La recesi¨®n en EE UU quebranta la econom¨ªa mundial
El autor afirma que Irak ha asestado, a los americanos y al mundo, un shock de oferta que empeora la inflaci¨®n a corto plazo y se pregunta ?por qu¨¦ se ha actuado tan remisamente para paliar la actual recesi¨®n econ¨®mica? Su opini¨®n es que el doctor Greenspan debe cargar con alguna culpa, cuando es la Reserva Federal quien puede emplear sus instrumentos de dinero f¨¢cil para revivir la econom¨ªa americana y asegurarse de que ¨¦sta no arrastre al mundo a una recesi¨®n en 1991.
Ya es casi oficial: Am¨¦rica se encuentra en una recesi¨®n. Cae la producci¨®n. Crece el desempleo. Se resienten los beneficios.Hasta el presidente Bush ha empleado p¨²blicamente la temida palabra que empieza con r. Pero ha tranquilizado a la gente: cualquier recesi¨®n ser¨¢ corta y poco profunda.
Me reservo el juicio sobre este punto. Ateng¨¢monos a los hechos e intentemos anal Izar lo que, probablemente, signifiquen para Europa y Asia y para los mercados financieros y de bienes en Norteam¨¦rica.
Una reciente encuesta, realizada entre los 50 principales de los mayores bancos, sociedades y universidades de Estados Unidos, revela que el 80% de ellos prev¨¦ que el PNB real estadounidense ser¨¢ inferior la pr¨®xima primavera al del oto?o pasado.
Las importaciones americanas ya han disminuido. Si no se toma en cuenta el alto precio que pagan los estadounidenses por el petr¨®leo, parece que la ca¨ªda de las importaciones es a¨²n m¨¢s acelerada.
Recorte de importaciones
Cuando las importaciones se reducen por causa de una recesi¨®n econ¨®mica, ello implica una venta reducida de los productos japoneses y coreanos en Estados Unidos. Italia, Espa?a y el Reino Unido corren un peligro semejante de verse defraudados en sus expectativas de exportaciones a Norteam¨¦rica.
Las importaciones de autom¨®viles est¨¢n bajando. El ¨²nico coche estrella del mercado es el Honda japon¨¦s. Pero, en estos momentos, la mayor¨ªa est¨¢ siendo producida en Estados Unidos. A medida que el d¨®lar se debilita en el mercado extranjero de tipos de cambio flotantes, los fabricantes norteamericanos se han hecho un poco m¨¢s competitivos. Tampoco se vislumbra a¨²n el final de la depreciaci¨®n del d¨®lar.
?Qu¨¦ se puede decir de la escalada militar americana en el golfo P¨¦rsico? ?Supondr¨¢ ello una inyecci¨®n de dinero para la econom¨ªa mundial, tal y como ocurri¨® en 1950 con la implicaci¨®n de Estados Unidos en la guerra de Corea?
La respuesta depende de si habr¨¢ guerra o no a principios de este a?o. Si Irak es capaz de contener el ataque de las fuerzas combinadas de las Naciones Unidas, la aceleraci¨®n de la actividad militar empezar¨¢ a caldear la econom¨ªa mundial.
Por otro lado, si prevaleciera un comp¨¢s de espera inerte y prolongado, pues Sadam Husein est¨¢ soportando con ¨¦xito las sanciones del embargo, la mayor parte del coste empleado para intentar contenerle supondr¨¢ agotar las existencias del armamento militar americano y requisar a los objetivos civiles algunos cientos de infles de su fuerza de trabajo potencial. Ello no implicar¨ªa una producci¨®n suplementaria.
El mundo podr¨ªa preguntarse: ?por qu¨¦ no pueden las autoridades americanas, en esta era poskeynesiana, conseguir revivir las perspectivas de un aterrizaje suave y seguro? ?Por qu¨¦ no puede la Reserva Federal emplear sus instrumentos de dinero f¨¢cil para revivir la econom¨ªa americana y asegurarse de que ¨¦sta no arrastre al mundo a una recesi¨®n en 1991?
En primer lugar, quiero dejar bien claro que la pol¨ªtica monetaria de la Reserva Federal es la ¨²nica arma hoy posible para la estabilizaci¨®n de la macroeconom¨ªa. La pol¨ªtica econ¨®mica de Reagan en la d¨¦cada de los ochenta nos ha legado la envenenada herencia de un d¨¦ficit presupuestario estructural y cr¨®nico. Ha tirado por la borda cualquier esperanza de emplear la pol¨ªtica presupuestaria como programa para el est¨ªmulo econ¨®mico.
