Siete a?os de perd¨®n
EL GOBIERNO argentino, desde la recuperaci¨®n democr¨¢tica de 1982, ha sido en general timorato a la hora de enfrentarse con el estamento militar. Esta afirmaci¨®n es v¨¢lida tanto respecto de la dictadura disuelta en el absurdo de la guerra de las Malvinas como en relaci¨®n con los diferentes intentos golpista s que se sucedieron despu¨¦s contra los sucesivos Gobiernos de los presidentes Alfons¨ªn y Menem, hasta la ¨²ltima asonada de principios del presente mes de diciembre.Dicho en otras palabras, mientras el lenguaje de las autoridades civiles siempre era firme, su actuaci¨®n pecaba de pusilanimidad. No se explica de otra manera la decisi¨®n de sentar en el banquillo a los responsables de los siete a?os de dictadura para luego dejar la justicia en manos castrenses; asegurar que todos pagar¨ªan por sus cr¨ªmenes para luego promulgar la ley de obediencia debida; enviar a los criminales a la c¨¢rcel para luego indultarlos sin motivo verdadero.
En los ¨²ltimos tiempos, cada vez que los militares argentinos han decidido levantarse contra su Gobierno leg¨ªtimamente constituido, sus rebeliones han sido de corta duraci¨®n. Es posible que ello sea menos significativo de la permanente disposici¨®n de sectores del Ej¨¦rcito a traicionar a su naci¨®n que de su innata debilidad e incapacidad para establecer sus reales. Lo que dif¨ªcilmente les hace merecedores de un pragm¨¢tico tratamiento de pa?os calientes que el Gobierno de Menem est¨¢ dispuesto a darles en evitaci¨®n de una temida revancha. Dicho sea sin invocar el desprecio que una medida de perd¨®n generalizado implica para la m¨¢s evidente justicia. En cualquier caso, ni los decretos de perd¨®n ni las justificaciones legalistas de la medida podr¨¢n borrar la memoria hist¨®rica y reciente de las sociedades dem¨®cratas. El Informe S¨¢bato, por ejemplo, permanecer¨¢ en la conciencia de todos los seres humanos.
Aun as¨ª, ¨¦ste es el momento que ha escogido el presidente Menem para aplicar una misericordia que se entiende mal. El presidente argentino ha firmado un decreto de perd¨®n del que se beneficiar¨¢n los mandos militares que sojuzgaron Argentina entre 1976 y 1983, llen¨¢ndola de sangre y terror. Escandalosamente, la medida incluye el perd¨®n para Mart¨ªnez de Hoz, que, como superministro de Econom¨ªa de la Junta Militar, llev¨® a Argentina a la quiebra total.Esta magnanimidad se aplica tambi¨¦n a Mario Firm¨¦nich, que, como l¨ªder de la guerrilla urbana de los Montoneros, fue comparsa e instrumento de la terrible historia. En esta ocasi¨®n, la medida de gracia favorece a nombres tan unidos al horror de los siete a?os de represi¨®n como los de los ex comandantes de las Fuerzas Armadas y ex presidentes de la Junta Militar ex generales Jorge Videla y Roberto Viola; el ex almirante Emilio Massera -c¨¦lebre porque arrojaba a sus enemigos al R¨ªo de la Plata desde helic¨®pteros-; los ex generales Su¨¢rez Mazo, Camps y Ricchieri, conocidos asesinos y torturadores, y el ex brigadier Agosti, condenado por tortura. Todos estos personajes cumpl¨ªan o hab¨ªan cumplido condena por sus actos.
Resulta absurdo que, habiendo sido traum¨¢tico sentarlos a todos en el banquillo e imponerles fuertes condenas en su momento, se acuda ahora a indultarles cuando han dejado de tener importancia su trayectoria personal, sus reivindicaciones y la justificaci¨®n que pretendieron oponer a la condena de que eran objeto. Este segundo indulto generalizado se otorga a quienes fueron los protagonistas de la represi¨®n o de la depredaci¨®n financiera nacional. Con el primero de ellos, en octubre de 1989, fueron perdonados 280 civiles y militares por sus miles de tropel¨ªas, y s¨®lo porque las hab¨ªan cometido obedeciendo ¨®rdenes.Debe rese?arse, en honor de la sociedad argentina, que existe una s¨®lida oposici¨®n a la medida de gracia que quiere aplicar Menem. Sindicalistas, diputados, ciudadanos, se han opuesto a lo que una declaraci¨®n ha denominado la "irreparable claudicaci¨®n moral" del presidente. No existe raz¨®n para perdonar lo imperdonable, el sufrimiento est¨¦ril de un pueblo, con un acto que, como asegura el premio Nobel de la Paz Adolfo P¨¦rez Esquivel, "lejos de pacificar y reconciliar, no har¨¢ m¨¢s que culminar una cadena de concesiones" in¨²tiles al poder militar. Peor a¨²n, concediendo el perd¨®n por siete a?os de tropel¨ªas, dar¨¢ raz¨®n a lo irrazonable: justificar¨¢ la antigua falacia castrense de que los desmanes de la dictadura obedecieroa, a una verdadera guerra librada con honor contra los enemigos de la patria.
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