Solidaridad con el pueblo palestino
La historia de las Naciones Unidas es, entre otras muchas cosas, la de un esfuerzo continuo y persistente para que sus pueblos asuman e interioricen los principios de su Carta. Para que, por ejemplo:- Reafirmen con hechos "la fe en los derechos fundamentales del hombre".
- Creen condiciones "bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del Derecho Internacional".
- Practiquen la tolerancia y convivan en paz "como buenos vecinos".
- Unan sus fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales...".
Este camino hist¨®rico hacia la plenitud de la Carta es al mismo tiempo el que conduce a una cultura de los derechos humanos. Por ello siempre ser¨¢ necesario atender con prioridad aquellas situaciones en las cuales las violaciones de la Carta y de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos constituyen una lesi¨®n enorme para las esperanzas de la humanidad. Por eso el sistema de las Naciones Unidas reconoce el d¨ªa de hoy como el D¨ªa Internacional de la Solidaridad con el Pueblo Palestino. Lo subraya, como un hito, en el calendario para que reflexionemos en un pueblo de casi cinco millones de seres humanos respecto al cual los otros pueblos de las Naciones Unidas tienen obligaciones especiales que asumir.
Esto es as¨ª, fundamentalmente, porque los palestinos tienen derecho a exigir un orden social e internacional en el que sus derechos y libertades puedan hacerse efectivos. Baste pensar que ellos fueron dispersados y hoy viven en Israel, en los territorios ocupados, en pa¨ªses vecinos y en pa¨ªses lejanos.
Hay ya una generaci¨®n para la cual hasta dej¨® de tener sentido l¨®gico la palabra regresar. Porque dicho verbo, s¨ªntesis de la esperanza, contradice el hecho de que estos palestinos nacieron, crecieron y maduraron en campamentos de refugiados. Fuera de la tierra de sus ancestros.
En el origen de todo estuvo la violencia. Una violencia de motivaciones complejas, oscuras, contradictorias. Propia de una ¨¦poca en la cual todav¨ªa cre¨ªan algunos que la guerra era la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios. Es decir, un instrumento id¨®neo para solucionar conflictos y, por tanto, para integrarlos en la paz de un nuevo orden regional. En este caso, en el Pr¨®ximo Oriente.
Violencia enquistada
El hecho es que no ha sido as¨ª. La violencia inicial no remite, y hasta el d¨ªa de hoy resulta imposible confinarla a la relativa serenidad de la historia. Fue y es una violencia con vocaci¨®n maximalista, enquistada en una zona neur¨¢lgica del planeta.
Por lo mismo, la cuesti¨®n palestina ha sido una de las tareas principales de la Organizaci¨®n Mundial. Durante la guerra fr¨ªa y ahora, tras el fin de la era confrontacional.
As¨ª, meses antes del inicio de la Intifada, el secretario general de las Naciones Unidas advert¨ªa, en su Memoria de 1987, que era urgente llegar a negociaciones fruct¨ªferas "en las cuales se tengan cabalmente en cuenta los derechos de los palestinos". "Toda demora", a?ad¨ªa, "no har¨¢ m¨¢s que prolongar la violencia y el peligro, que han pasado a ser elementos cotidianos de la vida en el Pr¨®ximo Oriente".
En la siguiente Memoria -ya en plena Intifada- dec¨ªa Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar que "el levantamiento desde diciembre de 1987 ha demostrado fehacientemente los peligros del estancamiento producido por la incapacidad para llegar a un proceso de negociaci¨®n".
Una vez m¨¢s insist¨ªa en la necesidad de que dicho proceso se apoyara en las resoluciones 242 (1967) y 338 (1973) del Consejo de Seguridad, y teniendo en consideraci¨®n plena "los leg¨ªtimos derechos del pueblo palestino, incluido el de libre determinaci¨®n".
En la Memoria de 1989, el secretario general se esforzaba por comunicar la urgencia de su alarma a la comunidad internacional "por los enormes sufrimientos humanos que causa el que estas cuestiones sigan sin resolverse".
Se?alaba entonces que sus esfuerzos constantes por inducir un proceso de negociaci¨®n eficaz "causan desaliento por su falta de resultados". Y agregaba que "cuanto m¨¢s se posponga un proceso de esa ¨ªndole, mayores ser¨¢n las dificultades para iniciarlo y m¨¢s explosiva se ir¨¢ haciendo la situaci¨®n".
Se lleg¨® as¨ª hasta el momento dram¨¢tico que estamos viviendo. Cuando la Intifada enfrenta el inicio de su cuarto a?o, en un contexto de violencia exasperada, y cuando el mundo entero enfrenta un dram¨¢tico conflicto, con epicentro en el golfo P¨¦rsico.
Soluci¨®n compleja
En estas circunstancias, y con la autoridad de su previsi¨®n, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar ha, dicho lo que sigue en la memoria de este a?o de las Naciones Unidas:
"Durante todo el tiempo en que he desempe?ado el cargo de secretario general he insistido una y otra vez en la necesidad de una completa soluci¨®n de los complejos problemas que existen en la regi¨®n y he se?alado que el deterioro de la situaci¨®n en un ¨¢mbito, casi invariablemente tiene repercusiones en otro".
Ello, para concluir que "los sucesos que comenzaron el 2 de agosto de 1990 y el proceso que se puso en marcha de resultas de ello constituyen un claro ejemplo". De este modo, junto con destacar la "reacci¨®n hist¨®rica del Consejo de Seguridad" ante la invasi¨®n y pretendida anexi¨®n del Estado de Kuwait, el secretario general de las Naciones Unidas sugiere la conveniencia de que dicho organismo renueve su adhesi¨®n a las resoluciones 242 (1967) y 338 (1973). A su juicio, estas resoluciones, junto con los leg¨ªtimos derechos pol¨ªticos del pueblo palestino -Incluida la libre determinaci¨®n-, "pueden constituir la base de una paz justa y duradera en la regi¨®n".
Con el m¨¦rito de estos antecedentes, nuestra reflexi¨®n de hoy debiera orientarse a impulsar la acci¨®n que exigen conjuntamente la historia, la l¨®gica y la necesidad. Y no s¨®lo en el marco de la regi¨®n, sino en el marco pleno de la sociedad humana.
Porque si es cierto que los factores que impulsan la violencia siguen dominando en la regi¨®n, tambi¨¦n es cierto que globalmente viene desarroll¨¢ndose un claro esp¨ªritu de conciliaci¨®n, como fruto principal del Fin de la guerra fr¨ªa.
Para que este esp¨ªritu se imponga tambi¨¦n en el Pr¨®ximo Oriente hay que aprender a mirar los conflictos viejos con ojos nuevos. As¨ª se aprender¨¢ a no temer, por ejemplo, el reconocimiento de los derechos inalienables del pueblo palestino. Entre ellos, el derecho a la libre determinaci¨®n y a la independencia y soberan¨ªa nacionales y el derecho a regresar a sus hogares y propiedades.
S¨®lo de esta manera la cuesti¨®n de Palestina" podr¨ªa salir de la primera plana de las preocupaciones de las Naciones Unidas. Esperemos que as¨ª sea. Y al menor coste posible.
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