Lo duro es fr¨¢gil
Para el autor del art¨ªculo, la cuesti¨®n que el PSOE debe plantearse es si est¨¢ dispuesto a desempe?ar el papel que, a su juicio, le corresponde en el entramado social, misi¨®n que no es otra que hacer funcionar los sistemas de comunicaci¨®n y pacto entre el citado entramado y las distintas instancias del poder.
1. Uno de los aspectos m¨¢s plausibles de los movimientos de opini¨®n desatados con motivo del pr¨®ximo congreso del PSOE es la dimensi¨®n p¨²blica que est¨¢n adquiriendo los debates. El principio no escrito seg¨²n el cual cualesquiera disputas entre socialistas son cuesti¨®n de familia, y como tal deben quedar sustra¨ªdas a los ojos y la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa, es un residuo subconsciente de la clandestinidad, pero expresa tambi¨¦n una concepci¨®n privatista y dominical del partido que no se corresponde con su significado real en la sociedad espa?ola.En efecto, la democracia espa?ola es, desde su primera arquitectura, enf¨¢ticamente partidista, como la americana plebiscitaria, la francesa institucionista o la italiana consensual. El poder pol¨ªtico real ha sido delegado por la sociedad en los partidos (s¨®lo en segunda delegaci¨®n, en las instituciones), y, por tanto, lo que ocurra en ellos y c¨®mo ocurra concierne a toda la sociedad espa?ola y al sistema mismo. Privatizar o hacer opaca la vida interna de los partidos es desconocer que son instituciones sociales realzadas por la Constituci¨®n, financiadas casi exclusivamente por el contribuyente y administradoras de la voluntad popular en ellas depositada.
Por lo mismo, el grado y la caracterizaci¨®n de la democracia interna de los partidos influye de manera decisiva en la naturaleza real de nuestra democracia: sus pautas, modos y modales definen los del sistema.
Debate formal
Por otra parte, uno de los grandes debates ideol¨®gicos hoy posible es, parad¨®jicamente, de tipo formal. En la ¨¦poca del supuesto ocaso de las grandes ideolog¨ªas, lo pol¨ªticamente determinante son los modelos de participaci¨®n social, el grado de socializaci¨®n de las decisiones, la permeabilidad ascendente de las ideas, los mecanismos de renovaci¨®n de las ¨¦lites y la autonom¨ªa relativa que un tal sistema proporcione a las diversas instituciones, p¨²blicas y sociales. Cual sea la caracterizaci¨®n del modelo de partido (participativo, colegiado, abierto, retroalimentado y dial¨¦ctico, o todo lo contrarlo) influir¨¢ de manera relevante en el modelo global, y no s¨®lo en sus formas, sino en sus contenidos de progreso.
2. Desde que, hace m¨¢s de una d¨¦cada, ratific¨® su papel central en la sociedad espa?ola, el PSOE ha ido, haciendo evolucionar sus estructuras y sus pr¨¢cticas organizativas hasta convertirlas en el soporte firm¨ªsimo de una acci¨®n de gobierno: solidez gran¨ªtica, verticalidad descendente en las decisiones y predominio implacable del aparato. Los dos congresos celebrados en 1979 fueron el principal punto de inflexi¨®n; de entonces ac¨¢ se han ido constri?endo los elementos de incertidumbre que, para seguir la l¨ªnea trazada por la direcci¨®n, pudieran ser aportados por el propio partido: supresi¨®n de la presencia directa de las agrupaciones municipales en los congresos, elaboraci¨®n de la ponencia desde arriba, hasta llegar a su pretendida sustituci¨®n por un documento en verdad enjundioso y brillante, pero poco expresivo de pol¨ªticas concretas a corto plazo; es decir, las que se supone que debe orientar el congreso de un partido para los tres a?os siguientes. En paralelo se produjo un proceso de descolegiaci¨®n real de las decisiones y de conversi¨®n del partido en un ap¨¦ndice movilizador y propag and¨ªstico de la acci¨®n de gobierno a los distintos niveles.
Ser¨ªa muy injusto negar que ese proceso y el modelo resultante no solamente explican en gran parte la fiabifidad obtenida por los socialistas en la ¨²ltima d¨¦cada y los repetidos ¨¦xitos electorales, a veces bajo las circunstancias m¨¢s inclementes, sino que ha representado un factor de primera magnitud en la estabilizaci¨®n de la democracia espa?ola. A veces se menosprecia el papel de la organizaci¨®n en la estabilidad real de las pol¨ªticas, olvidando que la m¨¢s grave crisis de la democracia espa?ola se produjo en febrero de 1981 como consecuencia de la descomposici¨®n org¨¢nica de la fuerza pol¨ªtica entonces gobernante. Tampoco se puede olvidar que los buenos resultados obtenidos en la acci¨®n de gobierno por los socialistas en Espa?a son fruto en gran medida de la perseverancia de sus pol¨ªticas, y ¨¦sta s¨®lo es posible si la organizaci¨®n tiene un alto nivel de cohesi¨®n permanente. Incluso habr¨ªa que reivindicar el papel insustituible de los aparatos, n¨²cleo estructurante de los partidos sobre el que descansa el m¨¢s inc¨®modo y sacrificado trabajo, en beneficio, a la postre, de la gesti¨®n e imagen p¨²blicas que en nombre del partido desarrollan quienes figuran en el cartel (entre los que me vengo encontrando desde hace casi una docena de a?os).
