Criminal de guerra
SADAM HUSEIN, como todos los tiranos, es un jugador de ventaja. Desde antes de la invasi¨®n de Kuwait -en rigor, un acto de barbarie: saquear un territorio vecino para recuperarse de las p¨¦rdidas a que le hab¨ªan llevado locuras anteriores- ha jugado con la ventaja de saber que no tendr¨ªa que responder ante una opini¨®n p¨²blica interior que previamente hab¨ªa sido -y por m¨¦todos no menos b¨¢rbaros- eliminada, pero sabiendo a la vez que los Gobiernos que pudieran hacer frente a sus delirios s¨ª tendr¨ªan que tener en cuenta las opiniones y estados de ¨¢nimo de sus ciudadanos respectivos. Su rechazo de cualquier salida pac¨ªfica se ha apoyado desde agosto en la convicci¨®n de que la coalici¨®n aliada retroceder¨ªa en el ¨²ltimo momento ante la presi¨®n de una opini¨®n p¨²blica que no soportar¨ªa la idea de los miles de bajas que producir¨ªa una intervenci¨®n militar.Una vez desatadas las hostilidades, ha insistido en el camino de la provocaci¨®n. Primero, con el bombardeo de Israel, a sabiendas de que ello s¨®lo podr¨ªa alejar la perspectiva de una soluci¨®n negociada al conflicto palestino, por ¨¦l esgrimido como coartada: como era de prever, la contrapartida exigida por el Gobierno de Jerusal¨¦n a cambio de su renuncia a responder a la provocaci¨®n ha sido la congelaci¨®n Indefinida de la conferencia internacional sobre la cuesti¨®n palestina.
La exhibici¨®n de los pilotos hechos prisioneros se inscribe en la misma l¨®gica. Por ello, recordar al tirano que ello va contra todas las convenciones internacionales, contra el derecho y los derechos humanos, resulta poco eficaz: porque lo sabe muy bien recurre a esos m¨¦todos. Es precisamente el horror de la opini¨®n p¨²blica lo que persigue. Acentuando el perfil de la barbarie, Sadam intenta la desmoralizaci¨®n de la retaguardia de los aliados, su desestimiento: que la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses en que ella existe fuercen a sus Gobiernos a desistir de su empe?o, a ceder.
Pero la vejatoria exhibici¨®n televisiva de los prisioneros, su utilizaci¨®n como escudo humano frente a los bombardeos contra objetivos militares y el m¨¢s que veros¨ªmil recurso a la tortura hasta hacerles decir aquello que Sadam quisiera que pensaran tiene otro objetivo no menos odioso: estimular, tanto en los pueblos de cultura ¨¢rabe como en las naciones en que existen minor¨ªas de ese origen, reacciones de fanatismo, de odio inter¨¦tnico, que rompan la unanimidad de los Estados contra su aventurerismo criminal. En ambos casos., es avivar los m¨¢s primitivos instintos del ser humano lo que se persigue: en las naciones ¨¢rabes, frustradas por las humillaciones que jalonan su historia reciente, suscitar reacciones de Identificaci¨®n con quien ' con raz¨®n o sin ella, planta cara a los poderosos de la Tierra; en las ciudades de Occidente, los enfrentamientos entre comunidades, la xenofobia, el regreso al estado de naturaleza que borra la diferencia entre civilizaci¨®n y barbarie.
Sadam es un criminal de guerra. Alg¨²n d¨ªa ser¨¢ juzgado por ello. Con su crueldad trata de amedrentar a quienes le combaten, pero tambi¨¦n crear una situaci¨®n en la que el odio acabe convirtiendo a esos enemigos en sus iguales.
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