La hora del Oso del Desierto
El general de cuatro estrellas H. Norman Schwarzkopf, comandante jefe de las fuerzas aliadas
En el zool¨®gico militar del desierto, al hist¨®rico Zorro, Rommel, el mariscal del III Reich alem¨¢n, se une ahora el tambi¨¦n ya hist¨®rico Oso militar norteamericano, el general llamado a devolver al Ej¨¦rcito de Estados Unidos el orgullo y la gloria humilladas y abandonadas hace dos d¨¦cadas en los pantanales vietnamitas.El general de cuatro estrellas H. Norman Schwarzkopf fue la tercera persona que conoci¨® la orden de ataque contra el Ej¨¦rcito iraqu¨ª decretada el mi¨¦rcoles 16 de enero de 1991 por el presidente George Bush. La dram¨¢tica decisi¨®n de Bush se plasm¨® por escrito en una escueta nota ultrasecreta que lleg¨® firmada al secretario de Defensa, Richard Cheney, quien inmediatamente la pas¨® al general Colin PoweIl, jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor norteamericana, que estaba alertado de la misiva y que la transmiti¨® en clave al general Schwarzkopf, en el cuartel general de las fuerzas estadounidenses en Riad.
Minutos despu¨¦s del go ahead (adelante), cientos de cazabombarderos iniciaban su violento y preciso ataque contra las posiciones iraqu¨ªes.
Norman Schwarzkopf naci¨® en Trenton (Nueva Jersey) el 22 de agosto de 1934, y se gradu¨® en la selecta Academia Militar de West Point en 1956 como segundo teniente de Infanter¨ªa. Ten¨ªa 22 a?os y comenzaba as¨ª una brillante y mete¨®rica carrera que le ha llevado a la c¨²pula de las Fuerzas Armadas m¨¢s poderosas de la Tierra. Posee uno de los historiales m¨¢s impresionantes que se puedan encontrar en los archivos del Pent¨¢gono. En su hoja de servicios figuran puestos relevantes en toda la escala del Ej¨¦rcito de Tierra, al que pertenece, y misiones especiales en Vietnam y en las invasiones de Granada y de Panam¨¢.Acusaciones
Como joven capit¨¢n, en Vietnam primero estuvo asesorando al Gobierno de Saig¨®n y entrenando y dirigiendo a los soldados nativos. M¨¢s tarde, ascendido a comandante, dirigi¨® el Primer Batall¨®n y las divisiones de Infanter¨ªa 6a y 231, que pelearon en aquella maldita guerra del sureste asi¨¢tico. Se le acus¨® de ser responsable de la muerte de varios soldados en combate, pero las investigaciones posteriores le exoneraron por completo.
Schwarzkopf, que despu¨¦s de acabar en West Point estudi¨® en la Universidad del Sur de Califorma un master en ingenier¨ªa de misiles teledirigidos, reforz¨® su preparaci¨®n militar con diversas experiencias y responsabilidades burocr¨¢ticas y pol¨ªticas en el organigrama del Pent¨¢gono.
Varias medallas y condecoraciones, entre ellas tres estrellas de bronce y dos corazones p¨²rpura por heridas recibidas en combates en Vietnam, redondean una biograf¨ªa militar impresionante.
Su misi¨®n en la pen¨ªnsula Ar¨¢biga no llev¨® a este "Oso de cuatro estrellas" por primera vez a la aridez y dureza de los desiertos de Oriente Pr¨®ximo. Con 12 a?os vivi¨® un a?o en Teher¨¢n, donde su padre, teniente general, entren¨® a la polic¨ªa imperial del sha durante la II Guerra Mundial.
Como comandante en jefe de las fuerzas militares en Arabla Saud¨ª, desde el primer momento ha jugado un doble papel como soldado y como diplom¨¢tico (diplomacia que ha tenido que utilizar discretamente para limar las soterradas diferencias en la vieja guerra que mantienen el Ej¨¦rcito y la Marina).
Y en sus frecuentes declaraciones period¨ªsticas queda su deseo de evitar una guerra que abiertamente pronosticaba que estaba perdida para las fuerzas iraqu¨ªes de Sadam Husein.
Ahora parecen prof¨¦ticas algunas de sus declaraciones, en las que siempre confi¨® en que la diplomacia conseguir¨ªa evitar el desastre de una guerra. En una entrevista con The New York Times, publicada el pasado 2 de noviembre, dec¨ªa que sus tropas podr¨ªan arrasar Irak, pero advert¨ªa que la destrucci¨®n total del pa¨ªs invasor de Kuwait ser¨ªa negativa a largo plazo "para el equilibrio de poderes de esta regi¨®n".
