La famosa reinserci¨®n
No deja de ser gratificante para las instituciones no gubernamentales y congregaciones religiosas que luchan por los m¨¢s fundamentales derechos humanos, como la dignidad por ejemplo, el ver en los medios de comunicaci¨®n social un anuncio como el publicado por este peri¨®dico el 30 de noviembre de 1990, de p¨¢gina entera (p¨¢gina 25), en el cual una empresa "especializada en proporcionar seguridad" afirma tener la f¨®rmula para inmunizar a sus clientes contra cualquier plaga.En tal anuncio aparecen fotos, del tipo archivo de la polic¨ªa, de algunos presuntos delincuentes, ficticios creo yo, con iniciales de los nombres y sus respectivas actividades: estafadora, atraca dor, homicida, traficante de dro gas, etc¨¦tera (se han olvidado de los de guante blanco: corruptos, prevaricadores, traficantes de armas, de influencias ... ). Ahora bien. Pregunto a estos se?ores y a su agente publicitario: ?plaga? ?Es esto lo que tienen que decir mentes tan brillantes sobre un problema tan complejo, sobre el hombre mismo? ?Es ¨¦sta la respuesta de ciudadanos a quienes cometen un delito?
S¨ª. As¨ª queda claro cu¨¢l es la opci¨®n que se les ofrece: el rechazo absoluto. Ninguna alternativa. Ninguna v¨ªa de escape. Esa es la dichosa reinserci¨®n social que les brinda nuestra llamada sociedad civilizada.
Y el perro se muerde la cola. Y las c¨¢rceles siguen llen¨¢ndose de hombres y mujeres sin rumbo. Sin esperanza de un cambio de vida sustancial, a no ser por una muy f¨¦rrea voluntad y esfuerzo, propio y de algunos pocos. Porque esta dichosa reinserci¨®n, suponiendo que ser¨ªa la vuelta a la convivencia normal en una sociedad ideal o perfecta, y sobre eso mucho habr¨ªa que discutir, no les sirve de nada. Tal como est¨¢, s¨®lo para que hagan escuela en el crimen.
El delito hace da?o. Y nadie puede decir que est¨¢ libre de ello. Nadie puede escapar a los problemas, y al dolor, causados por el crimen. Y es evidente el fracaso de las prisiones, monumentos a la ruina de la sociedad, al no poder cambiar la conducta criminal. Todo lo contrario, pues la mayor¨ªa de los delincuentes vuelven a terminar con sus huesos tras las rejas porque, entre otras muchas causas, est¨¢n las actitudes que se expresan en dicho anuncio y las de sus anunciantes, que, desde luego, no ayudan mucho que se diga.
Para cambiar las cosas, para hacer efectiva una reinserci¨®n de personas, ?s¨ª, personas!, que por otro lado nunca estuvieron Insertas en esta sociedad (pues ?se puede encontrar lo que nunca fue perdido, sencillamente porque nunca se ha tenido?), hay que vencer las barreras de muchos moralismos, de muchas verborreas ret¨®ricas que, infelizmente, siguen actuando como si de poderosas drogas se tratara. Pero, y por desgracia, ¨¦stas son consideradas perfectamente aceptables y legales.
Y como dec¨ªa un bromista en su peculiar definici¨®n, el delincuente es un ciudadano com¨²n, pero que fue pillado...-
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