1989: para el vencedor, los despojos
Hay veces en las que los acontecimientos, concentrados en un breve lapso de tiempo, son evidentemente hist¨®ricos, e inmediatamente se ven de este modo. El a?o de la Revoluci¨®n Francesa y 1917 se contaron entre estas ocasiones, y 1989 ha sido claramente otra de ellas. ?Qu¨¦ podernos sacar en claro de ello?Es mucho m¨¢s sencillo considerar 1989 como una conclusi¨®n que como un principio. Aquellos que cre¨ªmos que la Revoluci¨®n de Octubre era la puerta que abr¨ªa el futuro del mundo hemos demostrado estar equivocados. E1 error de Lincoln Steffens cuando dijo: "He visto el futuro y funciona" no estaba en que no funcionase. De hecho, funcion¨® de forma ruidosa, y en su haber se cuentan grandes logros, que en algunos casos son sorprendentes. Pero sucedi¨® que no era el futuro. Y cuando le lleg¨® su hora, por lo menos en Europa oriental, todo el mundo, incluyendo sus gobernantes, se dio cuenta de ello, y se colapso como un castillo de naipes.
?C¨®mo pudieron el miedo, o la esperanza, o el mero hecho de octubre de 1917, dominar la historia mundial tanto tiempo y tan profundamente que ni tan siquiera los m¨¢s fr¨ªos de los ide¨®logos de la guerra fr¨ªa pod¨ªan esperarse la desintegraci¨®n, virtualmente sin resistencia, de 1989?
Resulta imposible comprender esto, que es la totalidad de la historia de nuestro siglo, a menos que recordemos que el viejo mundo del capitalismo global y de la sociedad burguesa, en su versi¨®n liberal, tambi¨¦n sufri¨® un colapso en 1914, y que durante los siguientes 40 a?os el capitalismo iba tambale¨¢ndose de una cat¨¢strofe a otra. Incluso los conservadores m¨¢s inteligentes no se habr¨ªan atrevido a hacer apuestas a favor de su supervivencia.
Baste como apoyo una simple lista de los terremotos que estremecieron el mundo durante este per¨ªodo: dos guerras mundiales, seguidas por dos explosiones revolucionarios, que llevaron al colapso total de los viejos reg¨ªmenes pol¨ªticos y a la instalaci¨®n del poder comunista, primero sobre una sexta parte de la superficie de la Tierra y despu¨¦s sobre una tercera parte de la poblaci¨®n mundial; m¨¢s la disoluci¨®n de los vastos imperios coloniales construidos antes y durante la era imperialista.
Democracia liberal
Una crisis econ¨®mica mundial pon¨ªa de rodillas incluso a las m¨¢s fuertes econom¨ªas capitalistas, mientras que la URSS parec¨ªa inmune a ella. Las instituciones de la democracia liberal desaparecieron virtualmente casi por completo, salvo en una franja de Europa, entre 1922 y 1942, a medida que surg¨ªan el fascismo y sus movimientos sat¨¦lites autoritarios. De no haber sido por los sacrificios de la URSS y de sus pueblos, el capitalismo liberal occidental habr¨ªa sucumbido seguramente a esta amenaza. Si no hubiera sido por el Ej¨¦rcito Rojo, las oportunidades de derrotar a las potencias del Eje habr¨ªan sido invisibles.
Tal vez la historia, en su iron¨ªa, decida que el logro m¨¢s perdurable de la Revoluci¨®n de Octubre haya sido hacer que el mundo desarrollado sea de nuevo un lugar seguro para la democracia burguesa. Pero, por supuesto, esto equivale a suponer que seguir¨¢ siendo seguro...
El propio John Maynard Keynes no disimulaba el hecho de que su intenci¨®n era preservar el capitalismo liberal. Despu¨¦s de 1945, la enorme expansi¨®n del terreno socialista y la potencial amenaza que representaba eran el pensamiento principal de los gobiernos occidentales, curiosamente, con no menos importancia que los pagos a la seguridad social.
