Condenado por la Iglesia
Como cada jueves, me voy a reunir con los amiguetes de toda la vida para echar nuestra partida de mus. Solemos estar jugando unas cuatro o cinco horas (cada partida es a cinco juegos de 40 tantos, con derecho a revancha). Es la ¨²nica costumbre de relajo que conservo de mis a?os mozos, ya que fui dejando de lado la lectura e incluso mis pinitos po¨¦ticos, de muy arraigada tradici¨®n (mi padre fue poeta, aunque luego acab¨® siendo maquis en la sierra granadina). Pero, sin m¨¢s pre¨¢mbulos, voy a contarle mi caso:Soy asesor financiero en una empresa multinacional. Estoy casado desde hace 20 a?os, y el destino hizo que no pudi¨¦semos tener hijos a causa de mi esterilidad. Pues bien: hace dos a?os convenc¨ª a mi esposa para que se sometiera a una fecundaci¨®n in vitro; pero cuando ten¨ªamos todo arreglado y a Carmita la ilusi¨®n de tener por fin un hijo le embargaba, el Papa dict¨® en tal materia.
A¨²n recuerdo el d¨ªa: mi mujer, cat¨®lica efervescente, vino desolada: "Arturo", me dijo, "no podemos". "?No podemos qu¨¦?", le pregunt¨¦. "Tener un hijo; no podemos tener un hijo. Don Anselmo [el cura del barrio] me ha dicho que la fecundaci¨®n esa es pecado, y el Vaticano ha prohibido a sus fieles tal concepci¨®n. Es pecado capital y causa de condena eterna". Dicho esto se encerr¨® en la alcoba y llor¨® desconsoladamente.
De nada sirvieron mis ruegos y atemperaciones: mi esposa no estaba dispuesta a sacrificar su fe por nuestra felicidad.
Pero, a modo de despedida, perm¨ªtame una pregunta: ?por qu¨¦, si Cristo s¨®lo vino al mundo a redimir, su Iglesia teme perdonar o sigue condenando?-
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