Matar en el nombre de Dios
La actual guerra entre Irak y Occidente no se debe a diferencias religiosas aunque en gran medida la da por supuestas. Parece correcto considerar que ser¨¢ dif¨ªcil llegar a un compromiso sobre la cuesti¨®n palestina planteado por los musulmanes ¨¢rabes, y no tanto porque la mayor¨ªa de los jud¨ªos israel¨ªes y sus vecinos isl¨¢micos tengan distintos conceptos culturales, sino porque estos problemas tienen sus ra¨ªces en el antagonismo pol¨ªtico e hist¨®rico que caracteriza las relaciones entre las sociedades orientales y occidentales.No obstante, las diferencias entre las respectivas creencias religiosas desempe?an un papel importante. Los antiguos conceptos de Dios tienen, desde hace mucho tiempo, implicaciones pol¨ªticas y militares. Concretamente, desde los tiempos del Egipto antiguo, pasando por el de las cruzadas cristianas en Oriente Pr¨®ximo -entonces conformado por sociedades en las que conviv¨ªan musulmanes y paganos-, hasta los tiempos de exacerbamiento de las rivalidades que surg¨ªan entre las distintas sectas religiosas, similares a las que se produc¨ªan por el control popular de sus pa¨ªses.
En la guerra por Kuwait, la mayor¨ªa musulmana de los ¨¢rabes parece apoyar a Husein, aunque su influencia es m¨ªnima en las comunidades ¨¢rabes salvo en las del norte de ?frica o entre los mahometanos del Asia oriental. Asimismo, todas las religiones de EE UU han reaccionado con imparcialidad a la pol¨ªtica de justicia de Bush.
Sin embargo, no deber¨ªa olvidarse un aspecto de la guerra del que se ha hablado muy poco. La consolidaci¨®n de un Estado jud¨ªo en Palestina en el que coexistieran ¨¢rabes musulmanes, jud¨ªos de diversos or¨ªgenes y una variedad de creencias cristianas, fue una haza?a extraordinaria por parte, principalmente, de las v¨ªctimas del antisemitismo, pero facilita una interpretaci¨®n simplista de los devastadores acontecimentos que se suceden en este momento al definir inadecuadamente las dos causas pol¨ªtico-religiosas presentes: la jud¨ªa y la mahometana.
Desgraciadamente, estas causas se convierten en pretextos para convencer a estos pueblos -que por regla general son pac¨ªficos- de que roben, intimiden, maten y luchen por el poder pol¨ªtico en el nombre de Dios. Dios, por su parte, no demuestra preferencia por ninguna de las facciones en esta sanguinaria guerra de irreligiosidad flagrante en la que se hace m¨¢s referencia a Al¨¢, que a Jehov¨¢ o Jesucristo. Se podr¨ªan citar muchos otros conflictos de menor importancia que han surgido con caracter¨ªsticas semejantes. Es m¨¢s, este siglo -considerado ilustrado por alg¨²n optimista- ha estado marcado por la asombrosa tendencia humana de matarse en el nombre de Dios.
La actual guerra, aunque sea m¨¢s peligrosa, tiene or¨ªgenes que no son espec¨ªficamente religiosos; es distinta de las matanzas perpetradas por los terroristas de la Rep¨²blica de Irlanda y de la provincia del norte, quienes intercambian asesinatos por motivos pol¨ªticos y, desgraciadamente, s¨ª se enraizan en el antagonismo religioso.
En las hermosas islas de Sri Lanka, los budistas cingaleses y los tamiles hind¨²es han cometido repetidamente matanzas masivas a pesar de que el budismo ni siquiera tiene la idea de un ser supremo. De igual forma, sigue derram¨¢ndose la sangre de los musulmanes, hind¨²es y sijs de las regiones occidentales de la India. Mientras tanto, a pesar del ate¨ªsmo de la URSS, los armenios cristianos y los azerbaiyanos musulmanes se dedican de cuando en cuando a masacrarse, y los dirigentes ateos de China aplastan las aspiraciones independentistas de los budistas del T¨ªbet.
