Almog¨¢vares de la ciencia
El arabismo espa?ol aparece con Carlos III, que acoge a monjes maronitas. A mediados del siglo XIX, Espa?a, a r¨¦mora de Francia, empieza a mirar al norte de ?frica. Aunque hay nombres vinculados al krausismo, como Gayangos, la mayor parte de los arabistas espa?oles es conservadora y persigue reavivar el mito del pasado ¨¢raboespa?ol. No hay verdaderos especialistas en el Magreb, y la salida de pioneros como R¨ªa?o, Saavedra, Moreno Nieto, Fern¨¢ndez y Gonz¨¢lez, Codera y Zaid¨ªn, As¨ªn Palacios, es el estudio de Al ?ndalus. El zaragozano Juli¨¢n Ribera plantea a finales de siglo la necesidad de formar especialistas; en 1904 se publica el decreto de creaci¨®n de "talleres de trabajo", seg¨²n el proyecto de un Ribera, que hab¨ªa escrito: "No se trata de repartir algunos sueldos (somos almog¨¢vares de la ciencia, que con un pan en el zurr¨®n acudimos donde se trabe la batalla): pedimos que se organice el trabajo en forma a prop¨®sito para conseguir el ideal de lo que Espa?a necesita". Los planes de Ribera no tuvieron cierta aplicaci¨®n hasta la II Rep¨²blica, con las escuelas de estudios ¨¢rabes en Granada y en Madrid. Salvador Vila Hern¨¢ndez intent¨® en Granada empezar a centrar los temas isl¨¢micos, pero su posici¨®n como rector de la Universidad en 1936 y su ideolog¨ªa -no militante- republicana lo llevaron a ser fusilado por los golpistas.La victoria franquista tuvo repercusi¨®n clara en el arabismo. La ret¨®rica de la hermandad hispano¨¢rabe del r¨¦gimen se intensific¨® con el aislamiento espa?ol, y el discurso andalus¨ª se vio favorecido En Madrid la figura de Emilio Garc¨ªa G¨®mez, andalusista protot¨ªpico -con alguna incursi¨®n en lo contempor¨¢neo, como traducir a los egipcios Taha Hu sein o Taufiq Al Haqim- lo domina todo e incluso oscurece a disc¨ªpulos como Ter¨¦s, Granja, Ballv¨¦. En los a?os setenta, su disc¨ªpulo Pedro Mart¨ªnez Mont¨¢vez se orienta a la literatura contempor¨¢nea, aglutinando en torno a s¨ª un n¨²cleo decisivo en el panorama actual: Carmen Ruiz-Bravo, Seraf¨ªn Fanjul, Bernab¨¦ L¨®pez. En Barcelona, el hebra¨ªsta y arabista Mill¨¢s propici¨® la orientaci¨®n de la investigaci¨®n universitaria hacia la historia de la ciencia musulmana; Juan Vernet personific¨® ese esp¨ªritu, as¨ª como tambi¨¦n herederos como Julio Sams¨®. En Zaragoza la figura votiva fue Francisco Corriente, autor del primer diccionario espa?ol-¨¢rabe, publicado en 1970 por el Instituto Hispano¨¢rabe de Cultura; en 1977 se edita el ¨¢rabe-espa?ol. El hecho de que s¨®lo en esas fechas los arabistas espa?oles pudieran contar con un diccionario en su lengua resulta sintom¨¢tico. Pedro Chalmeta ser¨ªa el eje en los a?os posteriores. En Granada, adem¨¢s de proseguirse la rama andalus¨ª de investigaci¨®n, los contempor¨¢neos, conectados con centros como M¨¢laga o Ja¨¦n, desarrollan desde finales de los setenta una interesante l¨ªnea de publicaciones: Mercedes del Amo, Pilar Leirola, Caridad Ruiz, Guadalupe S¨¢enz, Mar¨ªa Isabel L¨¢zaro... En Alicante, Epalza, Mar¨ªa Jes¨²s Rubiera, Marcelino Villegas... Y hay otros puntos crecientemente efervescentes, como C¨¢diz, Canarias o Salamanca. El nuevo alumnado espa?ol se interesa en lo ¨¢rabe como un todo. El problema es que ha sobrevenido el Golfo.
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