Roald Dahl
Hola, Roald. Tuve que enterarme de tu muerte muy de ma?ana, un fr¨ªo s¨¢bado oto?al en que bajaba a por el pan y el peri¨®dico. Ojal¨¢ lo hubiera sabido al anochecer, as¨ª tu recuerdo se habr¨ªa difuminado entre mis sue?os.Si aquella ma?ana era fr¨ªa, creo que la noticia la convirti¨® en g¨¦lida. Al ver tu foto en primera p¨¢gina y leer lo que se dec¨ªa, no pude menos que pararme y releer aquello que mi cabeza no hab¨ªa querido comprender.
Una l¨¢grima asom¨® a mis ojos y un sentimiento de abandono y tristeza me llen¨®. A pesar de todo, tuve que continuar mi camino hacia la panader¨ªa, volviendo as¨ª a una realidad que se me antoj¨® m¨¢s pragm¨¢tica de lo que antes me parec¨ªa.
Al regresar a casa, lo primero que hice fue leer el art¨ªculo que el peri¨®dico fatal te dedicaba. Cu¨¢l ser¨ªa mi sorpresa al ver que (prefiero pensar que s¨®lo se trataba de un error de imprenta y no de la obra de un perezoso) aquello m¨¢s que un art¨ªculo semejaba un panfleto de propaganda, en que el texto se repet¨ªa una y otra vez. Y para colmo, tu apellido mal escrito.
Pero lo peor, lo que realmente me enrabiet¨®, fue notar que no hab¨ªa sentimiento en lo escrito. As¨ª han de ser las noticias, supongo, pero no pude soportar que te ensalzaran sin probablemente haberte le¨ªdo.
Ahora se les llenar¨¢ a todos la boca con tu nombre. Todos comprar¨¢n tus libros para olvidarlos en alg¨²n polvoriento estante, y dir¨¢n que te valoran porque est¨¢s muerto. Me alegro de no compartir esa hipocres¨ªa.
No sabes cu¨¢ntas veces he pensado que ser¨ªa maravilloso charlar contigo. Quiz¨¢ pueda hacerlo alg¨²n d¨ªa, en otros mundos. Mientras, todos los ni?os, y los no tan ni?os, te echamos de menos, y te agradecemos habernos hecho nadar en chocolate, vivir en Dar es Salaam, vencer a brujas, ser intr¨¦pidos como Matilda, habernos re¨ªdo tanto de los adultos y, finalmente, volar solos, con nuestra imaginaci¨®n.-
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