Colombia frente a sus demonios
El pa¨ªs enfrenta los deseos de paz con sus fantasmas de siempre: narcoterrorismo, paramilitares, guerrilla y corrupci¨®n
Colombia se encuentra otra vez en una encrucijada. Los caminos a elegir son viejos ya en este pa¨ªs: palabras o armas. Gobierno y guerrilleros se muestran partidarios del di¨¢logo y, sin embargo, d¨ªas antes del inicio de un nuevo proceso constituyente segu¨ªan hablando los fusiles. Tambi¨¦n en el par¨¦ntesis de la violencia del narcoterrorismo se mezcla el chantaje con las conversaciones para su rendici¨®n. En esta realidad, es dif¨ªcil sustraerse al deseo de paz y al optimismo que llevan las conversaciones con ciudadanos colombianos. Personas que apenas meses atr¨¢s soportaban uno de los periodos m¨¢s violentos de su historia reciente.
El optimismo nace de una fecha y un proceso: el 9 de diciembre los colombianos iniciar¨¢n un camino que debe traer al pa¨ªs una nueva Constituci¨®n. De la nueva ley se espera todo: una profundizaci¨®n democr¨¢tica, el respeto de los derechos de las personas y la represi¨®n del delito, con un fortalecimiento real y moral de las instituciones, y, tambi¨¦n, el fin de la guerrilla o la violencia criminal e indiscriminada de los carteles de la droga o la ultraderecha.El camino no est¨¢ siendo f¨¢cil. La ¨²ltima oferta del narcoterrorismo de Medell¨ªn de entregar a 300 hombres, si finalmente ocurre ha dejado detr¨¢s un reguero de muerte. Y se produce bajo la amenaza de reanudar una guerra que convirti¨® el ¨²ltimo a?o del anterior presidente, Virgilio Barco, en una pesadilla de sangre. El propio C¨¦sar Gaviria tuvo que esperar fuera del pa¨ªs su toma de posesi¨®n como presidente.
Tambi¨¦n, en los ¨²ltimos dos meses, los narcotraficantes han secuestrado a siete periodistas -uno de ellos puesto en libertad ayer-. Adem¨¢s de por su condici¨®n profesional y como intento de mordaza sobre su profesi¨®n, por los apellidos que algunos de ellos representan: Diana Turbay, directora de la revista Hoy por Hoy, hija de ex presidente, y Francisco Santos, redactor jefe de El Tiempo, hijo del director y eslab¨®n de una familia que controla este peri¨®dico desde hace m¨¢s de 100 a?os; una familia que no es due?a de un peri¨®dico, "sino de una instituci¨®n". Un periodista colombiano comentaba que secuestrar a un Santos es como secuestrar en Espa?a a un miembro de la familia real. La forma de negociar de los mafiosos no ha cambiado. Estos secuestros son su dogal de hierro sobre la paz y sobre la futura: Constituci¨®n.
Las condiciones pedidas por El cartel de Medell¨ªn para su entrega incluyen la de estar juntos en una misma c¨¢rcel, el ser vigilados por fuerzas de todos los servicios policiales de la naci¨®n y ser uzgados en Colombia. La entrega voluntaria garantiza pr¨¢cticamente este ¨²ltimo punto. El 6 de septiembre, Gaviria anunciaba que ser¨ªan juzgados en Colombia gozar¨ªan de reducci¨®n de condena aquellos traficantes que se entregaran y confesaran sus cr¨ªmenes. Por otra parte, ante el hecho de que no existe una c¨¢rcel en el pa¨ªs con garant¨ªas y capaz de dar cabida a todos ellos, se estudia, "s¨®lo por si ocurre", las posibilidades de un viejo conven pr¨®ximo a Medell¨ªn. Pasos en a proceso largo.
Desde que se inici¨® el enfrentamiento contra la droga se han combinado armas y negociaci¨®n. Ninguna de las dos ha triunfado, las dos siguen en marcha. Oficialmente el Gobierno no negoci¨®, pero nadie duda de que la comunicaci¨®n siempre ha existido, ahora y hace a?os. Panam¨¢, en mayo de 1984, fue el primer contacto conocido. Bajo la presidencia de Belisario Betancur, impulsor de un Gobierno de di¨¢logo, se ofreci¨® una amnist¨ªa a los grupos guerrilleros que abandonaran las armas. Los narcotraficantes pidieron en aquella ocasi¨®n, tras el inicio de nuevos contactos con la guerrilla, una f¨®rmula de acuerdo y que no se apllicara la extradici¨®n con Estados Unidos.
El camino de las armas tampoco ha llevado a ning¨²n sitio. El poder de su dinero es enorme y todos los elementos violentos y de corrupci¨®n han encontrado vida en ¨¦l.