Desde el punto de vista econ¨®mico, el giro hacia una econom¨ªa mixta de corte keynesiano result¨® espectacularmente rentable. Pol¨ªticamente, se basaba en la asociaci¨®n deliberada entre el capital y la masa laboral organizada bajo los benevolentes auspicios del Gobierno, conocida ahora, y normalmente descrita, como "corporativismo". Porque la ¨¦poca de la cat¨¢strofe hab¨ªa revelado tres cosas: primero, que el movimiento sindical organizado supon¨ªa una presencia importante e indispensable para las sociedades liberales. En segundo lugar, que no era bolchevique. En tercer lugar, que la ¨²nica alternativa a la compra de la fidelidad de la clase trabajadora mediante (caras) concesiones econ¨®micas consist¨ªa en arriesgar la democracia. Por este motivo, incluso el modelo de fan¨¢tico neoliberalismo econ¨®mico de Margaret Thatcher no ha sido capaz, hasta ahora, de desmantelar verdaderamente el estado del bienestar, ni tampoco de recortar sus gastos.
Consecuencias impredecibles
Las consecuencias pol¨ªticas que supone abandonar a las poblaciones para que se las arreglen por su cuenta en medio de la ventisca de genuino capitalismo neoliberal son demasiado impredecibles para poder arriesgarse a ponerlas en pr¨¢ctica, salvo por los graduados en escuelas de administraci¨®n de empresas que se dedican a asesorar a los pa¨ªses del Tercer Mundo y a los antiguos pa¨ªses socialistas.
Los dos pilares principales de la era socio-keynesiana -la gesti¨®n econ¨®mica por parte de los Estados nacionales y una masiva clase obrera industrial, especialmente la organizada por movimientos obreros tradicionales- no parecen haberse resquebrajado en demas¨ªa. En este sentido, los ¨²ltimos 15 a?os han visto la desaparici¨®n de otra parte de la era que va de 1914 a comienzos de los a?os cincuenta.
No obstante, ha permanecido un producto de esta era: una tercera parte del mundo bajo el socialismo real. En realidad, no fall¨® en ning¨²n sentido. Posiblemente, la poblaci¨®n de la URSS y de la mayor¨ªa de los pa¨ªses de Europa oriental se encontraban mucho mejor que nunca en los a?os setenta. Pero hab¨ªa tres hechos muy claros.
En primer lugar, el socialismo era incapaz de dirigirse hacia la nueva econom¨ªa de alta tecnolog¨ªa, y mucho menos de generarla, por lo que estaba condenado a quedarse cada vez m¨¢s atr¨¢s.
En segundo lugar, en la sociedad de las comunicaciones globales, de los medios de comunicaci¨®n, de los viajes y de las econom¨ªas transnacionales, ya no era posible aislar a las poblaciones socialistas de la informaci¨®n acerca del mundo no socialista, esto es, de conocer lo mal que estaban en cuanto a condiciones materiales y libertad de elecci¨®n.
En tercer lugar, con la desaceleraci¨®n de su tasa de crecimiento y su cada vez mayor atraso relativo, la URSS lleg¨® a ser demasiado d¨¦bil econ¨®micamente como para seguir desempe?ando su papel de superpotencia, y su control sobre Europa oriental. En resumen, el socialismo de corte sovi¨¦tico se hizo cada vez menos competitivo y hubo de pagar el precio.
?Qui¨¦n ha ganado? ?Qui¨¦n ha perdido? El vencedor no es el capitalismo como tal, sino el viejo mundo desarrollado de los pa¨ªses miembros de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico, que constituyen una minor¨ªa creciente de la poblaci¨®n mundial, que en la actualidad es de, aproximadamente, un 15%, frente al 33% de 1900.
La mayor parte de la poblaci¨®n mundial, cuyos gobiernos han perseguido el desarrollo econ¨®mico desde 1917, si no desde antes, sin reg¨ªmenes comunistas, dif¨ªcilmente podr¨¢n jalear los gritos de triunfo procedentes del Adam Smith Institute.
