La necesidad de una Europa unida
La primera fase de las operaciones llevadas a cabo contra Irak se ha saldado, evidentemente, con gran ¨¦xito para Estados Unidos. Se trata sobre todo del triunfo de la tecnolog¨ªa, con una impecable demostraci¨®n de la capacidad norteamericana en la guerra electr¨®nica. Estados Unidos; ha conseguido en pocas horas la superioridad a¨¦rea al anular, seg¨²n parece, toda posibilidad del dictador iraqu¨ª de emprender una contraofensiva importante y, en particular, de arrastrar a Israel en las operaciones. Ahora, EE UU va a tratar de obligar a los iraqu¨ªes a abandonar la lucha. Si consiguen romper el sistema de comunicaciones de las fuerzas enemigas, las tropas de Sadam Husein se encontrar¨¢n r¨¢pidamente aisladas, y es dif¨ªcil imaginar que en esas condiciones puedan ejercer por mucho tiempo una resistencia eficaz contra la coalici¨®n de Estados de derecho.En el momento de escribir estas l¨ªneas -17 de enero- se trata todav¨ªa de una hip¨®tesis optimista, pero suficientemente veros¨ªmil como para permitirnos reflexionar sobre las consecuencias pol¨ªticas de una victoria militar aplastante por parte de EE UU.
En primer lugar, est¨¢ la cuesti¨®n de las modalidades que se plantean para el fin de la guerra y del Gobierno iraqu¨ª encargado de llevar a cabo las negociaciones que vendr¨¢n a continuaci¨®n. La incertidumbre m¨¢s total reina en este aspecto en el momento presente. La cuesti¨®n del equilibrio regional no va a tardar en plantearse. Los observadores han sabido comprender que la destrucci¨®n de Irak trastocar¨ªa el tablero del Oriente Pr¨®ximo, otorgando una ventaja formidable a Ir¨¢n, pero tambi¨¦n a Turqu¨ªa y a Israel, y debilitando globalmente la posici¨®n ¨¢rabe. Cuanto mayor sea el da?o f¨ªsico y moral infligido a Irak, mayor ser¨¢ la preocupaci¨®n por ese desequilibrio.
Todos los vecinos de Irak van a verse profundamente afectados por los acontecimientos. ?C¨®mo va a mantenerse la familia real saud¨ª? ?C¨®mo sobrevivir¨¢ Hafez el Asad, atrapado entre Israel y EE UU? El rey Hussein de Jordania, ?no pagar¨¢ por la formidable desilusi¨®n de los palestinos? Se sabe desde este mismo momento, que la tentacion de EE UU de mantener una presencia militar significativa en la zona ser¨¢ muy grande, tanto m¨¢s cuanto que sin esa presencia el desequilibrio resultante de la guerra provocar¨ªa el caos.
Y, sin embargo, es igualmente cierto que una presencia militar prolongada llegar¨ªa a provocar efectos menos ostensibles, pero quiz¨¢ tambi¨¦n m¨¢s profundos. Como siempre que una crisis se resuelve mediante las armas, la primera palabra corresponde al vencedor. En esa circunstancia el poder de EE UU va a ser considerable, aun en el caso de que la ONU desempe?ara un papel, de fachada quiz¨¢, pero, aun as¨ª, considerable. Te¨®ricamente, la CE podr¨ªa desempe?ar un cierto papel moderador, habiendo adoptado siempre posiciones m¨¢s equilibradas que las de EE UU en los problemas del Oriente Pr¨®ximo. Pero no hay que olvidar que, con su participaci¨®n, m¨¢s que modesta en la crisis y nula en el campo de batalla, su peso espec¨ªfico ser¨¢ escaso. Naturalmente, el Reino Unido y Francia tendr¨¢n derecho a la palabra, pues habr¨¢n pagado un precio para ello. Pero, suponiendo que haya posiciones comunes, especialmente sobre la cuesti¨®n de la convocatoria de una conferencia para la soluci¨®n de los problemas del Oriente Pr¨®ximo, su influencia ser¨¢ m¨¢s d¨¦bil de la que habr¨ªa podido tener una Europa unida. Adem¨¢s, la hip¨®tesis m¨¢s probable es que estos dos pa¨ªses no se entiendan totalmente, a menos que Estados Unidos no sepa sacar partido de su victoria para reequilibrar en profundidad su posici¨®n en el conflicto palestino.
En el momento actual, la mayor¨ªa de los comentaristas pol¨ªticos se?ala que no existe ya m¨¢s que una superpotencia. Se trata de algo que es evidente en el plano militar, pero resultar¨ªa superficial, a mi modo de ver, creer que EE UU dispone de los recursos materiales y pol¨ªticos para cumplir el papel de gendarme del mundo. Se trata de una gran naci¨®n que acaba de demostrar una vez m¨¢s su impresionante dinamismo, y que debe, sin embargo, superar todav¨ªa numerosas dificultades internas, econ¨®micas y sociales. Por ello, y es un hecho sin precedentes, su implicaci¨®n en la crisis del Golfo se ha visto acompa?ada de la multiplicaci¨®n de solicitudes de compensaciones econ¨®micas. No alcanzamos a imaginar que una practica como ¨¦sa pueda llegar a generalizarse. Por otra parte, las circunstancias que han llevado al presidente Bush a comprometerse profundamente en el conflicto son muy espec¨ªficas y sin duda no estar¨¢n presentes en otras crisis. Por un lado, se daban una serie de circunstancias excepcionales: Israel, el petr¨®leo, las l¨ªneas de comunicaci¨®n... Por otro, la coyuntura que ha permitido a Washington beneficiarse del apoyo casi un¨¢nime del Consejo de Seguridad de la ONU, con la URSS eclipsada y China en posici¨®n claramente acomodaticia, no parece tener ocasiones de repetirse.
La situaci¨®n en cierto modo de monopolio de la que EE UU va a disfrutar en los pr¨®ximos meses, es un factor de estabilidad a corto plazo para el planeta, siempre que Washington no abuse de su ventaja. A m¨¢s largo plazo, ser¨ªa claramente da?ino y peligroso el que tal situaci¨®n se perpetuara. Desde el punto de vista europeo se trata de ver que la cuesti¨®n de la uni¨®n pol¨ªtica es algo vital. Lo que todav¨ªa hace unas semanas pod¨ªa parecer un ejercicio un tanto intelectual, adquiere desde ahora una significaci¨®n hist¨®rica.
es director del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales.
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