Cuesti¨®n de fronteras
Ahora que en la crisis de Kuwait se acerca la hora de la verdad parece momento oportuno para recapacitar sobre las causas y los entresijos de este asunto.Las fronteras que nos resultan familiares en el Oriente Pr¨®ximo contempor¨¢neo no han cambiado desde 1920 salvo en Palestina, debido a la creaci¨®n del Estado de Israel en 1948 y por los conflictos que de este hecho se han derivado. Las fronteras de 1920 provienen de un reparto decidido por los vencedores de la 1 Guerra Mundial que, sin embargo, no han mantenido ninguna de las promesas anteriormente hechas a los nacionalistas, en especial a loa ¨¢rabes y a los kurdos.
Desde este punto de vista, Irak y Kuwait son dos creaciones igualmente artificiales. Algunos etn¨®logos sostienen que los kuwait¨ªes tienen m¨¢s afinidades con los ¨¢rabes saud¨ªes que con los iraqu¨ªes. Otros recuerdan que en la ¨¦poca otomana Kuwait formaba parte del Villayet de Basora. Lo que es cierto es que en 1898, aprovech¨¢ndose de la decadencia del imperio otomano, los brit¨¢nicos pudieron establecer una especie de protectorado sobre el peque?o puerto de Kuwait apoy¨¢ndose en la familia Al Sabah, establecida en ese lugar aunque era originaria de Medjas. Llegado el momento de los recortes territoriales, Gran Breta?a contribuy¨® ampliamente a imponer la existencia de Kuwait y de una zona neutral al oeste de este pa¨ªs. Al adjudicar a Kuwait las islas que cierran Chat El Arab y al limitar la salida de Irak al Golfo, a una estrecha franja de 19 kil¨®metros, las potencias occidentales sembraron los g¨¦rmenes de un futuro conflicto.
Aunque pueda considerarse que tanto Irak como Kuwait tienen legitimidades equivalentes en tanto que Estados, hay que admitir, pese a todo, que, en la imaginaci¨®n ¨¢rabe, Sadam Husein aparece como el descendiente de los ab¨¢sidas, mientras que Kuwait sigue teniendo la imagen de un protectorado ingl¨¦s. As¨ª es la realidad pol¨ªtica.
De hecho, los dirigentes iraqu¨ªes nunca han admitido en verdad la independencia de Kuwait y han contribuido a difundir entre la poblaci¨®n la idea de que este territorio les pertenece, de igual manera que Alsacia Lorena pertenece a Francia. Como m¨ªnimo, Irak desear¨ªa una rectificaci¨®n de fronteras que les diera un acceso al golfo P¨¦rsico, una salida que deber¨ªa consistir, esencialmente, en las dos islas de Warba y de Bubiyan. No es casualidad que tras la anexi¨®n del mes de agosto, el tercio norte del territorio de Kuwait con las dos islas en cuesti¨®n hayan sido adjudicados a la provincia iraqu¨ª de Basora, mientras que el resto del territorio se convert¨ªa en "la decimonovena provincia de Irak". Adem¨¢s de la fachada mar¨ªtima, Irak desea recuperar los campos petrol¨ªferos de Roumailah.
Las querellas territoriales forman la trama de la historia y la forma con que se plantea el problema de la frontera entre Irak y Kuwait no es especialmente original. El derecho internacional no puede por s¨ª solo regular los conflictos de este tipo como ya se ha visto, por ejemplo, a prop¨®sito del S¨¢hara occidental. Desde el punto de vista de la estabilidad del sistema internacional es importante que los cambios de fronteras se hagan dentro del orden, como ha sido el caso en Europa en 1989-1990. La agresi¨®n de Sadam Husein ha suscitado una reprobaci¨®n universal, pero no tanto por razones morales cuanto por el hecho concreto de que la mayor parte de los grandes pa¨ªses' contempor¨¢neos se hacen solidarios a la hora de guardar bien cerrada la caja de Pandora de las fronteras.
Las causas m¨¢s immediatas de la crisis actual son econ¨®micas. En su guerra contra Ir¨¢n, Bagdad se consideraba, con algunas razones, como el defensor de los intereses ¨¢rabes frente al fundamentalismo iran¨ª. Al rechazar obstinadamente la cancelaci¨®n de la deuda iraqu¨ª (15.000 millones de d¨®lares), el emir de Kuwait comet¨ªa un craso error pol¨ªtico que est¨¢ pagando hoy a un precio infinitamente m¨¢s elevado. Por otra parte, Irak siempre se ha opuesto a Kuwait y a los Emiratos ?rabes Unidos en lo referente al precio del petr¨®leo y nunca ha dejado de reprochar a estos pa¨ªses el que no respetaran las cuotas petroleras, siendo as¨ª ampliamente responsables de la ca¨ªda del precio del oro negro.