En la entrevista, Schwarkopf mostraba prof¨¦ticamente su escepticismo sobre el poder real del Ej¨¦rcito de Sadam Husein y dec¨ªa: "Los misiles iraqu¨ªes tendr¨ªan un efecto muy modesto en el desarrollo de cualquier batalla, porque son inadecuados y porque Irak dispone de un n¨²mero relativamente peque?o de plataformas lanzamisiles". El general expres¨® asimismo sus dudas sobre la capacidad de los iraqu¨ªes para instalar cabezas con armas qu¨ªmicas en sus misiles.
En esas mismas declaraciones (ver EL PA?S del 3 de noviembre), expresaba su opini¨®n sobre la preparaci¨®n del medio mill¨®n de soldados iraqu¨ªes desplazados al frente kuwait¨ª y dec¨ªa que los miembros de la Guardia Republicana de Irak, las unidades de ¨¦lite, mucho mejor entrenadas que el resto de las fuerzas de Sadam Husein, hab¨ªan sido dispuestas lejos del frente, dejando en las posiciones m¨¢s expuestas a un ataque aliado a los peores elernentos del Ej¨¦rcito, "quienes saben que han sido puestos all¨ª para morir, de ah¨ª que su moral sea baja", dec¨ªa Schwarzkopf.
El poderoso general de cuatro estrellas, protagonista principal de la guerra del golfo P¨¦rsico, piensa de s¨ª mismo que, a pesar de su aspecto de ogro, "en ciertas circunstancias" puede parecer m¨¢s bien "un oso de peluche". "Pero si vamos a la guerra, no tengo ninguna duda que la imagen que voy a dar a Sadam Hu sein y al enemigo es la de un oso furioso y terrible", dec¨ªa en otra reciente entrevista el general norteamericano.
"Har¨¦ todo lo que pueda para destruirlos salvajemente lo m¨¢s r¨¢pido posible", a?ad¨ªa. "Y la raz¨®n para hacerlo es porque soy un oso de peluche y quiero a mis soldados, a mis marines, y no quiero verlos morir". Reitera una y otra vez que la "mejor batalla es la que se gana sin disparar un tiro".Instintos asesinos
La figura de este Oso del Desierto (unas veces de peluche, otras de instintos asesinos), vestido en traje de campa?a y rodeado de guardaespaldas con fusiles M-16 y chalecos antibala, se ha hecho especialmente popular entre las tropas de los pa¨ªses aliados particiliantes en el ased'o b¨¦lico contra Sadam Husein.
"(Schwarzkopf) se ha convertido en una figura casi legendaria entre los soldados brit¨¢nicos", dec¨ªa a Reuter un oficial ingl¨¦s. "Habla el lenguaje de los soldados, y eso es lo que quieren las tropas; tienen una gran confianza en ¨¦l y lo ven como un hombre fuerte y decisivo", a?ad¨ªa el militar brit¨¢nico.
Desde el primer momento de su llegada a Arabla Saud¨ª, con los primeros contingentes norteamericanos enviados tras la invasi¨®n de Kuwait el 2 de agosto, Schwarzkopf ha tenido l¨ªnea directa con el general Colin Powell, jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor norteamericano ("es mi oso preferido", dir¨ªa Powell ante una comisi¨®n del Senado).
Cada tarde, desde donde quiera que se encontrara en el gigantesco campo de operaciones de Arabia Saud¨ª, Schwarzkopf hablaba a trav¨¦s de un exclusivo tel¨¦fono rojo con su superior, Colin Powell.
Y a veces lo hac¨ªa con el mismo presidente Bush, que no dud¨® de los consejos del general, partidario insistente durante meses de evitar la guerra, pero decidido a llegar hasta el final si, fracasados todos los intentos diplom¨¢ticos, recib¨ªa el go ahead, la orden de ataque.
Casado con Brenda Holsinger y padre de tres hijos -Cynthia, Jessica y Christian-, este nuevo h¨¦roe americano puede acabar la guerra del Golfo convertido en un verdadero Rambo del desierto, pasto de abundante material para la industria cinematogr¨¢fica norteamericana para los pr¨®ximos meses o a?os. Voluminoso y extravertido, parece m¨¢s bien el protagonista permanente de una pel¨ªcula b¨¦lica de John Wayne.
Para Nornam Schwarzkopf sus h¨¦roes son militares, como el general de la guerra civil norteamericana William Tecumsah, a quien describe como "alguien que de verdad entendi¨® el horror de la guerra y, cuando fue requerido para ejecutarla, la hizo y odi¨® cada minuto". De otro de sus h¨¦roes, el general de la Segunda Guerra Mundial George Patton, cita esta frase: "Cada d¨ªa que ganes para llegar a la l¨ªnea de fuego, ser¨¢ un d¨ªa menos para contar las bajas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.