Tacitismo armado
CARCASAS DE fabricaci¨®n espa?ola fueron descubiertas entre los restos de las armas qu¨ªmicas utilizadas por el Ej¨¦rcito de Irak en los bombardeos de poblaciones iran¨ªes y kurdas registrados hace cuatro o cinco a?os. Era la ¨¦poca en que Sadam Husein, enfrentado en devastadora guerra al r¨¦gimen teocr¨¢tico de Jomeini, era todav¨ªa considerado el aliado de Occidente, y excepto las reacciones de algunas organizaciones pacifistas y de derechos humanos, aquellasmatanzas cuyas im¨¢genes ofrecieron las televisiones de todo el mundo apenas alteraron la buena conciencia de las naciones civilizadas.Que empresas espa?olas figuraban entre las suministradoras de armas -o elementos para fabricarlas- de los contendientes de la guerra irano-iraqu¨ª fue denunciado con pruebas desde al menos mediados de los ochenta. Ahora, un instituto especializado con sede en Estocolmo ha difundido el dato de que entre 1983 y 1987 empresas espa?olas suministraron al r¨¦gimen de Sadam instrumentos de guerra por un importe de unos 11.500 millones de pesetas.
Tales datos contrastan con una reciente respuesta parlamentaria del Gobierno seg¨²n la cual la junta interministerial encargada de controlar las exportaciones de armamento s¨®lo hab¨ªa autorizado en esos a?os la venta a Irak de los repuestos para una partida de helic¨®pteros adquiridos por el r¨¦gimen de Sadam en 1984. Similar respuesta obtuvo en 1987 el entonces diputado de la oposici¨®n Enrique Curiel cuando present¨® pruebas de la venta de granadas, proyectiles para ca?ones y cargas propulsoras oficialmente consignados con destino a Siria y Libia, pero cuyo destino final era Ir¨¢n.
El Gobierno espa?ol, como muchos otros, ha venido haciendo la vista gorda sobre ese tr¨¢fico. En un debate parlamentario celebrado en 1987, Felipe Gonz¨¢lez admiti¨® la posibilidad de que los destinos oficialmente consignados en las autorizaciones no fueran los finales, limit¨¢ndose a afirmar que el Gobierno "hace lo posible para evitar que tal cosa se produzca". Sin embargo, las posibilidades de contrastar hasta qu¨¦ punto ello es as¨ª son bastante limitadas: las actas de la comisi¨®n interministerial que tramita las autorizaciones han sido declaradas materia clasificada, esto es, secreta, por lo que investigar su contenido podr¨ªa ser considerado delictivo. El argumento tradicional en favor de la exportaci¨®n de armas es que sin ella no ser¨ªa viable una industria b¨¦lica nacional, la existencia de la cual es a su vez condici¨®n para reducir la dependencia de nuestra defensa respecto a otros pa¨ªses. Esa dependencia, que era hace 10 a?os del 70%, ha ido reduci¨¦ndose paulatinamente a lo largo de la d¨¦cada, y ya en 1987 era s¨®lo del 40%, habi¨¦ndose convertido Espa?a en el octavo suministrador mundial de material b¨¦lico.
Los efectos del descontrol de ese tr¨¢fico son hoy particularmente visibles en el aventurerismo de Sadam. Por otra parte, acuerdos como los de Washington y Viena sobre control de armamento en Europa indican que lo que hace una d¨¦cada parec¨ªa ut¨®pico es hoy posible. Se impone, entonces, un debate nacional sobre la cuesti¨®n. El tacitismo practicado por el Gobierno deber¨ªa dar paso a una mayor transparencia. Si es inevitable mantener una industria nacional de defensa, debe decirse as¨ª y hacer part¨ªcipe al Parlamento de las decisiones que afecten a las no menos inevitables limitaciones a la exportaci¨®n. Y si, por el contrario, la situaci¨®n internacional permite pensar en una din¨¢mica de desarme, habr¨¢ que plantear abiertamente -implicando en el debate a los sindicatos- las posibilidades de reconversi¨®n de una industria que actualmente da trabajo a cerca de 100.000 espa?oles.
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