Tu sim¨¦trica
Era martes, gris, lluvioso. Sal¨ª de casa para no sentirme mujer hacendosa, para no permanecer en papel de reserva, para parecer ¨²til a un ego inquieto.Pensaba en ti. Bueno, la verdad es que no te desarrimo de mi mente. Cuando leo lo que escribes en tu columna de ¨²ltima p¨¢gina de los viernes -El sorteo por ejemplo-, al leerlo sent¨ª un escalofr¨ªo de placer. Esa l¨®gica aplastante, esa ternura irremediable, esa cr¨ªtica al allanamiento de corazones. Estoy contigo, Mill¨¢s, aunque s¨¦ que jam¨¢s entrar¨¦ en esa soledad que te acosa, porque a esas cavernas nunca nadie tiene acceso.
El coche gris y mis dos manos con sus millones de dedos (como t¨² dices) apretaban sin pretender lastimar el volante uniformado de negro. Mis ojos esquivaban el vaiv¨¦n de los fr¨¢giles parabrisas, mientras arrasaban sin compasi¨®n las l¨¢grimas de este viejo oto?o. Hasta alguna desolada hoja se desploma sobre el cap¨®, quedando su cad¨¢ver tatuado en la chapa.
No ten¨ªa destino, pero s¨ª deseos de alguna p¨®cima envuelta en cristal, s¨®lo as¨ª comenzar¨ªa el final de mi viaje, en una noche m¨¢s. Aparqu¨¦ el coche y, como caracol desvestido, atraves¨¦ la vieja calle iluminada por la transparencia de su lluvia.
Sub¨ª los pelda?os que me separaban de mi entra?able pub... Estaba vac¨ªo de clientes, pero all¨ª, al fondo, dos estrellas brillaban con luz propia: una con su sonrisa, la otra con su gesto abrieron el tel¨®n de un hogar desconocido.
El tiempo comenz¨® perdiendo Ias agujas y el temblor incesante del segundo; hasta el b¨²ho, ¨²nico hu¨¦sped del espejo, parec¨ªa sonre¨ªrme. Sorbo a sorbo, perfum¨¦ esa ut¨®pica existencia sin sentido. Era hermoso, ten¨ªa la ternura
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atrapada por el cuello en ese punto donde se siente su latido.
Estaba despierta, igual que esa noche alumbrando mi espalda- No quer¨ªa dormir y ella no quer¨ªa apagarse, y me fui as¨ª, inocentemente equivocada, mientras ella mor¨ªa y yo so?aba.- Julia E. Cadavid.
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