Invertir la inflaci¨®n
En segundo lugar, es necesario que se entienda que no existe ninguna tendencia inherente al sistema americano de mercado que acabe espont¨¢neamente e invierta una inflaci¨®n de tan lento crecimiento como la presente. A medida que los europeos del Este olvidan sus ilusiones socialistas y apuestan por una mayor utilizaci¨®n del capitalismo, deben entender que las recesiones no son cosa del pasado.
A la larga, es evidente que existen algunas fuerzas de mercado que llevar¨¢n a restablecer las oportunidades de empleo. La nueva Escuela de las Expectativas Racionales se equivoca si piensa que el sistema econ¨®mico tiende, a corto plazo, al pleno empleo sin inflaci¨®n: la recesi¨®n de 1980-1982 nos ense?¨® esa lecci¨®n.
De acuerdo entonces en que la Reserva Federal es la ¨²nica esperanza norteamericana para mejorar la inestabilidad del capitalismo. ?Por qu¨¦ no me siento optimista en cuanto a que el presidente federal Alan Greenspan pueda llevar a cabo en 1990-1991 lo que el presidente federal Paul Volcker consigui¨® en 1982: su inteligente uso de medidas discrecionales de dinero abundante para lanzar la larga recuperaci¨®n mundial de la d¨¦cada de los ochenta?
Desgraciadamente, el doctor Greenspan se ve forzado a trabajar con los colegas designados por el presidente Reagan y con los 12 presidentes regionales del Banco de la Reserva Federal, a quienes el propio Greenspan contribuy¨® a nombrar.
Por lo menos tres de los 12 miembros con voto del Comit¨¦ Federal del Mercado Abierto se niegan a promover tasas menores de inflaci¨®n ni cr¨¦ditos f¨¢ciles. Est¨¢n obsesionados con la cruzada de conseguir para 1995 la estabilidad del nivel de precios. Est¨¢n dispuestos a aceptar el coste de una o m¨¢s recesiones, o incluso un paro mundial, que, a la postre, pagar¨¢ el hombre de la calle en todas partes.
La mayor¨ªa de las autoridades de la Reserva Federal es m¨¢s razonable, menos dogm¨¢tica que los monetaristas Impenitentes. ?Por qu¨¦, entonces, se ha actuado tan remisamente para paliar esta recesi¨®n?
Me temo que el doctor Greenspan deba cargar con alguna culpa. Se ha vuelto hamletiano, temeroso de tomar decisiones, y ha estado confundiendo al Congreso y al Mercado Monetario con sermones bien intencionados. Es triste contemplar al gobernador de un banco emisor perder la cabeza. (?Mucho peor a¨²n es contemplar c¨®mo el gobernador de un banco emisor se empe?a en seguir un camino que le lleva al desastre!)
S¨ª, la Reserva Federal debe aplicar su est¨ªmulo antirrecesivo bajo la constricci¨®n real de los altos y crecientes tipos de inter¨¦s de Alemania y Jap¨®n.
S¨ª, Irak nos ha asestado, a los americanos y al mundo, un shock de oferta que empeora la inflaci¨®n a corto plazo.
Tipos de inter¨¦s
Pero no, esto no implica que la Reserva Federal, cuando intente reducir los tipos de inter¨¦s a corto y a largo plazo, no consiga influir en la econom¨ªa real, sino s¨®lo alimentar las expectativas de inflaci¨®n.
No, Wall Street y los gnomos de Z¨²rich no se ver¨¢n asaltados. por el p¨¢nico inflacionista si ven al Fed navegando contra el viento de la recesi¨®n. Saben c¨®mo distinguir entre la inflaci¨®n fundamental y una subida de precios de una vez para siempre y de car¨¢cter efimero.
El banco emisor no puede ser independiente por mucho tiempo en una democracia. O bien la Reserva Federal vuelve a sus cabales por s¨ª misma, o tendr¨¢ que obedecer a las fuerzas que se desaten cuando el desempleo se eleve por encima del 7%.
Los hechos no justifican a¨²n el temor de que el mundo se est¨¦ hundiendo. Sin embargo, s¨ª alerta a la gente de todas partes sobre el hecho de que el largo boom americano de la d¨¦cada de los ochenta ya forma parte de la historia.
es premio Nobel de Econom¨ªa.Traducci¨®n de Nena Schwartz.
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