Raz¨®n de Estado, raz¨®n de Gobierno
LOS ESPA?OLES nos hemos enterado de una decisi¨®n de nuestro propio Gobierno -tal vez la m¨¢s importante desde que comenz¨® el conflicto del Golfo- gracias al Parlamento brit¨¢nico y a un peri¨®dico norteamericano, informado a su vez por fuentes del Pent¨¢gono. A trav¨¦s de ellos sabemos que aviones B-52 estadounidenses despegan desde hace varios d¨ªas de la base de Mor¨®n de la Frontera para bombardear objetivos y tropas iraqu¨ªes. Hasta Turqu¨ªa, un pa¨ªs con una democracia tan reciente y menos desarrollada que la espa?ola, ha respetado las formas: el presidente Turgut Ozal inform¨® inmediatamente a su opini¨®n p¨²blica de la decisi¨®n de autorizar el uso de la base de Incirlik por el mismo tipo de aviones.El ocultamiento de este hecho no es un elemento aislado: forma- parte de una deliberada pol¨ªtica informativa que atenta contra los usos democr¨¢ticos. El mismo Gobierno que hace continuos y leg¨ªtimos esfuerzos para explicar a la opini¨®n p¨²blica que Espa?a, que ya no est¨¢ aislada como con el franquismo, forma parte central de la comunidad internacional y debe respetar sus compromisos tanto con las Naciones Unidas como con sus aliados atl¨¢nticos, esincapaz de cumplir un compromiso igual de b¨¢sico: el que mantiene con sus propios ciudadanos.
La reiterada desinformaci¨®n de que hace gala La Moncloa, convencida de que debe tratar a los espa?oles como si fueran seres irresponsables a los que no se puede decir la verdad, pone en peligro otros objetivos. ?C¨®mo comprender que los espa?oles son ciudadanos de una comunidad internacional, con una serie de obligaciones-muchas de ellas dolorosas y con hipot¨¦ticos costes humanos- de las que no es posible escabullirse, cuando no se les reconocen los derechos que supone pertenecer a esa misma comunidad? Si la guerra se prolonga, como parece deducirse de todos los an¨¢lisis, se ir¨¢n extremando las contradicciones ideol¨®gicas y la divisi¨®n se profiandizara.
Incompetencia y mezquindad
La incompetencia de este Gobierno a la hora de desarrollar una pol¨ªtica informativa -tan importante en una democracia como cualquier otra- s¨®lo puede explicarse por una mezquina confusi¨®n entre los intereses del Estado y los propios intereses electorales. En una democracia, la informaci¨®n es un derecho b¨¢sico, tan importante como el derecho al voto. Por supuesto que ese derecho est¨¢ mediatizado por la obligaci¨®n de garantizar la seguridad nacional. Pero en absoluto debe estar sometido a los intereses de un partido o de un Gobierno.
Fuentes oficiales de EE UU han explicado que la decisi¨®n de mantener en secreto el uso de la base de Mor¨®n como punto de partida de los superbombarderos B-52 fue tomada a petici¨®n espa?ola y no tiene nada que ver con la seguridad nacional. Y si no tiene que ver con la seguridad, ?por qu¨¦ se oculta? Nuevamente son fuentes norteamericanas las que resuelven el problema: porque se consideraba "un tema pol¨ªticamente delicado para el Gobierno ante su propia opini¨®n p¨²blica" y ante los pa¨ªses ¨¢rabes del norte de ?frica. Es decir, se mantiene en secreto una decisi¨®n fundamental para comprender la participaci¨®n espa?ola en la guerra del Golfo porque el Gobierno estima que tiene un coste electoral y un coste pol¨ªtico en su relaci¨®n con los pa¨ªses del Magreb, en donde permanece enquistado, sin elaboraci¨®n alguna desde los tiempos de la transici¨®n, el problema de Ceuta y Melilla. Pero precisamente de eso se trata en una democracia: de asumir p¨²blicamente decisiones que pueden repercutir en las urnas.
Los Gobiernos, cualquier Gobierno, han de tener entre sus virtudes el valor de informar al Parlamento sobre el nivel de implicaci¨®n en una guerra; los pol¨ªticos tambi¨¦n est¨¢n para desgastarse, dej¨¢ndose plumas y votos por las decisiones que, considerando correctas, son impopulares. El caso franc¨¦s es paradigm¨¢tico: ha dimitido un ministro -nada menos que el de Defensa- y su pol¨ªtica ha generado una fractura en el partido que lo sostiene: el socialista.
Este nuevo episodio de falta de comprensi¨®n del papel de la informaci¨®n en el juego pol¨ªtico democr¨¢tico es especialmente grave, porque desvirt¨²a adem¨¢s el sentido de la discusi¨®n habida hasta ahora en Espa?a sobre nuestro nivel de compromiso con el esfuerzo aliado en el Golfo.
Se ha producido un enga?o por omisi¨®n y ello puede suponer una ruptura en la relaci¨®n de confianza que un Ejecutivo debe mantener con sus ciudadanos y con el Parlamento, que pr¨¢cticamente ha protestado en bloque. El Gobierno ha optado por esconder hechos que pueden da?ar su popularidad. Lejos de propiciar un leg¨ªtimo cambio democr¨¢tico en la graduaci¨®n de sus actos, los oculta y asegura no haberlos alterado.
Coraje pol¨ªtico
Una encuesta realizada por EL PA?S hace unos d¨ªas, antes de conocerse el episodio de los B-52, reflejaba, entre otros, dos datos pol¨ªticos de primera magnitud: que el 52% de los espa?oles cree que el papel del Gobierno durante la crisis del golfo P¨¦rsico est¨¢ siendo el adecuado, pero que el 70% entiende que el Ejecutivo ha informado mal a los ciudadanos. El espect¨¢culo de los B-52 actuando en secreto podr¨ªa variar ambos porcentajes si no se justifica p¨²blica y adecuadamente esta nueva acci¨®n.
El Ejecutivo debe tener el coraje pol¨ªtico de explicar las consecuencias de sus actos; asumir su participaci¨®n en la guerra sin recurrir de nuevo a los trucos dial¨¦cticos; explicar si acaso el uso de sus bases log¨ªsticas -cada vez m¨¢s importantes- es el precio de no enviar m¨¢s soldados a la zona del conflicto. ?ste es el n¨²cleo de la cuesti¨®n que debe debatirse, porque el apoyo log¨ªstico puede prestarse en diversos grados: no son lo mismo las labores de intendencia que las de coadyuvar directamente en bombardeos que pueden afectar a poblaciones civiles.
S¨®lo respondiendo y convenciendo sobre estas cuestiones el Gobierno puede reconocer sin catastrofismos -pero con todo el realismoque sus acciones colocan a nuestro pa¨ªs entre los enemigos de primera l¨ªnea de Sadam Husein, y que sus intereses y los nuestros est¨¢n encontrados; y manifestar que a estas alturas de la partida es ontol¨®gicamente imposible ser neutral y sim¨¦trico en las cr¨ªticas a Husein y a los aliados (a los que pertenecemos geogr¨¢fica, pol¨ªtica e ideol¨®gicamente); es decir, revelar expl¨ªcitamente que se ha involucrado en una guerra. Y luego, demandar rotundamente el apoyo y la cohesi¨®n a las fuerzas pol¨ªticas, a la opini¨®n p¨²blica y a los ciudadanos.
S¨®lo as¨ª podremos tener conciencia de que, del mismo modo que Espa?a -por primera vez en muchos a?os de su historia- est¨¢ en el lado de las democracias, trata a sus ciudadanos como lo que son, dem¨®cratas ejercientes.
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