Las m¨¢quinas no piensan
El mism¨ªsimo jefe de talleres de la empresa se person¨® con gesto de preocupaci¨®n en el retrete del pub. "?Qu¨¦ es lo que pasa?"."Que tenemos una m¨¢quina objetora", le respondieron los aprendices, "eso es lo que pasa; se niega a soltar los condones".
Y entre el olor a espumas desinfectantes y a ambientador en aquella catacumba de cisternas, el mec¨¢nico fue consciente de que con su trabajo estaba separando constantemente el mundo de los vivos con una chirriante y gomosa barrera de l¨¢tex. "Esto no es amor, es el muro de la verg¨¹enza entre los humanos", se le ocurri¨® pensar, a la vez que intentaba razonar el motivo de la aver¨ªa. "Purgaciones, por ejemplo, qu¨¦ cosas, c¨®mo pasa el tiempo". Y su mano mov¨ªa con destreza el destornillador. "Los obispos no conocen los orgasmos buenos, pero hablan mucho; los manifestantes no cesan de pedir m¨¢s juzgados, pero presumen de robarle cuanto dinero pueden a la Hacienda p¨²blica; mi vecino se queja de que en el m¨¦dico hay una cola bestial, pero bebe, fuma, come y se enfada por cualquier tonter¨ªa, como un psic¨®pata, y yo, a mi hija, que es una chica estupenda, le tengo que comprar los preservativos m¨¢s caros del mercado porque no se cree que los que yo distribuyo no valen un pimiento, son demasiado duros y que es s¨®lo por eso por lo que me niego rotundamente a ofrec¨¦rselos".
Cerr¨® su caja de herramientas y se dispuso a dejar atr¨¢s aquel aire est¨¦ril y as¨¦ptico de los servicios subterr¨¢neos cuando se top¨® en el umbral de la puerta con el due?o del local. "El enchufe no lleva corriente, Jacinto, est¨¢ muerto, entiendes, como muchos de nosotros". Jacinto, despu¨¦s de preguntarse perplejo por la salud de la instalaci¨®n el¨¦ctrica de su negocio, que bien que le hab¨ªa costado sus duros, le grit¨® al mec¨¢nico desde el interior: "Oye, pero si las m¨¢quinas no piensan". "Por eso te lo digo", le contest¨® el otro alej¨¢ndose, "?qu¨¦ te crees que es lo que pasa a menudo con los objetores? Est¨¢n engrasados como tropa eficaz y resbalan por ellos las preguntas eternas que enorgullecen al resto de los mortales cada ma?ana. Pero act¨²an, en un cortocircuito social que nunca nadie ve, y que resulta muy divertido, pues se parece a la libertad. Divertido si no nos jug¨¢ramos todos los d¨ªas la vida en ello, Jacinto, el placer que es nuestra propia vida. Adi¨®s".- Madrid.
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