Cruise el todopoderoso
Hace alg¨²n tiempo, un l¨²cido director argentino, Fernando E. Solanas, confesaba que una de las cosas que m¨¢s le irritaban del cine estadounidense contempor¨¢neo era la sumisi¨®n del filme a la estrella: "La c¨¢mara es el perrito faldero del actor", sentenci¨® con lucidez. Esto es cierto, no caben dudas, y lo es m¨¢s porque esta sumisi¨®n, que es el origen mismo de Hollywood -no se puede concebir el cine norteamericano sin la preminencia o incluso la tiran¨ªa del actor-, es hoy mucho m¨¢s llamativa que nunca: con la imaginaci¨®n creativa de perennes vacaciones, una escuela de guionistas que no merece tal nombre y, en el extremo opuesto, el mayor arsenal tecnol¨®gico que jam¨¢s haya pose¨ªdo, el cine estadounidense deja sus verg¨¹enzas al aire cuando muestra los d¨¦biles filmes que construye alrededor de sus m¨¢ximas estrellas.Tom Cruise es una de ellas. Cobra mucho, centenares de millones de pesetas por cada trabajo, tan alta es su capacidad de atracci¨®n. Es un buen actor, y en las pocas ocasiones que ha tenido para demostrarlo (Nacido el 4 de julio o Rain man son ejemplo) ha salido realmente airoso. Aqu¨ª es otra vez el centro de la acci¨®n, y por partida doble: es el m¨¢ximo protagonista (la c¨¢mara es su perro faldero), pero es tambi¨¦n el coautor del argumento del filme, en compa?¨ªa de Robert Towne, uno de los pocos guionistas norteamericanos que tienen un buen cr¨¦dito (Chinatown, Yakuza o Greystoke).
D¨ªas de trueno (Days of thunder)
Director: Tony Scott. Gui¨¢n: RobertTowne, sobre un argumento suyo y de Tom Cruise. Fotografia: Ward Russell. M¨²sica: Hans Zimmer. Estados Unidos, 1990. Int¨¦rpretes: Tom Cruise, Robert Duvall, Nicole Kidman. E!areno en Madrid, cines: Pe?alver, Proyecciones, Vaguada, Real Cinema y Gran V¨ªa.
Y en cuanto al filme, poca cosa hay que decir. A pesar de un discurso que, hacia la mitad de la acci¨®n, coloca sobre el tapete el viejo tema de por qu¨¦ correr ("Me gusta saber que puedo controlar algo que est¨¢ fuera de control", confiesa Cruise / Cole Trickle), los miedos y obsesiones de los pilotos, para tratarlo de manera harto superficial y anecd¨®tica, lo cierto es que toda la p¨®lvora se gasta en salvas: carreras interminables, la cl¨¢sica obsesi¨®n norteamericana por el triunfo (en este caso, Daytona es la meta) y la autosuperaci¨®n a cualquier coste, efectos de c¨¢mara que, en pantalla grande, centuplican la espectacularidad de las habituales filmaciones televisivas de carrera de f¨®rmula 1.
Todo esto, servido por Tony Scott, un realizador que, proveniente del terreno de la publicidad, ha integrado mim¨¦ticamente desde su primer filme (El ansia) hasta el ¨²ltimo (el reciente y nefasto Revenge) la est¨¦tica fragmentaria del spot publicitario a su oficio cinematogr¨¢fico. Coherentemente con esto, sus pel¨ªculas privilegian. el plano corto -mejor si es en inserto-, el montaje en segmentos brevisimos, el ritmo vanamente trepidante. Todo al servicio de la estrella: un inmenso videoclip -otro m¨¢s- perpetrado a mayor gloria de Cruise y de su indiscutible poder taquillero.
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