El t¨¢ndem del C¨¢ucaso
Era dif¨ªcil, creer en una ruptura entre Edvard Shevardnadze y Mija¨ªl Gorbachov. Su amistad no data, en efecto, de los ¨²ltimos a?os; los dos, originarios del C¨¢ucaso, pensaban en la perestroika mucho antes de que Gorbachov llegara al poder, cuando sus proyectos no eran m¨¢s que la opini¨®n de un peque?o grupo de disidentes. M¨¢s tarde, despu¨¦s de 1985, se hicieron inseparables formando un t¨¢ndem decisivo tanto en el bur¨® pol¨ªtico como en la escena internacional. Y en Mosc¨² se sab¨ªa que Gorbachov iba a proponer a Shevardnadze para la vicepresidencia de la rep¨²blica.As¨ª, cuando el jueves por la ma?ana se supo la noticia de la dram¨¢tica dimisi¨®n del ministro de Asuntos Exteriores, un diplom¨¢tico sovi¨¦tico en Londres se apresur¨® a declarar que se trataba de un gesto concordado, destinado a ayudar a Gorbachov contra la ofensiva de los conservadores y en especial de los militares. Por desgracia para el diplom¨¢tico, algunas horas despu¨¦s, el presidente en persona desment¨ªa la versi¨®n: en la breve declaraci¨®n al Congreso de los Diputados del Pueblo dijo que estaba sorprendido y contrariado por el gesto de Shevardnadze, critic¨® el m¨¦todo y no recogi¨® el grito de alarma del "avance del peligro de una dictadura en la URSS". Pero Gorbachov ha aparecido tan solo en la tribuna de la gran sala de congresos del Kremlin: habiendo perdido peso su fiel Y¨¢kovlev, despu¨¦s de la disoluci¨®n del consejo presidencial, y con la oposici¨®n de Shevardnadze. ?C¨®mo se explica la primera tensi¨®n entre los dos hombres?
"Los dem¨®cratas han desaparecido, los reformadores se esconden, la dictadura gana terreno. Nadie sabe qu¨¦ dictadura ser¨¢ ni qui¨¦n ser¨¢ el dictador. Dimito". el an¨¢lisis de Shevardnadze es sumario, pero revela bien la situaci¨®n. El d¨ªa antes, en un discurso m¨¢s elaborado pero no menos pesimista, el primer ministro, Nicol¨¢i Rizhkov, hab¨ªa dicho que "en la URSS no existe ni plan ni mercado" y la econom¨ªa va a la deriva. Habr¨ªa podido a?adir que el partido ya no funciona como estructura unificante y que el S¨®viet no ha sido capaz de sustituirlo. Para Rizhkov, la responsabilidad es de quien ha desviado deliberadamente la perestroika de su objetivo poniendo el punto de mira ¨²nicamente en el desmantelamiento del sistema social y pol¨ªtico existente.
Claro est¨¢ que los dem¨®cratas no comparten ese juicio, pues saben que las medidas para sanear la econom¨ªa puestas en marcha desde hace dos a?os han producido exactamente el resultado opuesto al que se pretend¨ªa. Por esto, parafraseando a Shevardnadze, "han desaparecido o se esconden"; por tanto, no es posible seguir por el mismo camino. Es necesario estabilizar la situaci¨®n y restablecer ese m¨ªnimo orden necesario para que la gente pueda trabajar, viajar, aprovisionarse; en pocas palabras: vivir.
De ah¨ª nace la cuesti¨®n del Ej¨¦rcito y de la polic¨ªa. Gorbachov podr¨¢ promulgar decretos relativos al respeto de los contratos y a la disciplina en las relaciones entre sujetos institucionales: si ninguna autoridad es capaz de controlarlos, ser¨¢n letra muerta.
Cualquier Gobierno, presidencial o no, debe apoyarse en un Ejecutivo que funcione; en este caso, el ministro del Interior debe perseguir a los que violan las leyes. Pero en los ¨²ltimos cinco a?os han cambiado cinco veces los ministros de Interior, y es poco probable que el reci¨¦n nombrado (el let¨®n Pugo) logre limpiar los sectores contaminados por la corrupci¨®n. Ni siquiera con la ayuda del general Gromov, que deber¨ªa apoyarle y que goza de una reputaci¨®n de hombre duro.