3. El problema es que una estructura organizativa tan perfectamente construida (a los fines propuestos) tiene en su misma excelencia los propios factores de fragilidad o de agotamiento. Esa estructura, destinada a servir de apoyo a la acci¨®n de gobierno, termina vi¨¦ndose condenada, por la propia l¨®gica bajo la que fue creada, a refrendar acr¨ªticamente cualquier decisi¨®n gubernamental. As¨ª, aunque desde sectores muy acendrados del propio aparato se haya interiorizado una abundante contestaci¨®n a la pol¨ªtica econ¨®mica -en aspectos tales como los excesos monetaristas, la supuesta complacencia hacia ciertos sectores de la gran banca o una insuficiente sensibilidad social-, esos mismos sectores han sido los m¨¢s firmes baluartes a la hora de defenderla, como ocurri¨® el 14-D. Por eso no puede tomarse muy en serio la pretendida incompatibilidad entre el enteco solchaguismo y un llamado guerrismo que no ha hecho, a pesar suyo, otra cosa que sostener los m¨¢stiles de aqu¨¦l en mitad de muy duras galernas.
Las consecuencias de tales pr¨¢cticas de funcionamiento son obvias: el poder (las instancias de gobierno y el partido que est¨¢ al servicio de ellas) reduce el di¨¢metro de sus conductos de oxigenaci¨®n social, deja de recibir de la sociedad otros flujos que las sucesivas revalidaciones electorales (algo enturbiadas por una leve tendencia abstencionista), el discurso pol¨ªtico se hace cada vez m¨¢s circular y autosostenido, y la incomprensi¨®n creciente entre el partido y sectores de la sociedad sociol¨®gicamente no antag¨®nicos a ¨¦l (que es fruto principal de la falta de comunicaci¨®n y permeabilidad) se teoriza como empe?o sistem¨¢tico de acoso, campa?as de desprestigio (que a veces son muy reales) y pr¨¢cticas conspirativas incesantes (en lugar de aceptar que si la din¨¢mica natural desde el ejercicio del poder es fortalecerlo, la propia de la sociedad y sus grupos organizados es erosionarlo).
Incomunicaci¨®n
4. Ahora bien, lo realmente grave es que esa progresiva incomunicaci¨®n entre el partido en el poder y una parte importante de la sociedad est¨¢ conduciendo a un fen¨®meno tan complejo como ins¨®lito: la mayor¨ªa de los ciudadanos sigue otorgando la confianza al PSOE, pero una parte considerable de ellos agota en la emisi¨®n de voto todo el contingente de apoyo que est¨¢ dispuesto a prestar, y a partir de ese momento retira su consentimiento hacia la acci¨®n pol¨ªtica socialista. As¨ª, vemos como la puesta en pr¨¢ctica de la pol¨ªtica econ¨®mica dise?ada por el Gobierno es inval¨ªdada por la acci¨®n de los sindicatos y gran parte de los trabajadores, entre los que, parad¨®jicamente, la aquiescencia electoral hacia el PSOE se supone que es mayoritaria. Surge as¨ª una situaci¨®n de relativa ingobernabilidad, o de rigidez, envaramiento, inflexibifidad, de la sociedad espa?ola, que puede terminar agarrotando los mecanismos de adaptaci¨®n a las cambiantes circunstancias, indispensables para ganar terreno (incluso para no perderlo) en la competencia internacional. ?C¨®mo es posible, por ejemplo, que la fulminante contestaci¨®n de los agentes sociales haya impedido empezar siquiera a discutir los t¨¦rminos de un pacto de competitividad, imprescindible (con unos u otros contenidos) para afrontar en buenas condiciones el mercado ¨²nico? Los sindicatos son ciertamente responsables en primera instancia de esa negativa, pero ?por qu¨¦ no analizar el fen¨®meno m¨¢s all¨¢ de las f¨¢ciles personalizaciones e inculpaciones, indagando las causas profundas de esa crisis de confianza y de comunicaci¨®n y valorando la posibilidad de que una de ellas sea el abandono por el partido de sus funciones de intermediaci¨®n entre la sociedad, sus grupos organizados y el poder?
