El Atl¨¦tico se reintegra al grupo de favoritos

El Barcelona negoci¨® su enfrentamiento con el Atl¨¦tico de Madrid con ¨¢nimo pactista, quien sabe si impresionado por la temprana lesi¨®n de Koeman. Pareci¨® dar por bueno el empate y se encontr¨® con su primera derrota, que anima temporalmente el campeonato a la par que otorga al Atl¨¦tico la posibilidad de reintegrarse al grupo de aspirantes. La obcecaci¨®n de los rojiblancos encontr¨® alivio en la l¨ªnea defensiva azulgrana, que estuvo excesivamente permisiva y oblig¨® a Zubizarreta a atender demasiados compromisos en el mano a mano con los delanteros, preferentemente Futre. Fue casualmente Schuster el mejor de los protagonistas al ofrecer un detalle de sensatez en la ejecuci¨®n de su primer gol como jugador del Atl¨¦tico. No abundaron sus colegas, de uno y otro bando, en el ejercicio del temple. Unos por exceso, otros por defecto.El Barcelona quiso desplegar en el c¨¦sped la autoridad que se le supone a un l¨ªder invicto, pero termin¨® abusando de un juego moderadamente agresivo en el centro del campo y permitiendo que un rival sin demasiados recursos ofensivos hiciera de una simple jugada un argumento suficiente para obtener su m¨¢s importante victoria. Hubo conformismo entre los centrocampistas y benevolencia entre los defensas. Hubo poca decisi¨®n y demasiada paciencia. El Atl¨¦tico es un equipo impaciente, bien es cierto, marcado por la energ¨ªa centr¨ªfuga de su presidente fuera del campo y el v¨¦rtigo de Futre en el c¨¦sped. No consider¨® el Barcelona, quiz¨¢s, lo que pueda significar Schuster como ant¨ªdoto, un jugador templado e impasible, que lleva billete de vuelta.
Schuster aprovech¨® la ¨²nica jugada que fue capaz de desarrollar el Atl¨¦tico en el partido, el pase adelantado sobre la l¨ªnea defensiva azulgrana, para advertirle al Barcelona que corr¨ªa grave riesgo de perder su primer partido. Hasta su decisiva intervenci¨®n, el Atl¨¦tico insisti¨® pertinazmente en el env¨ªo de balones largos a Futre, algunos de los cuales, y m¨¢s de los considerados razonables, permitieron efectivamente al jugador portugu¨¦s llegar al ¨¢rea para dialogar con Zubizarreta. Rodax dispuso, igualmente, de otras dos ocasiones similares. Unas fracasaron porque la velocidad del austr¨ªaco qued¨® en evidencia ante la de Zubizarreta, que se limit¨® a llegar al bal¨®n antes que su oponente aun recorriendo m¨¢s metros. Las otras, las de Futre, fracasaron por la urgencia con que corre este jugador, que mete la quinta marcha, enciende la luz de alarma y abre la sirena cada vez que entra en el ¨¢rea. Sus acciones acostumbran a terminar en accidentes, el jugador por los suelos y el bal¨®n describiendo insospechadas ¨®rbitas, acciones que el p¨²blico entiende graves y los ¨¢rbitros suelen interpretar como leves.
La defensa en l¨ªnea del Barcelona despreci¨® esta jugada fuera porque se convirti¨® en una obsesi¨®n del rival, fuera porque fracas¨® tantas veces, pero pudo advertirse que tanto Urbano como Nando en algunos instantes sufr¨ªan ser¨ªas dificultades para abortarla en su inicio, antes de que Zubizarreta se viera obligado a provocar el descarrilamiento de Futre.
La jugada en cuesti¨®n se repiti¨® una vez m¨¢s, solo que el bal¨®n lleg¨® a Schuster, desmarcado por m¨¢s se?as. Y Schuster vive a otro ritmo, no tiene prisa. Despreci¨® el duelo con Zubizarreta y se limit¨® a esperar su primer paso. Zubizarreta desenfund¨® la pierna derecha y el alem¨¢n dispar¨® el bal¨®n a la direcci¨®n opuesta con tal perfecci¨®n que el guardameta azulgrana tuvo serios problemas para no descomponer la figura. Ese gol magistral no resolvi¨® el encuentro curiosamente. Lo resolvi¨® otra atropellada galopada de Futre, sirena a todo trapo, luces centelleantes, jugadores por el suelo y el delantero circulando lateralmente. Pero el gol lleg¨® tras la misma jugada, el mismo pase adelantado y los de la l¨ªnea azulgrana interpretando el papel de esfinges.
Medi¨®, antes, un afortunado gol de Stoichkov que hizo pensar que Koeman ten¨ªa raz¨®n cuando afirmaba que ahora el Bar?a atesoraba la suerte de los campeones. La cuesti¨®n fue que el Bar?a desaprovech¨® su juego, aparentemente m¨¢s ordenado, indudablemente desprovisto de impaciencia, en el objetivo de resolver el partido. Anunci¨® tempranamente que se conformaba con el reparto de puntos, que aceptaba el mal menor. Dej¨® jugar. Abus¨® del marcaje zonal. Y despreci¨®, sobre todo, la templanza de Schuster.
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