'El Bagdad de EE UU' vive la guerra entre sustos y sorpresas
ALBERT MONTAGUT ENVIADO ESPECIAL, En la denominada Am¨¦rica real, la s acciones militares aliadas y el ataque iraqu¨ª contra Israel se siguen minuto a minuto y en directo, a trav¨¦s del televisor. Sin embargo, las consecuencias del conflicto no se acusan en ning¨²n otro lugar como entre las gentes de Southfield (Michigan), un suburbio de Detroit, la capital del autom¨®vil. Southfield se asemeja a cualquier otra deteriorada poblaci¨®n metropolitana norteamericana, excepto en un detalle: aqu¨ª vive la mayor colonia iraqu¨ª en EE UU. Southfield es el Bagdad norteamericano.
"La guerra del Golfo ha provocado un choque emocional entre los miembros de la colonia iraqu¨ª", explica a EL PA?S Jessica Daher, una de las responsables del Comit¨¦ Antidiscriminatorio Arabe, que protege los intereses de los 300.000 ¨¢rabes que viven en esta zona, 65.000 de los cuales proceden de Irak.Muchos de los habitantes de Southfield han dejado de saludarse entre s¨ª. El conflicto ha provocado ya enfrentamientos entre iraqu¨ªes y miembros de otras comunidades, seg¨²n comenta Daher y confirma el portavoz de la polic¨ªa de Detroit.
"Hace meses que los iraqu¨ªes est¨¢n sufriendo toda clase de amenazas telef¨®nicas, roturas de cristales, insultos, pero durante los dos ¨²ltimos d¨ªas se han registrado enfrentamientos aislados", comenta la informante.
Sam Amesi, de 29 a?os, est¨¢ preparado para lo peor. Este joven, nacido en Bagdad y propietario de Triple JAS, una tienda de comestibles de Joy Road donde se pueden alquilar pel¨ªculas en ¨¢rabe, ha recibido amenazas. "Ayer, un vecino entr¨® en la tienda y me dijo que su hijo estaba en Arabia Saud¨ª; tambi¨¦n me dijo que si le pasaba algo vendr¨ªa a matarme", explica mientras abre un armario y ense?a un rifle del calibre 30 y tres cargadores.
Amesi dice que ama EE UU, pero que, desde el pasado mi¨¦rcoles, sus sentimientos por este pa¨ªs son "distintos". "El pr¨®ximo mes tengo que jurar la Constituci¨®n y la bandera de este pa¨ªs, porque me conceden la ciudadan¨ªa; no voy a renunciar a ese derecho, pero, cuando me convierta en un norteamericano, no dejar¨¦ de recordar lo que ha pasado ni de pensar en mis cinco hermanas y el resto de familia; todos viven en Bagdad", dice.
Angustia en la mezquita
El sufrimiento de los iraqu¨ªes en Detroit se palpa en la mezquita de Dearborn, junto a Southfield, donde los creyentes abarrotan el local hasta tal punto que no hay lugar donde poner los zapatos y las botas. "Sus oraciones piden la paz en el mundo y el cese de las hostilidades en Oriente Pr¨®ximo", explica Thamir Tom Ajlawi, un iraqu¨ª musulm¨¢n, mientras decenas de sus compatriotas rezan, mirando hacia La Meca.
Ajlawi es el prototipo perfecto del iraqu¨ª de Detroit. Se cri¨® en Bagdad, donde creci¨® y estudi¨®. En 1967 se traslad¨® a EE UU, donde termin¨® montando su hogar y una familia. Tom tiene 32 a?os y se gana la vida tocando el piano en una sala de fiestas de la ciudad. Desde hace cinco a?os, Tom posee el pasaporte estadounidense. "Yo soy norteamericano, pero mi coraz¨®n est¨¢ con mi familia, en Bagdad", explica.
Seg¨²n el m¨²sico, "Kuwait nos estuvo robando petr¨®leo mientras luch¨¢bamos contra Ir¨¢n, y eso justifica, en parte, la acci¨®n de Sadam". Tom no oculta su alegr¨ªa por el ataque de Sadam contra Tel Aviv y Haifa.
"Mis seis hermanas y mi padre est¨¢n all¨ª", explica Tom mientras conecta el televisor de su domicilio y busca las im¨¢genes de la cadena CNN. La casa est¨¢ muy limpia, es muy agradable y confirma el dato del Comit¨¦ ?rabe Antidiscriminatorio de que "la mayor parte de los iraqu¨ªes de Detroit son de clase rnedia". "Lo que m¨¢s me preocupa ahora es la suerte de mi farnilia", comenta. Junto a ¨¦l se halla su madre, Nasija, de 59 a?os, que el pasado verano lleg¨® a Detroit para pasar unos d¨ªas con su hijo. Nasija, vestida con ropas ¨¢rabes, rompe en sollozos cuando le preguntan qu¨¦ siente al ver las im¨¢genes del bombardeo de Bagdad. Durante la visita de EL PA?S al hogar de los Ajlawi, un telegrama procedente de Bagdad les informa que toda su familia est¨¢ a salvo y que la ciudad sigue temblando. Tom y su madre rompen en llanto.
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