No bombardear ciudades
LA VISI?N de las v¨ªctimas del bombardeo del refugio de Amiriya, en un suburbio de Bagdad, ha conmovido las conciencias en todos los lugares de la Tierra. De pronto -despu¨¦s de casi un mes en que la guerra parec¨ªa un juego televisivo- la verdad de muertes y de sangre nos golpea a todos con sus im¨¢genes escalofriantes. Esto es, y no otra cosa, la guerra. Los ciudadanos han reaccionado ante esas muertes -por encima de cualquier consideraci¨®n partidista y de nacionalidades- con sentimientos de dolor y de consternaci¨®n y con un anhelo a¨²n mayor de que se ponga fin cuanto antes a un conflicto que genera el horror.Pero, mientras la guerra contin¨²e, la obligaci¨®n de todos es recordar permanentemente cu¨¢l es su finalidad, el objetivo fijado por Naciones Unidas. Esto es precisamente lo que ha hecho el presidente del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, en un mensaje enviado a George Bush. El enfrentamiento entre Irak y la comunidad internacional est¨¢ motivado por la anexi¨®n de un Estado soberano, Kuwait, y su fin es la restauraci¨®n del derecho internacional. No es una misi¨®n exclusiva de Estados Unidos, sino de una fuerza multinacional, apoyada por otros pa¨ªses no beligerantes directamente, pero implicados de forma voluntaria en el mandato de la ONU Entre estos ¨²ltimos est¨¢ Espa?a, y produce satisfacci¨®n comprobar que el Gobierno es consciente de todas sus responsabilidades y est¨¢ dispuesto a asumirlas.
Entre los objetivos de la ONU, como reconoce el propio presidente Bush, no figura la destrucci¨®n de Irak. La matanza de Amiriya no puede considerarse sin m¨¢s como un "incidente" de la guerra. Es prioritario, y no ¨²nicamente por principios humanitarios (que siempre son dignos de defensa), sino por motivos pol¨ªticos, que no vuelva a producirse algo semejante. Los bombardeos sobre las ciudades iraqu¨ªes, por muy selectivos que hayan pretendido ser, deben interrumpirse. As¨ª lo entiende el presidente Gonz¨¢lez y as¨ª lo ha hecho saber. El esfuerzo b¨¦lico debe concentrarse sobre Kuwait para lograr la finalidad sobre laque existe pr¨¢ctica unanimidad, incluso entre los pa¨ªses ¨¢rabes: liberar el emirato de una ocupaci¨®n inicua y exigir responsabilidades por los asesinatos y torturas que han sufrido sus habitantes por culpa de los delirios imperialistas de un tirano: Sadam Husein.
El Gobierno espa?ol merece el apoyo rotundo de sus ciudadanos cuando se expresa con firmeza y claridad y act¨²a en coherencia. Nadie puede investigar en Irak si el refugio bombardeado cumpl¨ªa tambi¨¦n otras funciones. No pueden porque se trata de una dictadura en la que Sadam no tiene los contrapoderes de las sociedades libres. Pero, afortunadamente, la fuerza multinacional no depende de tiranos. Norteamericanos y europeos tienen en cambio la obligaci¨®n de exigir una investigaci¨®n por parte de un comit¨¦ internacional, de la Cruz Roja o de la propia ONU.
La guerra ya es bastante tragedia como para sacrificar a ella lo ¨²nico que justifica, seg¨²n el derecho internacional, su existencia: impedir que el m¨¢s fuerte imponga su propia ley. ?ste fue el designio esgrimido por Naciones Unidas. ?sta es la causa que comprenden todos los miembros de la coalici¨®n y los propios pa¨ªses ¨¢rabes con los que tenemos la obligaci¨®n de convivir y cooperar. Si no existe otro remedio habr¨¢ que hacer respetar ese objetivo mediante el uso de la fuerza, una fuerza proporcionada y siempre dispuesta a dejar paso a un compromiso que haga callar las armas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reunido a partir de ayer en Nueva York, a puerta cerrada, no puede dejar de hacerse eco de esa aspiraci¨®n.
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