?P¨®nmelo!
En su no lejana visita a Holanda, el Papa conden¨® el divorcio, la sexualidad fuera del matrimonio, el aborto y la homosexualidad. Manifestantes que protestaban su presencia lanzaron al aire preservativos (confundidos en un principio por el p¨²blico con globos) de colores. Paralelamente, enfervorizados creyentes invocaban respetuosamente, sin desmayo, el nombre de Wojtyla. Unos y otros, revolviendo asuntos tantas veces tratados, practicaban un caracter¨ªstico hot / cold strip-tease, desvest¨ªan un santo para vestir a otro. La instrumentalizaci¨®n del preservativo como elemento simb¨®lico-discerniente en el que se condensan fuerzas ideol¨®gicas opuestas es en estos d¨ªas asunto de rabiosa actualidad.Al "p¨®ntelo, p¨®nselo" oficial se opone la postura, no menos oficial, de los obispos espa?oles, que desde su episcopado denuncian la campa?a del Ministerio de Sanidad y Consumo. Sus cr¨ªticas no logran sintetizar en dos palabras -como se hace en defensa de su postura desde el mensaje ministerial- la abstinencia sexual o la sexualidad reproductora. M¨¢s bien se formulan indicaciones, sugerencias y recomendaciones para (re)conducir comportamientos sexuales, que en su alocuci¨®n m¨¢s breve puede presentarse en una m¨¢xima, lema o eslogan del tipo "f¨¢rmac¨¦uticos del mundo entero, un¨ªos" contra la venta al menudeo del preservativo.
Realidad y deseo
Se hace del cond¨®n el ¨¢rbitro de una situaci¨®n que med¨ªa entre la realidad y el deseo. Y ya se sabe que "entre la Realidad y el Deseo de Cernuda est¨¢ el muro de la palabra", con una firma estampada de Francisco Pino. De Cernuda y de Roma. Porque muros de palabras, como "el sentido del pecado se ha perdido en el mundo moderno", construidos ladrillo a ladrillo por el Vaticano, se interponen en las conductas sexuales de los j¨®venes (y de otros sectores de poblaci¨®n no tan j¨®venes). El Vaticano, en su preocupaci¨®n por el resquebrajamiento sexual que impregna la urdimbre de (aparentemente) todas las sociedades, sentencia. Y sentencia deseosamente. Hace de su pensamiento un wishful (pero tambi¨¦n wistful) thought [un deseo, pero tambi¨¦n una tristeza].
El resquebrajamiento o, a fuer de pedanter¨ªa, desestructuraci¨®n a que alude la c¨²pula eclesial se descubre en una doble vertiente: por un rechazo societario de los viejos valores y moldes de comportamiento sexual y por la entronizaci¨®n en sociedad de una nueva moral sexual. Ante la acci¨®n de la sociedad, la reacci¨®n episcopal. Los viejos pecados -veniales y mortales- sexuales desaparecen para aparecer en su nueva forma: leves, graves y muy graves. La ausencia del sentido (literal) pecaminoso, venial-mortal, no obsta para la adopci¨®n de un nuevo cat¨¢logo que, dando salida a la l¨ªnea de pensamiento vaticanista, queda desbordado desde sus inicios por una pr¨¢ctica social alejada cada d¨ªa m¨¢s de la militancia fide¨ªsta.
La sempiterna acunaci¨®n nuevo l a lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Sirve en filosof¨ªa y en cocina, en sexualidad y en moral. A las nuevas formas de comportamiento sexual corresponden nuevos cat¨¢logos de conducta moral. As¨ª se revitaliza lo que huele a puchero viejo y rancio y se difunde lo periclitado. La enamorada (o el enamorado) de la baba de su marido (o esposa) no propagar¨ªan mejor sus amores. En tierras anchas llaman a esto enco?amiento.
Dos genitales, uno masculino y otro femenino, en su uni¨®n sin que medie la bendici¨®n de la Iglesia, forman un pecado muy grave, seg¨²n la doctrina papal, y adem¨¢s, sin m¨¦todos de barrera por medio, lo m¨¢s probable, un embri¨®n-feto-beb¨¦. Los mismos genitales no forman nada, a excepci¨®n del placer sexual unitivo, cuando el objetivo acumulador, virtualmente representado en la ecuaci¨®n de reproducci¨®n sexual, uno m¨¢s una igual a tres, desaparece de las mentes genitales con vocaci¨®n generacionista. En otras palabras, la eclesi¨¢stica presentaci¨®n nos dice que todo ¨®vulo, al igual que todo espermatozoide, para su uni¨®n, necesita de dos supuestos: haber pasado previamente por vicar¨ªa y desechar todo m¨¦todo anticonceptivo artificial -como puede ser el uso del preservativo-. De lo contrario se incurrir¨¢ en pecado. Viejo pecado. Pecado b¨ªblico. S¨®lo en el matrimonio reproductor se constituye "una sola carne", ?aunque sea carne envenenada, como en los casos de sida transmitidos de madres a hijos? ?Habr¨¢ tambi¨¦n que vestir de raso blanco a la parejita biol¨®gica para que su matrimonio gen¨¦tico se resuelva con todos los pronunciamientos favorables?
