Mi aventura marinera del 23-F como estereotipo
El medio a?o que precedi¨® al 23-F fue, en la esfera del nacionalismo radical vasco, el periodo de transformaci¨®n de la Herri Batasuna asamblearia de la primera transici¨®n, reunida en torno de unos independientes carentes de poder real, pero dotados de una imagen que aglutinaba a la coalici¨®n, en la Herri Batasuna concebida como una unidad popular a la defensiva, debiendo ser dirigida por el KAS Bloque Dirigente: forma organizativa que perdurar¨¢ al menos hasta 1987. Los temores del KAS -y sobre todo, de la que entonces era la direcci¨®n de su partido civil, HASI-, de que HB pudiera convertirse en un cuasi partido, cristalizaron en un trabajo del KAS de la segunda mitad de 1980, Propuesta para el debate; HB, objetivos y reestructuraci¨®n, en el que era KAS, y no HB, quien decid¨ªa cu¨¢les eran las funciones que ¨¦sta deber¨ªa realizar como unidad popular de modo coordinado -y subordinado- a aqu¨¦l: ¨¦stas ser¨ªan la municipal, la de relaciones exteriores y la de documentaci¨®n.Punto de inflexi¨®n
La pol¨ªtica anterior de autogesti¨®n por los independientes de su propia imagen aglutinadora chocaba con las nuevas orientaciones. El punto de inflexi¨®n en la actitud del KAS hacia los independientes lo constituye su campa?a, llevada a cabo en los dos ¨²ltimos meses de 1980, con el lema "Asko gara, bildu egin bebar" ("Somos muchos, debemos organizarnos"). Los independientes de la Mesa Nacional m¨¢s ligados a funciones de aparato asumen de buen grado sus nuevas funciones. Otros, cuya imagen tiene que ver sobre todo con su prestigio profesional, se reintegran a sus actividades civiles. Entre los independientes con clara significaci¨®n pol¨ªtica se preserva la figura de Monz¨®n como nexo de uni¨®n entre distintas generaciones -quien en todo caso morir¨¢ a los pocos meses-; yo soy dejado al margen de las nu¨¦vas orientaciones por ser considerado por la entonces direcci¨®n de HASI, y por extensi¨®n por el KAS -de modo m¨¢s proyectivo que real, todo hay que decirlo-, como el principal factor de riesgo de la autonomizaci¨®n de los independientes, y en consecuencia, como la encarnaci¨®n del peligro de que FIB se convirtiera en un cuasi partido.
Esta marginaci¨®n pol¨ªtica se tradujo en una desprotecci¨®n personal, para m¨ª y para mi familia -compuesta en aquel momento por mi mujer, embarazada de nuestro segundo hijo, y por un beb¨¦ de menos de un a?o-. En v¨ªsperas del 23-F, cuando los rumores de golpe militar se hac¨ªan cada vez m¨¢s insistentes, siendo yo como era en aquel momento el hombre joven m¨¢s conocido de HB, no se hab¨ªa puesto a mi disposici¨®n y la de mi familia medida de protecci¨®n alguna ni un piso de seguridad.
La ocupaci¨®n del Congreso del 23-F me sorprendi¨® escuch¨¢ndola por radio en nuestro piso, situado en una barriada habitada por administrativos, entre Algorta y Berango -en el que hemos vivido desde que nos casamos, en 1977-. Mi primer pensamiento fue salir en busca de mi mujer -quien hab¨ªa salido a la consulta del ginec¨®logo- y llevarla a ella y a nuestro hijo a pasar la noche en un lugar seguro. No se me ocurrio ponerme en contacto con la Mesa Nacional: dados los proyectos del KAS sobre HB, nada estaba previsto para que la coalici¨®n -y a¨²n menos sus independientes- pudieran dar instrucciones a sus bases en ocasiones de emergencia como ¨¦sta.
Una vez que hube encontrado a mi familia en el centro de Algorta, me dirig¨ª a la casa que me parec¨ªa m¨¢s segura, la de un cuadro de una multinacional que formaba parte de mi grupo de amigos de entonces, alejado de toda actividad pol¨ªtica y residente en un barrio elegante de Las Arenas. Pero, dado que alg¨²n otro amigo del grupo, que tambi¨¦n se juzgaba en peligro, hab¨ªa tenido la misma idea, mi presencia fue haciendo crecer el nerviosismo en aquella casa, y se cruza ron llamadas telef¨®nicas a mis espaldas -de cuya existencia s¨®lo tuve conocimiento al cabo de los a?os- para hacerme salir de all¨ª. Pasadas las ocho de la noche, y cuando Radio Nacional hab¨ªa comenzado a "emitir marchas militares, otro amigo del grupo, un m¨¦dico del hospital de Cruces, propietario de un peque?o velero de recreo, tras haber sido previamente avisado sin mi conocimiento, se present¨® all¨¢ con el proyecto de transportarme por mar a alg¨²n puesto de Euskadi Norte. Intent¨¦ rechazar esta idea descabellada, pero la presi¨®n del due?o de la casa, y sobre todo la certeza de que si el golpe triunfaba yo estaba poniendo en peligro real a dos familias, me hizo asentir. Camino del muelle de Las Arenas, ped¨ª a mi amigo pernoctar en su casa -infructuosamente, pues ¨¦l tambi¨¦n ten¨ªa all¨ª a su familia-, y hasta pens¨¦ en quedarme vagando por las calles; pero antes de poder tomar decisi¨®n alguna, me encontraba ya surcando el Abra, con el m¨¦dico como patr¨®n y yo como ¨²nico tripulante y marinero.