El PSOE -su estructura org¨¢nica y el conjunto de su militancia- deber¨ªa ser capaz de sostener una doble presencia, semejantemente leal, en la sociedad y en los distintos niveles de gobierno de los que es responsable. Sostener las instancias gubernamentales no exige ser su brazo armado ni el agente propagador exclusivamente de sus bondades y aciertos. Ese sost¨¦n se presta tambi¨¦n representando a los votantes a lo largo de toda la legislatura y desarrollando funciones de comunicaci¨®n, influencia y, cuando sea preciso, correcci¨®n de las pol¨ªticas gubernamentales. Ya s¨¦ que no es f¨¢cil sustituir unos comportamientos mecanicos por otros dial¨¦cticos, pero ya est¨¢ demostrado que, a partir de un cierto grado de complejidad, ninguna estructura permanece si no dispone de dispositivos de retroalimentaci¨®n.
5. Temo que lo que hasta ahora se ha puesto sobre el tapete, en la mesa de juego precongresual, sea cosa bastante distinta de lo que aqu¨ª se plantea. Se propone por algunos el ensanchamiento de la ¨¦lite que decide, la sofisticaci¨®n del discurso pol¨ªtico y el reencuentro con sectores de la sociedad que por su propia naturaleza aportan un especial acento cr¨ªtico, planteamientos que es dif¨ªcil no compartir, pero que son simple voluntarismo si no se aborda la cuesti¨®n de fondo; hay tambi¨¦n quienes defienden la bondad sin matices del modelo hasta ahora practicado, levantan el espantajo del enemigo exterior (que siempre existe, pero recurrir a ¨¦l es muy delator para quienes lo usan), anatematizan a los discrepantes -por serlo; ni siquiera por lo que dicen- y, en fin, olvidan que en pol¨ªtica todos los reduccionismos terminan reduciendo tambi¨¦n el tama?o de sus practicantes. Los m¨¢s, supongo, consideran o intuyen que algo debe cambiar, pero alimentan un muy razonable recelo para hacerlo cuando las cosas siguen yendo aparentemente bien.
En mi opini¨®n, no hay que cambiar nada importante en la estructura organizativa del partido; es del todo indiferente que la direcci¨®n sea m¨¢s o menos amplia; nada influir¨¢ tampoco que haya o no ministros en la ejecutiva del partido (por cierto, m¨¢s propio ser¨ªa plantearlo a la inversa: si debe haber o no miembros de la ejecutiva en el Gobierno; he ah¨ª un s¨ªntoma de la concepci¨®n de partidoap¨¦ndice), y los principales dirigentes tienen demasiada responsabilidad en todo lo bueno hasta ahora logrado (para el partido y para Espa?a) como para que no sea serio pensar en cambiarlos.
Madurez
La cuesti¨®n que el PSOE, como colectividad, debe plantearse es si est¨¢ dispuesto a desempe?ar el papel que le corresponde en el entramado social -hacer funcionar los sistemas de comunicaci¨®n y pacto entre aquel entramado y las distintas instancias de poder- si quiere hacer verdaderamente colegiadas y decisorias sus estructuras org¨¢nicas; si acepta sin reservas, en fin, que la dial¨¦ctica de las ideas, el debate de las pol¨ªticas, la cr¨ªtica, la autocr¨ªtica, la correcci¨®n de los errores propios (no s¨®lo la denuncla de los ajenos), la renovaci¨®n -cuando proceda- de los ¨®rganos pol¨ªticos, la de los representantes institucionales, la plera capacitaci¨®n de¨¦stos para participar en la vida org¨¢nica, una cierta y prudente exteriorizaci¨®n de la discrepancia, y la transparencia de lo que en su interior ocurre, son pr¨¢cticas que definen la normalidad de un partido pol¨ªtico maduro. Si esa madurez existe (yo estoy convencido de que s¨ª), tales pr¨¢cticas resultan plenamente compatibles con la cohesi¨®n org¨¢nica y la necesaria disciplina, sin la que un partido deja de serlo. La vitalidad y el dinamismo interno de un partido son tan importantes como su coherencia interna: una cohesi¨®n calc¨¢rea hace perder adhesi¨®n social, y si se llegase a ese punto, cuanto se ganara en solidez se perder¨ªa en vigor.
Equilibrio entre coherencia y vitalidad: he ah¨ª la meta, y alcanzarla no es responsabilidad de alguien; es, por definici¨®n -si no, no habr¨ªa cambio-, responsabilidad de todos.
El PSOE, del que pienso -y no s¨®lo porque me honre de militar en ¨¦l- que constituye un colectivo humano de una envergadura pol¨ªtica, moral y humana excepcional, tiene, en tareas como la propuesta, la posibilidad de hacer m¨¢s fluida, distendida, transparente y viva la sociedad democr¨¢tica espa?ola. Debemos estar todos a la altura de esas expectativas y circunstancias.
es presidente del Principado de Asturias y militante del PSOE.
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