Peque?os trucos
Jos¨¦ V. , de 58 a?os, fue uno de los impulsores de la asociaci¨®n que funciona en Madrid y que organiza tres terapias semanales para todos aquellos que pretenden superar la adicci¨®n a la comida. Como otros comedores compulsivos, prefiere que su nombre no aparezca. Este hombre lleg¨® a sufrir lo indecible cuando se dio cuenta de que no pod¨ªa parar de comer durante las 24 horas del d¨ªa. Jos¨¦ compara el problema con el alcoholismo, que tambi¨¦n conoce y que ahora ha superado. "Ten¨ªa que dejar el alcohol porque si continuaba, me mor¨ªa". Entonces apareci¨® la otra dependencia."En la asociaci¨®n partimoscon un sentido de derrota. La comida se ha vuelto m¨¢s fuerte que nosotros y sabemos que podemos recaer, como me ocurri¨® a m¨ª", cuenta Jos¨¦. En las teparlas de la asociaci¨®n, que se financla con las cuotas de los afillados, cada persona expone al resto c¨®mo supera la abstinencia, los peque?os tru cos que idea para alejar la ten taci¨®n. "Comprobar que no est¨¢s s¨®la, que la gente afecta da te ayuda, resulta imprescin dible para salir de la situa ci¨®n", explica otra mujer que lleva cinco a?os "s¨ªn comer nada m¨¢s que lo impresclndl ble". Su vida, admite, ha cam biado desde entonces. "Prefie ro no quedar con amigos para ir a un restaurante porque me lo paso fatal. Veo la comida encima de la mesa y me entran ganas de lanzarme sobre ella. Es un impulso que me cuesta un esfuerzo incre¨ªble reprimir. Por eso prefiero comer sola, incluso en mi casa". Cada comedor compulsivo tiene su propio tal¨®n de aquiles. Para unos, los dulces se convierten en el principal enemigo. Otros luchan contra los bocadillos o la carne. "En mi caso", dice Jos¨¦, "eso era lo de menos. Me lo com¨ªa todo". Lleg¨® un momento en que intent¨¦ aver'g¨¹ar qu¨¦ me ocurr¨ªa. Me hizo falta una gran humildad para reconocerme un comedor compulsivo, para admitir que nunca podr¨ªa comer como el resto de la gente".
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