Cuando llev¨¢bamos recorridas varias millas en alta mar, y tras haber o¨ªdo por radio el discurso del Rey, mi amigo enfil¨® el barco hacia la bah¨ªa de Plencia, donde, despu¨¦s de atracar, pasamos la noche en el interior del velero, desembarcando a la ma?ana siguiente.
Amarillismo
No era la primera vez que yo tripulaba un velero, aunque s¨ª hab¨ªan pasado m¨¢s de 20 a?os desde la ¨²ltima vez que hab¨ªa pisado uno de ellos. Mi padre, enamorado de la vela, hab¨ªa sido due?o de varios balandros de las clases star y snipe, los paquetes (en uno de los cuales, cuando era comodoro del Club N¨¢utico de San Sebasti¨¢n, hab¨ªa tenido como marinero al que despu¨¦s ser¨ªa el rey don Juan Carlos).
Desde los 17 a?os yo hab¨ªa dejado de regatear, pues tal actividad me parec¨ªa el s¨ªmbolo de una existencia incompatible con el tipo de vida que juzgaba acorde con mis orientaciones pol¨ªticas. Pero, dado que lo que se aprende de ni?o nunca se olvida, la corta traves¨ªa marinera fue resuelta de un modo irripecable, seg¨²n las leyes de la navegaci¨®n al uso.
La noticia de esta aventura tard¨® 10 d¨ªas en ser p¨²blicada en los medios, y sali¨®, desde un primer momento, con car¨¢cter amarillo. Los partidos pol¨ªticos, conscientes de que el golpe no hab¨ªa sido sofocado ni por su iniciativa ni por la respuesta popular, sino desde la c¨²pula del Estado, e inc¨®modos ante las im¨¢genes poco edificantes que ofrec¨ªan los medios audiovisuales del comportamiento de sus l¨ªderes en el Congreso, ninguna -o casi ninguna- de cuyas cabezas se ve¨ªan sobresalir por encima de los bancos del hemiciclo al ser conminados por los guardias civiles asaltantes, deseaban proyectar la imagen de fierza desertora sobre HB. Y al n¨²cleo dirigente de ¨¦sta, f¨®rmado por la direcci¨®n de HASI y algunos -muy pocos- indeperidientes, muy conscientes de que HB no hab¨ªa dado una respuesta, porque nada estaba previsto para que la diera, le ven¨ªa muy bien que la campa?a hostil procedente del exterior se centrara en una sola persona, a la que adem¨¢s se quer¨ªa marginar desde antes del 23-F.
As¨ª, -y aunque algunos medios hicieron referencia a la figura del m¨¦dico-, no hubo investigaci¨®n alguna remontando la corriente. Si la hubiera habido se hubieran descubierto dos realidades que romp¨ªan el estereotipo que se quer¨ªa proyectar: el desamparo organizativo de una persona (que hubiera privado a la noticia de su car¨¢cter simb¨®lico sobre la actitud global de HB) y el hecho de que yo no hab¨ªa pretendido huir, sino que hab¨ªa sido sacado del piso en el que me encontraba porque aquella noche no hab¨ªa literalmente nadie dispuesto a tenerme en su casa en tierra firme (lo que hubiera desplazado hacia otros puntos la imagen de cobard¨ªa e irresponsabilidad con la que se quer¨ªa presentar mi actitud).
A?os duros
As¨ª, la aventura marinera se convirti¨® en la prueba de que los dirigentes de HB no s¨®lo hab¨ªan provocado a los militares, sino de que estaban preparados para escapar en los momentos de peligro, dejando a todos los dem¨¢s abandonados a su suerte. (Una de las versiones publicadas entonces por los medios presentaba la aventura en su aspecto m¨¢s grotesco: Letamend¨ªa y sus acompa?antes no s¨®lo se'habr¨ªan escapado, sino que su impericia les habr¨ªa llevado a naufragar, debiendo ser rescatados por aquel ' los a quienes hab¨ªan provocado- esto es, por un barco de la Comandancia de Marina. Otra versi¨®n ofrec¨ªa la imagen de un Ortzi que nadaba en la abundancia, y que se escapaba en un lujoso yate de su propiedad, en una operaci¨®n sin duda preparada de antemano, rodeado de una numerosa guardia de corps personal formada por militantes de HB).
Los meses -y los a?os- que siguieron fueron muy duros: m¨¢s que por la difusi¨®n del estereotipo, porque ¨¦ste cristaliz¨® de un golpe las consecuencias de aquellos elementos que hab¨ªan hecho posible su aparici¨®n: y me vi pol¨ªticamente abandonado, sin defensa ante los m¨²ltiples juicios criminales que me aguardaban y viviendo, adem¨¢s, en el escarnio. Pero tal situaci¨®n tuvo, por otra parte, la virtud de provocar la decisi¨®n irreversible de reconducir mi actividad de modo exclusivo a la vida intelectual. Decisi¨®n que trajo tambi¨¦n consigo m¨²ltiples sinsabores, y hasta situaciones prolongadas de miseria, pero de la que estoy profundamente contento y orgulloso, pues ha culminado felizmente con una tesis doctoral aprobada en Francia y una dedicaci¨®n exclusiva a la docencia universitaria; habiendo conseguido ganarme el respeto, desde una disidencia aceptada como tal, del medio sociopol¨ªtico del que proced¨ªa y del que nunca he renegado, el de la izquierda abertzale radical.
es profesor universitario.
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