En septiembre de 1989, en unas declaraciones recogidas por el diario La Prensa, el procurador general de la naci¨®n, Alfonso G¨®mez M¨¦ndez, afirmaba que no es por falta de poder¨ªo militar que los grandes narcotraficantes no hayan podido ser capturados ni porque ellos tengan un ej¨¦rcito inderrotable, sino porque disponen de informantes en la polic¨ªa y en el ej¨¦rcito que les avisan anticipadamente cuando se van a ajecutar operaciones para arrestarlos". El procurador a?ad¨ªa que los traficantes de droga "jam¨¢s, podr¨ªan sin la penetraci¨®n en las Fuerzas Armadas y en la pol¨ªtica. Los carteles tienen congresistas y dirigentes pol¨ªticos".
Las declaraciones coincid¨ªan con el descubrimiento de una red de espionaje, manejada, seg¨²n los servicios secretos, por un ex capit¨¢n del Ej¨¦rcito. El dossier incautado al se?or de las flores conten¨ªa desde informaci¨®n de reuniones privadas en el Ministerio de Justicia o la Direcci¨®n Nacional de Instrucci¨®n Policial hasta informaci¨®n clasificada de los servicios de inteligencia(DAS), sin olvidar alguna discusi¨®n del Consejo de Ministros. La informaci¨®n ten¨ªa como destino el cartel de Medellin.Estos datos ayudan a comprender la fuerza de la droga y las dificultades encontradas en las batallas contra ella. Tras el asesinato de Luis Carlos Gal¨¢n, candidato liberal a la presidencia, el 18 de agosto de 1989, el ex presidente Virgilio Barco impuls¨® la m¨¢s fiera de las batallas contra los secuaces del narcotr¨¢fico. El asesinato de Gal¨¢n tambi¨¦n ser¨ªa el indirecto promotor de la reforma constitucional. Miles de voces, encabezadas por los estudiantes, clamaron por un nunca m¨¢s y por las reformas que llevaran a ello. En mayo de 1990, un voto masivo (90%) daba un s¨ª para la reforma de las caducas instituciones de la democracia m¨¢s antigua ole Am¨¦rica Latina. La batalla de Virgilio Barco contra la violencia en su ¨²ltimo a?o de mandato produjo m¨¢s de 13.000 muertos. Sus objetivos s¨®lo fueron parcialmente cumplidos, aunque consigui¨® mover las estructuras internas del narcotr¨¢fico en Medell¨ªn -pr¨¢cticamnete no se atac¨® el que tiene sede en Cali- y hombres importantes de aqu¨¦l, como Gonzalo Rodr¨ªguez Gacha, El Mexicano, cayeron bajo la acci¨®n de las balas. Pero narcotr¨¢ficantes -y grupos paramilitares- llevaron al pa¨ªs al borde del caos. Las ciudades se convirtieron en campode batalla, donde las bombas convery hombres indiscriminadamente Un avi¨®n de Avianca, el diario El Espectador, el c¨¦ntrico hotel Tequendama o las propias oficinas del DAS en Bogot¨¢ resultaron atacados con bombas. En este ¨²ltimo edificio, espec¨ªalmente protegido, los criminales pasaron todos los controles con un autob¨²s dargado con media tonelada de dinamita: 63 muertos y 1.000 heridos, m¨¢s de 1.500 locales comerciales, oficinas o viviendas resultaron afectados o destruidos. El cansancio, el miedo, la necesidad de cambio y el derecho a que la vida no est¨¦ en manos de los criminales llenaron la vida colombiana. Esos deseos se tras ladan hoy al proceso constituyente. En cualquier caso, la entrega de los hombres importantes del cartel de Medellin solucionar¨ªa el tema de esta guerra violenta en el interior de Colombia, pero ser¨ªa ingenuo trasladar este fin a la totalidad del tr¨¢fico de coca¨ªna. Las estructuras de distribuci¨®n y fabricaci¨®n siguen intactas, trasladadas a las densas zonas amaz¨®nicas o a pa¨ªses lim¨ªtrofes. Tampoco hay que olvidar la existencia de otros grupos cuyo poder permanece intacto, como el de Cali. En el caso de las guerrillas, los pasos hacia el di¨¢logo, hasta los duros enfrentamientos de la segunda semana de noviembre, hab¨ªan sido reales. Despu¨¦s de ¨¦stos, el presidente Gaviria cancel¨® toda posibilidad de acuerdo. Todo un proceso laborioso de meses se ha puesto en peligro en el tramo final. Y con ¨¦l, s¨ª el deseo de paz que existe no se impone, parece diluirse la oportunidad de los insurgentes de participar en una Contituci¨®n que hab¨ªa puesto -fecha al fin de m¨¢s de 30 a?os de guerrilla armada.