Despu¨¦s de la invasi¨®n, Estados Unidos se ha puesto a la cabeza de la coalici¨®n anti Sadam, con el apoyo siempre incondicional de Gran Breta?a, fiel esta ¨²ltima a su tradici¨®n proamericana y a su responsabilidad como creadora de Kuwait, por no hablar de sus intereses financieros en el Emirato.
Desde el mes de agosto al de noviembre Washington ha justlficado su despliegue militar de m¨²ltiples maneras, desde la in vocaci¨®n al petr¨®leo pasando por la de las armas qu¨ªmicas y nucleares. Para Estados Unidos, el jaque petrolero de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga va mucho m¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n del acceso al oro negro. De lo que se trata es del control de los recursos, y por eso, los japoneses, por ejemplo, no se sienten verdaderamente solidarios de los americanos. A los japoneses les importa poco que el petr¨®leo sea controlado por George Bush o por Sadam Husein siempre que puedan comprarlo. Tampoco les importa demasiado que el precio del petr¨®leo pueda subir moment¨¢neamente, ya que a corto plazo el alza de los precios de la energ¨ªa afecta m¨¢s a quienes les hacen la competencia que a ellos mismos y, a la larga, los mecanismos del mercado tienen siempre un reme dio, como as¨ª sucedi¨® en los a?os setenta. La cuesti¨®n de los intereses financieros en juego se parece a la del petr¨®leo. De los 100.000 millones de d¨®lares de inversiones de capitales p¨²blicos kuwait¨ªes en el extranjero, 29.000 han ido a parar a Esta dos Unidos, 16.000 a Gran Breta?a, 14. 000 a Oriente Pr¨®ximo, pero tambi¨¦n 17.000 a Jap¨®n. A t¨ªtulo de comparaci¨®n digamos que la parte correspondiente a Francia s¨®lo llega a los 1.000 millones. M¨¢s all¨¢ de los intereses econ¨®micos, el verdadero envite de la crisis es ahora la conquista del liderazgo en Oriente Pr¨®ximo. Estados Unidos tiene actualmente, una oportunidad, y todo indica que el presidente Bush. no va a dejarla escapar. Curiosamente, Am¨¦rica se halla en una situaci¨®n militar comparable a la de Irak. Para lanzarse a la aventura, Sadam Husein ha aprovechado las fuerzas reunidas a favor de la guerra contra Ir¨¢n. Bush puede responderle hoy con la misma moneda gracias a los medios acumulados por su predecesor y al fin de la guerra fr¨ªa que le permite dejar desguarnecida a Europa.
Desde un punto de vista m¨¢s estrecho, es evidente que la crisis de Kuwait a quien beneficia es al grupo de presi¨®n que representan las industrias militares americanas que antes del verano se lamentaban por el futuro de la industria armament¨ªstica. Es posible tambi¨¦n que la idea de sostener as¨ª la coyuntura econ¨®mica haya podido afectar a algunas determinadas mentes.
Para salir airoso de la prueba, Washington tendr¨¢ que aparecer como ganador, cosa que no ha conseguido todav¨ªa, tanto si hay guerra como si no la hay. Pero lo m¨¢s delicado vendr¨¢ despu¨¦s. Si Estados Unidos se instala como amo en Orient¨¦ Pr¨®ximo, a ¨¦l le tocar¨¢ asumir la responsabilidad de una reglamentaci¨®n global. Y no ser¨¢ s¨®lo la frontera entre Irak y Kuwait lo que estar¨¢ en juego, sino las fronteras de Israel y las condiciones de su seguridad, la soluci¨®n de la cuesti¨®n palestina, la cuesti¨®n de Siria y L¨ªbano, por no mencionar tambi¨¦n los problemas de las minor¨ªas, como la kurda.
Algunos parecen alegrarse y a otros les da miedo el que un orden americano pueda instalarse en Oriente Pr¨®ximo. Si tal fuese la salida de la crisis, el orden en cuesti¨®n s¨®lo ser¨ªa viable si Washington concentrara ahora toda su autoridad en la b¨²squeda de un acuerdo de conjunto aceptado por todos los ciudadanos del Oriente Pr¨®ximo.
Traducci¨®n: J. M. Revuelta
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