La religi¨®n es un factor constante -y muchas veces mal¨¦volo- en la evoluci¨®n de las relaciones pol¨ªticas de la humanidad. En una ocasi¨®n estuve en casa del cardenal William Conway, obispo de todos los cat¨®licos de Irlanda, quien me coment¨®: "Me gustar¨ªa ver una Irlanda en la que todas las creencias religiosas se toleraran. ?Qu¨¦ hombre racional quiere bombardear a un mill¨®n de protestantes para establecer luego una Irlanda unida y tolerante? ?Qui¨¦n quiere bombardear a un mill¨®n de protestantes para conseguir la unidad de Irlanda?". Desgraciadamente, y por motivos pol¨ªticos que en gran medida proceden de diferencias religiosas, los cat¨®licos pertenecientes al IRA y los protestantes del Ulster Defense Force tienen peores intenciones.
Los budistas de T¨ªbet no reconocen ning¨²n dios, sino cuatro verdades nobles, pero los ritos esot¨¦ricos a los que se dedican son incompatibles con la fe marxista del Gobierno chino, lo que en ning¨²n caso justifica el asesinato. Sin embargo, la China de otra ¨¦poca utiliz¨® la religi¨®n como elemento no violento de pacificaci¨®n para protegerse de las incursiones merodeadoras procedentes del beligerante T¨ªbet. En Huhehot, capital de la provincia china de Mongolia Central, se me explic¨® que las autoridades hab¨ªan convencido a un emperador de la dinast¨ªa medieval Ming de que fomentara el budismo entre los guerreros mongoles porque predicaba la no violencia, e insist¨ªan en que todos menos uno de los hijos de las familias se convirtieran en lamas. Como los lamas no se casaban, se redujo considerablemente laceapacidad militar antichina.
Con mucha mayor frecuencia, la religi¨®n ha sido empleada pol¨ªticamente con fines violentos. El hombre supone a menudo que tiene el derecho de hacer masacres en el nombre de Dios. Aunque la actual guerra no se base directamente en la utilizaci¨®n de la religi¨®n, el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª -aunque muchas veces no se reconozca-, se justifica en el nombre de Dios.
Los primeros cristianos que asumieron el poder con Constantino levantaban sus espadas sobre los paganos. Los musulmanes tambi¨¦n mataban a los que se negaban a aceptar el Islam. Entre las ruinas de la capilla de Nicaes (hoy llamado Iznic), en Turqu¨ªa, se pueden encontrar sepulcros llenos de cr¨¢neos de aquellos sacerdotes cristianos de raza aria que fueron masacrados por sus hermanos los sacerdotes atanasianos, durante la celebraci¨®n de un c¨®nclave doctrinal en el que discutieron sobre el significado de los sacramentos cristianos. Por su parte, los obispos arios de Alejandr¨ªa persiguieron a los atanasianos y mataron a las familias de los que lograron escapar. Los obispos cartagineses asaban vivos a sus rivales atanasianos. El representante papal en la ciudad francesa de B¨¦ziers orden¨® a sus seguidores que mataran a todos los albigenses porque "...cuando est¨¦n muertos, Dios sabr¨¢ a cuales quiere elegir". En la Contrarreforma europea, los cat¨®licos llenaban de p¨®lvora las bocas de sus hermanos los bohemios protestantes para luego hacerla explotar. En otras ocasiones los ahumaban como si fueran jamones o sumerg¨ªan sus pies en plomo derretido. En la Inglaterra de Isabel I condenaban a los curas cat¨®licos a la horca: "le llevar¨¢n a Usted en un carro a un lugar de ejecuci¨®n donde le ahorcar¨¢n. Luego se dividir¨¢ su cuerpo en cuatro partes que, junto con la cabeza, se colocar¨¢n donde su Majestad decida."