Guerrilla
Los acuerdos iniciados con el M19 en 1989, bajo el Gobierno de Virgilo Barco, que permiti¨® a esta organizaci¨®n participar en los comicios presidenciales de mayo de este a?o y convertirse en la tercera fuerza pol¨ªtica; y el anuncio, el 4 de agosto, del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n (EPL), un grupo con 23 a?os de lucha, de renunciar a la lucha armada parec¨ªan abrir el camino al resto de los insurgentes. El proceso constituyente parec¨ªa capaz de acelerar los acuerdos. El Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el m¨¢s importante de todos ellos, hab¨ªan anunciado su intenci¨®n de participar en la Asamblea Constituyente. Y el Gobierno dejaba abiertos dos puestos, que no ser¨ªan sometidos a elecci¨®n popular, para los grupos vinculados "decididamente" a un acuerdo de paz y desmovilizados.
El Ejecutivo hab¨ªa entrado en las negociaciones sin exigir la entrega de armas, condici¨®n que sab¨ªa inaceptable todav¨ªa por los guerrilleros. Estos grupos han visto morir a decenas de hombres de otros grupos tras su vuelta a la arena civil.
Es dificil olvidar que el propio C¨¦sar Gav¨ªria resultaba elegido en unos comicios en los que tres de los candidatos eran asesinados, entre ellos los anteriores candidatos del M- 19 o del propio partido del presidente, Carlos Pizarro y Luis Carlos Gal¨¢n, respectivamente. O que la izquierdista Uni¨®n Patri¨®tica deja un rastro incontable de muertes entre sus partidarios desde el inicio de su lucha electoral, incluida la de otro de los candidatos, Bernardo Jaramillo.
Las condiciones impuestas por el Gobierno en el origen de los contactos fueron la finalizaci¨®n de los asaltos a las poblaciones, la entrega de secuestrados y el cese de hostilidades. ?stas hab¨ªan sido aceptablemente cumplidas hasta el ¨²ltimo enfrentamiento. De nuevo la incertidumbre se abre.
Moralidad p¨²blica
Pero, adem¨¢s de paz, se vuelcan otros sue?os sobre la Constituci¨®n: la moralizaci¨®n de la vida p¨²blica del pa¨ªs.
El propio Congreso es una de las instituciones afectadas. El clientelismo y las sospechas de oscuras finaciaciones de alguno de sus componentes afectan al conjunto. La sospecha de la compra de votos se convierte en certeza en muchos casos.
Las elecciones que en mayo dieron la victoria al actual presidente fueron las primeras en las que se tomaron medidas para proteger la inviolabilidad del voto.Un tarjet¨®n confeccionado con todos los candidatos, entregado por la mesa en el momento de la votaci¨®n, recort¨® la capacidad de presi¨®n sobre los electores. Antes de esto, los partidos eran los encargados de ofrecer las papeletas. Miedo y dinero se han mezclado en el proceso. Mensajeros de los partidos entregaban las papeletas a la entrada de los colegios electorales o trasladaban en autocares a los votantes. En muchos lugares, especialmente los m¨¢s peque?os, rechazar un consejo, un candidato, era enfrentarse a los caciques, amparados en muchos casos por las armas o el dinero de los narcotraficantes de autodefensa o la propia guerrilla Pero los votos no se compraban s¨®lo en los colegios elctorales . En otros lugares, sicarios de la droga sal¨ªan a caminos y montes y retiraban la c¨¦dula de identidad de las personas. Esta era devuelta junto a una papeleta con el candidato deseado en los lugares de votaci¨®n. El premio a la buena conducta era el dinero; la negativa. Sistemas que han llevado a muchos colombianos a relacionar dinero y votaciones, y a un desprecio o indiferencia por su facultad de elegir.
Pero al Congreso y, a las asambleas de los departamentos se les pide m¨¢s. Y otro de los temas en candelero son los auxilios parlamentarios: "El derecho de los congresistas a repartir plata". Dinero destinado al "fondo de la comunidad". El Tiempo, en un duro editorial del 30 de octubre, no dudaba en ponerle comillas a estas ¨²ltimas palabras. Sobre los aux¨ªlios pesan acusaciones de corrupci¨®n, clientelismo y enriquecimiento propio.
Los dos grandes partidos tambi¨¦n deben renunciar a viejos h¨¢bitos. Los largos a?os de poder compartido han creado n¨²cleos acostumbrados a formas caciquiles, preocupados por mantener sus privilegios y que no parecen digerir las reformas o los triunfos de nuevos grupos como la Alianza Democr¨¢tica M-19.
Colombia ha puesto una fecha para la paz y su futuro, el 9 de diciembre. La inc¨®gnita es si sus demonios se lo permitir¨¢n.
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