Don Alfonso y don Hugo
Tiempos duros, democr¨¢ticos y sorprendentes, proclives a la aparici¨®n de fen¨®menos exclusivos y caracter¨ªsticos de nuestra sociedad, que los ampara y alimenta. Fen¨®menos populares, de maniquea resonancia, que fomentan su popularidad como parte fundamental del ¨¦xito. En su pro, las connotaciones pol¨¦micas que de ellos se derivan, imprescindibles para mantener intacta la din¨¢mica y la capacidad de cr¨ªtica de un pensamiento social tan cambiante e inierto como el nuestro; la ¨¢vida necesidad del ciudadano por engullir la noticia de sus correr¨ªas, para erigirse en implacables detractores o ben¨¦volos partidarios, para mantener el nivel de discusi¨®n social en los c¨ªrculos de amigos, de trabajo o en el bar de la esquina, en definitiva. En su contra, su peligroso titubear en la cuerda floja, sus peregrinos razonamientos entre lo desvergonzado y lo demag¨®gico, que en la mayor parte de los casos desemboca simplemente en la hilaridad general, propia de la provocada por los personajes histri¨®nicos. Fen¨®menos como don Alfonso y don Hugo. Ambos se desenvuelven como pez en el agua en el dif¨ªcil campo existente entre la sutil provocaci¨®n ¨ª?nica y el ataque directo. No se trata de cuestionar su talla o acierto en sus respectivos cometidos, sino simplemente apuntar que su forma (tan importante a veces sobre el fondo) hace de ellos merecedores del t¨ªtulo de impresentables cum laude en sus terrenos. Claro que, en definitiva, es un t¨ªtulo autoconcedido a pulso, desde el momento en que fomentan positivamente esta cuesti¨®n de imagen hasta rebasar los l¨ªmites de la verg¨¹enza ajena. Uno de ellos parafrasea a Is¨®crates ("La elocuencia es el arte de abultar las peque?as cosas y de disminuir las grandes") y, como un pat¨¦tico gato panza arriba, escupe su hiel contra todo lo que se mueve, en una lamentable demostraci¨®n de irrazonado desprop¨®sito dial¨¦ctico, que, en el mejor de los casos, s¨®lo lleva a la sonrisa ir¨®nica, si no a la compasi¨®n. El otro esconde su manifiesta Inmoralidad deportiva con declaraciones y comportamientos inveros¨ªmiles, propios no ya de un deportista, sino de un guerrero a sueldo de una mafia de baja estofa.Son muchos los que claman contra sus necedades, sus injustificadas payasadas, que ¨²nicamente contribuyen a ensuciar sus propias profesiones, que tan ?leg¨ªtimamente representan. Pero tan preocupante como ellos es la aquiescencia de aquellos que los justifican por representar valores y esquemas m¨¢s all¨¢ de sus penosos comportamientos. Aquellos socialistas y madridistas que sean conscientes de lo que ser esto representa encontrar¨¢n la presencia de estos desestabilizadores tan inc¨®moda como un callo en el pie o un grano en la nariz. Al fin y al cabo, como bien dice don Hugo, no es m¨¢s que una "cuesti¨®n est¨¦tica".-
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.