En el siglo XVIII, Voltaire censur¨® "las disputas mortales sobre la cuesti¨®n de la revelaci¨®n" y suplic¨®: "Dios, ens¨¦?anos que el hombre debe ser tolerante y humano."
Hoy hay una extraordinaria demostraci¨®n de que ¨¦sta brutal tradici¨®n contin¨²a a pesar de la ilusi¨®n de una civilizaci¨®n contempor¨¢nea. Incluso Hitler, el asesino m¨¢s despreciable de la historia, se revisti¨® del manto religioso para justificar sus persecuciones cuando en 1922 dijo a los ciudadanos de Munich: "Mis sentimientos como cristiano hacen que me dirija al Se?or y Salvador como un luchador. Qu¨¦ tremenda fue su lucha contra el veneno jud¨ªo". Uno de las consecuencias de su bestialidad fue el ¨¦xodo a Palestina de los supervivientes, aterrorizados por el r¨¦gimen nazi, donde forjaron el nuevo Estado de Israel que tambi¨¦n demuestra ya su propia bestialidad en la lucha contra el rencor de los ¨¢rabes sometidos a su poder.
La crueldad se generaliza y no pide excusas cuando se introduce en el ¨¢mbito religioso. Curzio Malaparte cont¨® como el tirano cat¨®lico de Croacia, Ante Pavelic, orden¨® que sus soldados sacaran los ojos de sus primos ortodoxos de Serbia. Los miembros de la tribu tot¨¦mica del sur de Sud¨¢n, los Dinku, y sus primos musulmanes en el norte se dedican a matarse entre s¨ª. Asimismo, en las Islas Filipinas se libra una guerra permanente entre cristianos y molam moros.
En esta ¨¦poca que suele autodenominarse madura y rigurosa, somos testigos en numerosas partes del mundo de la terrible continuidad de esta salvaje intolerancia religiosa que surgi¨® en el pasado. La adoraci¨®n de Dios sigue siendo excusa para la violencia pol¨ªtica y las conquistas territoriales. Por desgracia, la humanidad ha aprendido muy poco del credo que recibe cuando a¨²n est¨¢ en la cuna en el nombre de un Dios al que adora pero al que no escucha. En mi opini¨®n, el anhelo de Voltaire es el m¨¢s sensato de los que se citan, aunque su autor no sea conocido, precisamente, por su adhesi¨®n personal a ninguna divinidad. Si se hubiera tenido en cuenta, hubiera podido contribuir a impedir que estallara una guerra que implica al problema palestino como elemento oculto del argumento sobre la invasi¨®n de Kuwait por Sadam Husein. Es m¨¢s, la cuesti¨®n palestina desempe?¨® un papel importante en las decisiones pol¨ªticas tomadas antes de la guerra ya que significaba mucho para la comunidad jud¨ªa en todo el mundo, sobre todo en EE UU, donde su importancia pol¨ªtica es impl¨ªcita, y en Francia, donde hab¨ªa preocupaci¨®n por las consecuencias del apoyo de las autoridades francesas a EE UU. Aunque pocos protagonistas de la guerra hagan referencia al factor religioso cuando analizan la elecci¨®n de una pol¨ªtica agresiva por parte de Saddam Husein, es evidente que existe. Palestina, v¨ªctima o fuente de violencia religiosa a lo largo de los siglos, se ver¨¢ afectada por la guerra que ha estallado. Las discusiones sobre la existencia de una divinidad, su naturaleza y sus deseos no deber¨ªan convertirse en temas secundarios de discusi¨®n y no deber¨ªamos negarles su influencia. A fin de cuentas, todas las religiones de EE UU han respondido con imparcialidad a la pol¨ªtica del presidente Bush, una pol¨ªtica fundamentada en la justicia.
periodista norteamericano, es especialista en pol¨ªtica internacional.
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