A1 contrario de la facci¨®n socialista anterior, el mundo no socialista incluye regiones que han revertido realmente a la econom¨ªa de subsistencia local y carest¨ªa. Adem¨¢s, en el capitalismo desarrollado no ha sido la utop¨ªa de libre mercado de Thatcher la que ha ganado. Incluso su inter¨¦s intelectual se ha visto limitado a los ultras occidentales y a desesperados intelectuales del Este.
?Qui¨¦n o qu¨¦ se ha perdido, aparte de los reg¨ªmenes de un socialismo realmente vivo sin futuro? El principal efecto de 1989 es que el capitalismo y los ricos, de momento, ya no est¨¢n asustados.
Este miedo, reducido ya mediante la disminuci¨®n de la clase industrial trabajadora, el debilitamiento de sus movimientos y la recuperaci¨®n de la autoconfianza mediante un capitalismo floreciente, ha desaparecido. De momento, no existe parte alguna en el mundo que represente con credibilidad un sistema alternativo al capitalismo, a pesar de que deber¨ªa quedar claro que el capitalismo occidental no presenta soluciones a los problemas de la mayor¨ªa del Segundo Mundo que en gran medida pasar¨¢ a pertenecer a la condici¨®n del Tercer Mundo.
?Por qu¨¦ los ricos, especialmente en pa¨ªses como los nuestros que se vanaglorian de la injusticia y de la desigualdad, deber¨ªan preocuparse de otros que no fuesen ellos mismos? ?Qu¨¦ penalizaciones pol¨ªticas tienen que temer si permiten que el bienestar se erosione y que se atrofie la protecci¨®n de aquellos que la necesitan? ?sta es la principal consecuencia de la desaparici¨®n de una regi¨®n socialista del mundo, aunque fuese muy mala.
Todav¨ªa es demasiado pronto para discutir las perspectivas a largo plazo. Lo que se hab¨ªa denominado un "breve siglo XX". (1914-1990) ha finalizado, pero todo lo que podemos decir sobre el siglo XXI es que tendr¨¢ que enfrentarse al menos a tres problemas que est¨¢n agrav¨¢ndose: la creciente diferencia entre el mundo rico y el pobre (y probablemente entre los ricos y los pobres del mundo rico); el aumento del racismo y de la xenofobia, y la crisis ecol¨®gica. Las formas de abordarlo no est¨¢n claras, pero la privatizaci¨®n y el libre mercado no se encuentran entre ellas.
"El peligro alem¨¢n"
Entre los problemas a corto plazo, destacan tres. Primero, Europa vuelve a encontrarse en una situaci¨®n de inestabilidad como la que se encontraba entre las dos guerras. Desde que Rusia y Estados Unidos han dejado de poder imponer conjuntamente su orden como antes, Alemania es la ¨²nica fuerza alternativa hegem¨®nica en nuestro continente.
Esto es lo que todo el mundo teme, no porque "los alemanes sean alemanes" -es indudable que Hitler no volver¨¢-, sino porque el nacionalismo alem¨¢n ha dejado asignaturas pendientes: la recuperaci¨®n de los grandes territorios perdidos en 1945 en favor de Polonia y de la URSS. Adem¨¢s, la nueva inestabilidad, a medida que se consolida la crisis en Oriente Pr¨®ximo, no es s¨®lo europea, sino mundial.
Finalmente, est¨¢ la inestabilidad de los sistemas pol¨ªticos a los que se han lanzado los pa¨ªses ex comunistas: la democracia liberal. Eso misma hicieron los nuevos pa¨ªses en 1918. Veinte a?os m¨¢s tarde, s¨®lo Checoslovaquia continuaba siendo democr¨¢tica. Las perspectivas de una democracia liberal en la zona tienen que ser muy pocas o al menos inciertas. La alternativa, teniendo en cuenta las pocas posibilidades de volver al socialismo, ser¨¢ un estado militar o de derechas, o ambos. Necesitaremos tener suerte y tenemos que expresar nuestra condolencia, como lo hizo mister Francis Fukuyama, seg¨²n el cual 1989 significaba "el final de la historia" y que a partir de entonces todo ser¨ªa una navegaci¨®n liberal y de libre mercado. Nunca una profec¨ªa ha resultado tener una vida tan corta como ¨¦sta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.