El nuevo Pangloss
No cabalga; Pangloss corretea de nuevo, y en su carrera sortea los obst¨¢culos, cat¨¢strofes, incidentes, con su peculiar estilo liberal-conservador. Si antes el personaje de Voltaire hubo de recurrir a la Providencia para explicar que ¨¦ste era, a pesar de todo, el mejor de los mundos posibles, el nuevo Pangloss dispone de una nueva Providencia, no menos divina y sacral que aqu¨¦lla: la econom¨ªa de mercado.He visto c¨®mo la nueva divinidad legitimaba el hambre africano no menos que los muertos palestinos; sus razones tendr¨¢ para imponernos estas pruebas... Es propio de Pangloss ver m¨¢s all¨¢ de lo que aprecian los simples mortales, es decir, ver la profunda raz¨®n de las cosas y los acontecimientos, c¨®mo en su acaecer cumplen el destino providencia?. No niega que el mal exista, s¨®lo afirma su necesidad. . Adem¨¢s, es propio de la Providencia manifestarse con se?ales inequ¨ªvocas: el hundimiento de los pa¨ªses del llamado socialismo real es la m¨¢s evidente. Que ¨¦se no era el camino lo dicen bien a las claras los resultados, que: all¨ª domina la corrupci¨®n es algo que todos pueden apreciar en los juicios moscovitas por estraperlo o en los cartones de rubio americano de la familia Ceausescu: la televisi¨®n se solaz¨® en estas im¨¢genes.
Lejos de m¨ª la tentaci¨®n de justificar todo eso, ni siquiera un poco -no tengo nostalgia del equilibrico del terror-, pero perm¨ªtaseme cierta iron¨ªa, un poco ingenua, ?c¨¢ndida?, cuando las c¨¢maras se niegan a registrar tantas escenas que, en ese terreno, podr¨ªan ser aqu¨ª, entre nosotros, escenas nuestras, interesantes. En cualquier caso, no estoy seguro de: que muerto el perro se acab¨® la rabia: no por haber desaparecido los reg¨ªmenes del llamado socialismo real se hayan ido con ellos, hayan desaparecido los problemas que pretendieron resolver y que no Regaron si quiera a afrontar. No porque se unan las dos Alemanias o la Iglesia impere en Polonia ha acaba do la explotaci¨®n o han desaparecido las diferencias. Bien al contrario, parece que las diferencias entre ricos y pobres han aumentado, como han aumentado las que existen entre pa¨ªses del primer y Tercer Mundo, y ello no es otra cosa que la manifestaci¨®n de algo bien conocido: la explotaci¨®n... del hombre por el hombre y de unos pa¨ªses por otros, por ret¨®ricas que suenen f¨®rmulas tan conocidas y repetidas.
Con repetirlas no van a cambiar las cosas, es obvio, pero con ignorar su contenido tampoco. El nuevo Pangloss prefiere legitimarlas y obtiene con ello, como todos los Pangloss de todas las ¨¦pocas, ping¨¹es beneficios: el suyo es el lado del poder. Por eso puede adoptar tan bochornosas actitudes: que d¨¦ (que se atreva a dar) un paso al frente todo aquel que est¨¦ en contra de la econom¨ªa de mercado, todo aquel que est¨¦ en contra del capitalismo americano -tan liberal, tan poco dogm¨¢tico, tan poco imperialista... ?Ser¨¢ preciso preguntar sobre esto a los centroamericanos, a los suramericanos, a los vietnamitas, a los surcoreanos... o simplemente a los ciudadanos de Rota?-, que se atreva y ver¨¢.
No hay recetas frente a esa receta que, como inmensa lavativa, pretende irrigarnos el nuevo Pangloss. Pero que no haya recetas no quiere decir que las enfermedades no existan, y, por otra parte, no es adecuado para el pensamiento dedicarse ni a los ung¨¹entos ni a- las medicinas, al recetario. La nube de humo que Pangloss extiende en su corretear no debe impedirnos ver el fundamento dogm¨¢tico de su carrera; necesita de ese suelo firme para que no se le caigan los palos del sombrajo, un tenderete montado al amparo del poder y que s¨®lo de ¨¦l depende: invitar a pensar sobre el dogma puede ser empresa arriesgada cuando no se tiene a la Providencia de parte de uno.
No esperamos a los b¨¢rbaros porque los b¨¢rbaros ya han llegado. Su fisonom¨ªa puede enga?ar a alguno, su falta de pensamiento no deber¨ªa enga?ar a nadie: lo suyo no es el pensamiento, es el poder. El nuevo Pangloss se legitima en su ejercicio, intelectual org¨¢nico, a pesar de sus protestas ret¨®ricas tantas veces formuladas contra los que calific¨® de comisarios, su discurso se impregna paulatinamente de esos latiguillos mitineros a que ¨²ltimamente nos vienen acostumbrando: nada es mejor que lo que hay... ?Un fino para el fil¨®sofo!
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