El Madrid resolvi¨® ante el Elos¨²a, pero sin m¨¦rito
El baloncesto, como cualquier otro deporte, est¨¢ repleto de perniciosos ejemplos en los que es posible observar c¨®mo se alcanza la victoria sin m¨¦rito. Ese fue el caso del Madrid con el modesto Elos¨²a de Le¨®n. La l¨®gica es a veces ruin y no concede a los privilegiados el beneficio de la duda sino una especie de plusval¨ªa con la fortuna. Quiere ello decir que el Madrid hizo muy poco para resolver con la dignidad que requer¨ªa su primera eliminatoria; hizo m¨¢s para perderla aunque el resultado final sea a estas alturas irrelevante. Le habr¨ªa bastado con cubrir el expediente, pero el Madrid actual no admite sutilezas. Es blanco o es negro.El Madrid tuvo un comportamiento m¨¢s cobarde que prudente. Desconfiado como est¨¢ de sus propias fuerzas, afront¨® la pelea con el Elos¨²a obsesionado por anular a uno de sus arrtericanos, Schleger, al que persiguieron sucesivamente entre Cargol y Herrera. Obsesionado significa que se olvid¨® de cualquier otra consideraci¨®n aun a costa de perder su propia personalidad como favorito. No fue a ganar por las buenas, haciendo valer su tremenda superioridad, sino por las malas. Quiso torturar al Elos¨²a antes que jugar un partido cuya victoria se antojaba c¨®mocla. Toda esa estrateg¨ªa queda en entredicho desde el momento en el que el equipo leon¨¦s entr¨® en el ¨²ltimo minuto de juego con una diferencia desfavorable de un punto. Lleg¨® vivo a pesar de que el Madrid no se hab¨ªa preocupado de otra cosa que de darle una pu?alada en una de sus arterias.
Equipos como el Elos¨²a poco tienen que hacer en competiciones de alto calibre. Les queda el recurso a una retirada honrosa, lo que no es desmerecerlo. El Elos¨²a limita su potencial a una pareja de americanos m¨¢s bien sensata aunque no brillante y a una pl¨¦yade de jugadores honrados, entre los que no busquen especialistas de sal¨®n sino fajadores, encajadores o alg¨²n que otro estibador portuario. Esa radiograf¨ªa ofrece una fisonom¨ªa de equipo lento, aguerrido y disciplinado; le cuesta mucho hacer un contraataque y pierde fluidez en cuanto se le aparece enfrente una defensa organizada o f¨ªsicamente m¨¢s poderosa.
Durante nueve d¨¦cimas partes del partido el dominio fue de los leoneses porque al Madrid le cost¨® controlar el rebote, a pesar de su mayor envergadura, y lanzar su mejor arma, el contraataque. En el juego est¨¢tico se vio sorprendido por la variedad de defensas que le dedic¨® el rival y la disciplina con que las ejecut¨®. Y es que el Madrid cuando encuentra cierta organizaci¨®n enfrente ve paralizada su ofensiva; sus sistemas son tan r¨ªgidos que no encuentran soluciones alternativas. Es ya una evidencia que clama de lado a lado de la Primera Divisi¨®n: el Madrid s¨®lo sabe jugar al galope, a ritmo de descarga de caballer¨ªa. Con raz¨®n el gerente del club, Fern¨¢ndez Trigo, se sinti¨® obligado a arengar a los jugadores antes de subir al autob¨²s para desplazarse a Zaragoza. El gerente aludi¨® a la virilidad en su discurso pero calcul¨® mal: los efectos de la arenga no pod¨ªan durar m¨¢s de 24 horas, y en Zaragoza no hay quien sepa estimularlos. Esa falta de est¨ªmulo propici¨® un partido tan pobre en el que un discreto rival lleg¨® en pie al final y el Madrid tuvo que tirar de plusval¨ªas.
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