En esta situaci¨®n quedan s¨®lo dos grandes instituciones capaces de afrontar el caos: el KGB y el Ej¨¦rcito. Dos cuerpos separados, en los que se ejecutan las ¨®rdenes sin discutir y sin llenarse los bolsillos. Los dirigentes del KGB, empezando por el general Kriutchkov, tienden a moverse sin salirse de la ley para no ser acusados, como en el pasado, de arbitrariedad. Pero en una situaci¨®n "sin plan ni mercado" no es f¨¢cil entender qu¨¦ es legal y qu¨¦ no lo es.
Por ejemplo, si un grupo de ciudadanos ha almacenado en un hangar 28 toneladas de az¨²car y 13 toneladas de caviar, la cosa est¨¢ clara. Pero si los mismos ciudadanos han tenido la inteligencia de hacerse registrar como cooperativa, no es justificable el almacenamiento en periodos de escasez? El general Kriutchkov quiere que se clarifique este punto y otros, como el relativo a la financiaci¨®n extranjera de movimientos antisovi¨¦ticos y la propaganda de las emisoras americanas, que, por lo que parece, no est¨¢n informadas de que la guerra fr¨ªa ha terminado.
Para el Ej¨¦rcito, el problema es diferente pero no menos complejo. Los movimientos nacionalistas en las rep¨²blicas perif¨¦ricas no tienen antepasados democr¨¢ticos que reivindicar, la ¨²nica tradici¨®n a la que se pueden acoger es la de quien ha combatido con las armas en la mano contra los rojos. Para un militar sovi¨¦tico que se encuentre en los pa¨ªses b¨¢lticos, en Georgia o en la misma Ucrania, la exaltaci¨®n de los enemigos de ayer, quiz¨¢ colaboradores de los nazis, representa una grave provocaci¨®n. Es muy f¨¢cil objetarles que en un Estado de derecho se usan solamente argumentos pol¨ªticos, pero convencerlos no lo es tanto.
La c¨®lera de los militares se ha concentrado en Shevardnadze porque no han digerido que la Alemania unificada pertenezca a la OTAN y que pronto sea necesario repatriar, no se sabe bien ni ad¨®nde ni c¨®mo, a los 350.000 soldados sovi¨¦ticos all¨ª destacados. Ya en el ¨²ltimo congreso del PCUS, los delegados uniformados hab¨ªan intentado un verdadero proceso. Y desde entonces los ataques han ido aumentando, sobre todo a partir de su declaraci¨®n en Nueva York de que las tropas sovi¨¦ticas iban a implicarse en la guerra del Golfo. Su desmentida no ha servido. "Es una persecuci¨®n", dijo en el discurso de dimisi¨®n.
Pero la gota que ha colmado el vaso es seguramente la carta de los 53 altos dirigentes militares o civiles, escritores o acad¨¦micos, hasta el patriarca de todas las Rusias, Alex¨¦i II, en la que se ped¨ªa el estado de excepci¨®n para todas las rep¨²blicas en las que el separatismo es demasiado fuerte. Gorbachov no ha replicado a este llamamiento con la suficiente energ¨ªa, m¨¢s bien ha condenado a "las fuerzas destructivas" y ha examinado la posibilidad de un eventual estado de excepci¨®n en los lugares en los que peligra la vida de la gente. Entre ¨¦stos est¨¢ Georgia.
Tras la elecci¨®n de Zviad Gamsahurdia se ha iniciado un conflicto con los osetos del sur, minor¨ªa cat¨®lica que quisiera unirse a los osetos del norte, rep¨²blica aut¨®noma. Gamsahurdia los ha disuelto, a lo que han seguido varias muertes, porque los monta?eros osetos tienen, como los georgianos, el gatillo f¨¢cil. Es evidente que para Shevardnadze el r¨¦gimen de Tbilisi es odioso, pero piensa que puede ser abatido pol¨ªticamente, mientras que suspenderlo y ocupar militarmente Georgia conducir¨ªa a la guerra, a una espiral de violencia sin fin.
Por esto ha lanzado el peso de su dimisi¨®n en el plato de la balanza, como queriendo advertir a Gorbachov: "No te f¨ªes de quien quiere poner orden con la fuerza, porque si permaneciera en el poder ser¨ªa un poder intolerable".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.