¨ªa ocurrido en los ¨²ltimos tiempos, todo aquello que ha puesto el compromiso boca abajo, o boca arriba.
El estimaba -estima- que lo que hab¨ªa pensado hace a?os sobre la libertad y sobre el intelectual es lo mismo que ahora se puede decir que piensan quienes le atacaron antes. Pero no quer¨ªa hacer le?a de esa convicci¨®n, y asist¨ªa con la ingenuidad p¨ªcara del azteca a la evoluci¨®n de las ideas ajenas.
Babelia
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