El deporte en EE UU abre su conciencia social
Los casos de solidaridad en el golf, el f¨²tbol americano y el baloncesto, significativos
El deporte estadounidense ha descubierto que tiene una conciencia social. Esto sucede justamente cuando el resto del pa¨ªs retrocede en su preocupaci¨®n por los derechos civiles y la igualdad de sexos. No existe explicaci¨®n concreta, salvo que las ligas profesionales y los ¨®rganos directivos reconocen que han tardado en abrir sus puertas a las mujeres y los grupos minoritarios. Cuando la Liga de f¨²tbol americano (NFL) rechaza a Arizona como sede de la SuperBowl o una figura del peso del golfista Tom Watson, cinco veces ganador del Open Brit¨¢nico, renuncia a ser miembro de un club, en ambos casos como protesta por pol¨ªticas discriminatorias, el impacto es mayor que cuando hay manifestaciones o boicoteos.
?sa ser¨ªa la gran iron¨ªa: que el deporte, rinc¨®n habitual de mentes conservadoras, fuera la m¨¢quina del cambio durante el decenio de los noventa.Todo comenz¨® en Shoal Creek, sede del Campeonato de golf de la PGA norteamericana este a?o. Poco antes de su inicio, Hall Thompson, el fundador de este club de Alabama, afirm¨®: "No se discrimina a nadie m¨¢s que a los negros".
El torneo se celebr¨®, pero no antes de que varias empresas retiraran espacios publicitarios por m¨¢s de dos millones de d¨®lares y se sometiera a votaci¨®n la pol¨ªtica racista del golf en general.
La transformaci¨®n ocurrida en el deporte norteamericano desde entonces ha sido inmensa y trascendental, comenzando precisamente por el golf. Sus cuatro ¨®rganos directivos m¨¢s importantes son la US Golf Association, la organizadora del Open de Estados Unidos y la encargada de la normalizaci¨®n del reglamento; el PGA Tour, el responsable del circuito profesional; la Professional Golfers Association of America, la organizadora del Campeonato de la PGA, y la LPGA, responsable del circuito femenino. Todas, sin vacilar, han acordado rechazar como sede de sus cert¨¢menes cualquier club que practique la discriminaci¨®n.
"Creo que los clubes utilizan a la US Golf Association como un gu¨ªa en estos temas", declar¨® David Fay, director ejecutivo de este ¨®rgano. "Nuestra postura fomenta el cambio. No podemos dictar las condiciones de los miembros de los clubes privados, pero s¨ª las de los que desean albergar nuestras competiciones. No imponemos normas a la fuerza, pero s¨ª trabajamos mejor por consenso general. Creo que nuestra nueva pol¨ªtica es un ejemplo de esto", a?adi¨®.
Renuncia obligada
El PGA Tour, como cabeza del circuito masculino, ha obligado a cinco clubes a renunciar a sus obligaciones como sedes en 1991. Incluso al Cypress Point, un bello campo al borde del oc¨¦ano Pac¨ªfico y que habitualmente forma parte del AT & T Pebble Beach National Pro-Am. Seg¨²n Tim Finchem, comisionado diputado del PGA Tour, otros seis clubes est¨¢n negociando sus contratos y queda la posibilidad de que, por lo menos, dos m¨¢s se den de baja. El PGA Tour ha organizado 118 torneos en 1990 y, seg¨²n Finchem, m¨¢s de 50 se celebraron en campos privados. Mayor ser¨¢ el impacto en la US Golf Association, organizaci¨®n que representa a 7.000 clubes.Seg¨²n Fay, alrededor del 60% de las sedes pertenec¨ªan a clubes privados. Hasta la fecha ¨²nicamente un club con derecho para organizar un campeonato se ha dado de baja, el Saint Louis Country Club, en Ladu¨¦ (Misuri), sede del amateur femenino de 1992. Los dem¨¢s han afirmado que aceptar¨¢n a las mujeres y a otros grupos minoritarios.Sin embargo, el PGA Tour y la US Golf Association han dejado un margen para clubes que no consiguen introducir a mujeres o miembros de otros grupos minoritarios como miembros. Por ejemplo, el Castle Pines Golf Club, en las cercan¨ªas de Denver, no ha encontrado una persona de raza negra dispuesta a pagar la cuota, por lo que puede conservar su torneo."Creo que el circuito deber¨ªa exigir que cada club que sirva como sede en 1991 tuviera, por lo menos, un miembro negro", afirm¨® el reverendo Joseph Lowery, presidente de la Southern Christian Leadership Conference, uno de los principales grupos de derechos civiles de Estados Unidos. "Si Shoal Creek lo consigui¨® de modo r¨¢pido, los dem¨¢s tambi¨¦n podr¨¢n hacerlo. Han tenido seis meses desde que ocurri¨® el incidente de Shoal Creek. ?se es un tiempo suficiente para cualquier club con intenciones serias de integraci¨®n".Hasta el Augusta National Golf Club, en Augusta (Georgia), el club del Masters, el torneo m¨¢s prestigioso de golf junto al Open Brit¨¢nico, ha permitido el ingreso como miembro de una persona negra. Sin embargo, no todos cambian de postura. El Aronimink Country Club renunci¨® a ser sede del Campeonato de la PGA de 1993 insistiendo en que era injusto introducir a gente de grupos minoritarios antes que a otra que lleva esperando much¨ªsimo tiempo en las listas.
El 'caso Watson'
D¨ªas atr¨¢s, la decisi¨®n de Watson de renunciar a su condici¨®n de miembro del Kansas City Country Club porque ¨¦ste rehus¨® aceptar a un hombre de negocios jud¨ªo, aparentemente por su religi¨®n, ha sido la primera tomada por un jugador importante en este deporte. Por naturaleza, los golfistas tienden a ser de clase privilegiada. Larry Mize, uno de los cuatro de la junta de directores del PGA Tour, argument¨® que ser¨ªa injusto obligarlos a renunciar a ser miembros.Watson dijo que renunciaba a ser miembro del club porque su mujer e hijos son jud¨ªos. Desde entonces no ha querido hacer m¨¢s declaraciones. Pero otro colega, Mark McCumber, ha aludido a las conversaciones que mantuvo con Walson sobre este tema. "Watson me coment¨® que muchos presidentes de compa?¨ªas y directores de empresas suponen que toman decisiones sobre sus empleados con igualdad y, sin embargo, en sus vidas privadas se arrinconan en clubes segregacionistas", declar¨®; "es algo a lo que tenemos que enfrentarnos en este pa¨ªs. Eso es lo que Tom est¨¢ haciendo".
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