Control de calidad

LA ACEPTACI?N por la inmensa mayor¨ªa del profesorado universitario de un nuevo r¨¦gimen de retribuciones que incorpora complementos salariales en funci¨®n de la calidad y rendimiento de la actividad docente e investigadora puede suponer un precedente importante para el futuro no s¨®lo de la Universidad, sino, en cierto modo, de toda la funci¨®n p¨²blica. A nadie se le oculta, sin embargo, la dificultad de evaluar la actividad del profesorado. No exist¨ªan precedentes en Espa?a, aunque s¨ª en otros pa¨ªses, y, sin duda, pueden haberse producido errores o injusticias, que deben ser subsanados por la v¨ªa de los recursos pertinentes. De hecho, de los escasos datos de que se dispone parece deducirse que los comit¨¦s de evaluaci¨®n han sido bastante m¨¢s duros con los profesores titulares que con los catedr¨¢ticos, lo que evidenciar¨ªa un cierto sesgo corporativo.Pero ser¨ªa muy grave que esta interesante iniciativa se viniera abajo a las primeras de cambio. Los criterios de flexibilidad m¨¢xima recomendados por la Administraci¨®n para la primera evaluaci¨®n de la actividad docente, encomendada a las propias universidades, determinaron que pr¨¢cticamente todos los profesores se beneficiaran de los correspondientes complementos. No hubo entonces protestas. ?stas se producen cuando la evaluaci¨®n de la actividad investigadora, encomendada a instancias externas a las universidades, da como resultado un porcentaje de profesores con resultados negativos, que se sit¨²a alrededor del 30% de los que se sometieron voluntariamente a ella y del 50% del total de los complementos salariales solicitados.

Lo menos que cabe decir (cuando no se conocen los casos particulares, porque el car¨¢cter confidencial de los informes no permite otra cosa) es que resulta sorprendente que un aprobado general no suscite protestas, y s¨ª las provoque el que haya suspensos. Las acusaciones de amiguismo y hasta de politizaci¨®n contra los comit¨¦s encargados de la evaluaci¨®n son muy graves, pueden ser tan injustas como la supuesta injusticia que se denuncia, y adem¨¢s deben demostrarse. Aparte de que no se comprende muy bien la resistencia de ciertos sectores de la docencia universitaria a aceptar los resultados de una evaluaci¨®n sobre su trabajo cuando una parte de ese mismo trabajo consiste, precisamente, en evaluar a sus alumnos. La sociedad pone en sus manos una potestad de la que depende nada menos que el futuro de cientos de miles de j¨®venes, y apenas nadie se permite cuestionar tal potestad. De ah¨ª que resulte chocante el empe?o de algunos en descalificar la capacidad de la comunidad universitaria y cient¨ªfica para evaluar justamente.

La Administraci¨®n se propone publicar los resultados globales de la evaluaci¨®n de la actividad investigadora (los de la actividad docente carecen de inter¨¦s, porque el aprobado general no permite matices), con lo que la opini¨®n p¨²blica en general y los usuarios del sistema universitario en particular dispondr¨¢n de una informaci¨®n a la que tienen derecho. Otra cosa es si a esos datos se les quiere dar el valor de clasificaci¨®n.

En primer lugar, la calidad y rendimiento de la investigaci¨®n de los departamentos universitarios es un elemento importante de valoraci¨®n, pero no el ¨²nico. En segundo t¨¦rmino, hay que darle a una primera evaluaci¨®n de esta naturaleza el valor experimental que tiene, dada la falta de experiencia. En tercer lugar, conviene recordar a la Administraci¨®n que el n¨²cleo de la estructura del sistema universitario es hoy, a partir de la Ley de Reforma Universitaria, el departamento, y no la facultad o la escuela, unidades administrativas que incluso no existen ya en las universidades de reciente creaci¨®n. Conocer, aunque s¨®lo sea aproximadamente, la calidad de la investigaci¨®n que se desarrolla en los diversos departamentos de las universidades representar¨ªa, en todo caso, una informaci¨®n mucho m¨¢s ¨²til para los estudiantes de los ¨²ltimos cursos que para quienes est¨¢n a punto de ingresar en la Universidad.

De ah¨ª que el valor de una clasificaci¨®n de esas caracter¨ªsticas ser¨ªa dudosamente ¨²til para quienes pretendan acogerse a la capacidad de elecci¨®n de centros que abrir¨¢ el futuro distrito ¨²nico o compartido. Los estudiantes graduados o a punto de licenciarse podr¨¢n, sin embargo, saber mejor d¨®nde y con qui¨¦n realizar sus estudios del tercer ciclo o del doctorado, pieza fundamental de la ense?anza superior, a veces incomprensiblemente olvidada cuando se habla de la Universidad, y de la que, al menos en teor¨ªa, depende la formaci¨®n de las verdaderas ¨¦lites universitarias. En todo caso, es conveniente recordar que las clasificaciones de las universidades constituyen una pr¨¢ctica habitual en un buen n¨²mero pa¨ªses de nuestro entorno, sin que por ello nadie se rasgue las vestiduras.