Uni¨®n gen¨¦tica
Lo que en el cielo se llama pecado, en la tierra se llama, entre otros t¨¦rminos, desviaci¨®n, aberraci¨®n, marginaci¨®n, anomia, perversi¨®n, estar colgado o descuelgue, seg¨²n el ¨¢ngulo de visi¨®n que tome la perspectiva. La lectura pecaminosa que hacen los defensores celestes de la uni¨®n gen¨¦tica amatrimonial es una lectura mucho m¨¢s condensada y rica en concentraci¨®n que la lectura terrenal que tiende a dispersarse en funci¨®n de la conducta sexual, como ha quedado dicho tres l¨ªneas m¨¢s arriba, en (des)calificaciones varias. Un genital masculino interrelacion¨¢ndose con un genital femenino sin bendiciones sociales no constituye pecado, pero s¨ª representa una lateralizaci¨®n en el hacer avalado por los valores y las inst¨ªtuciones societarias. En el mejor de los supuestos, cuando el comportamiento desviado se admite en sociedad, se admite a cambio de explicaciones y excusas, no necesarias en el caso de comportamientos legitimados. Cuando la uni¨®n entre lo masculino y lo femenino se transforma en uni¨®n masculina-masculina o femenina-femenina, lo sweet es m¨¢s tab¨², tanto en el cielo como en la tierra. Sin embargo, est¨¢ por hacer una tabla de equivalencias que especifique la relaci¨®n pecado / marginaci¨®n que corresponde a cada una de las m¨²ltiples combinaciones sexuales no legitimadas, civil o eclesi¨¢sticamente.
La legitimaci¨®n pertenece al imperio de la letra impresa. La sexualidad permitida no es, ?hay que decirlo?, la sexualidad permisiva, es la sexualidad restringida. La sexualidad legitimada es fruto de la mente humana. Los condicionamientos mentales marcan y encarrilan la sexualidad hasta el punto de invertir situaciones y deseos. Tantas veces parece que el seso (s¨ª, el seso) est¨¢ en la entrepierna y el sexo (s¨ª, el sexo) en la azotea. Pino, pensando po¨¦ticamente, dir¨ªa: "Hundirse en la inmensidad sin texto. Un anhelo".
La m¨²ltiple combinatoria sexual, si no ?limitada, tiende a incrementarse en el tiempo. En este sentido no hace m¨¢s que seguir los m¨¢s estrictos c¨¢nones del mundo que la ordena. Un mundo especializado, con tendencia a la superespecializaci¨®n (y a la apropiaci¨®n de t¨¦cnicos altamente cualificados), en consecuencia con sus propios postulados, no puede permanecer sexualmente anclado en la generalizaci¨®n y en el pasado. Si su mirada al horizonte es discriminatoria, corre el riesgo de ser llamado conservador, cuando no reaccionario. La credibilidad, su credibilidad, quedar¨¢ menoscabada. De hecho, a medida que la sexualidad se expande, ensanchando sus fronteras y especializando sus haceres, va incorporando elementos y factores que, sin ser espec¨ªficamente sexuales, permiten una comb¨ªnatoria, de esa naturaleza, de base cada vez m¨¢s amplia y, por, lo dem¨¢s, acumulativa. Un ejemplo aclarar¨¢ lo dicho.
Una uni¨®n sexual entre un ciudadano de Nepal y una ciudadana de Lesoto introducen elementos de organizaci¨®n social, pol¨ªticos, religiosos, geogr¨¢ficos, culturales, en definitiva extrasexuales, que configurar¨¢n la propia sexualidad de la uni¨®n. Uniones sexuales menos ex¨®ticas y menos dif¨ªciles se dan en la pr¨¢ctica, cada vez con m¨¢s frecuencia, a medida que el turismo, entre otros factores, aumenta progresivamente su implantaci¨®n social. Para frenar el ensanchamiento y la intensidad de frecuencia de la combinatoria sexual o de sus posibles consecuencias -embarazos no deseados, enfermedades de transmisi¨®n sexual- surgen mensajes-¨®rdenes de distinto cu?o que de mejor o peor grado concitan efectos-respuesta de adhesi¨®n y de rechazo. La pol¨¦mica del preservativo, en este sentido, constituye paradigma.
Por si esto fuera poco, un pronunciamiento del Papa en torno al comportamiento sexual humano, tan relativamente frecuente en ¨¦l, reconvierte situaciones por el simple hecho de que su palabra actualiza y recuerda las normas a seguir, con independencia del efecto o efectos que produzcan entre seguidores y detractores.
Tormentas m¨ªnimas
La suma er¨®tica-mental-evang¨¦lica del sexo, del seso y del sexto, por abreviar, la summa, no es una suma aritm¨¦tica, ya que en aqu¨¦lla el orden-prioridad de los sumandos altera el resultado. Resultado-efecto religioso que, a su vez, a diferencia del resultadoefecto matem¨¢tico, es m¨¢s el¨¢stico (y tambi¨¦n m¨¢s milagrero) desde el momento que las partes afectadas, adherentes y contestatarias, aun en el caso improbable de permanecer inm¨®viles en sus puestos, proyectan im¨¢genes en movimiento. Es la pr¨¢ctica del hacer creer. El oscurantismo religioso en su enfrentamiento a la campa?a oficial a favor del preservativo consigue dos alcanzables: propiciar una tormenta en un vaso de agua, y a su pesar, solidificar pol¨ªticas institucionales faltas de vitaminas.
En fin, la summa del pronunciamiento vaticanista logra introducir en los modelos de comportamiento sexual un factor desencadenante-conductor que, a trav¨¦s de complejos vericuetos, claramente dibujados unos y permanentemente ocultos otros, intenta alcanzar su meta final: desequilibrar la realidad de lo sexualmente establecido. Nuevamente la expresi¨®n religiosa desgrana sus contenidos de forma peculiarmente diferenciada: su desequilibrio estable se opone al equilibrio inestable societario.
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