Luis Rosales recibe el homenaje de sus amigos poetas
La obra del autor granadino, recordada por escritores y especialistas
A sus 81 a?os, Luis Rosales es a¨²n pol¨¦mico. Por razones literarias, primero, y tambi¨¦n pol¨ªticas. Y no tanto por su pertenencia a un grupo m¨¢s pr¨®ximo a los vencedores de la guerra civil, sino por la tenacidad de una calumnia que le ha acompa?ado toda la vida -su supuesta parte de responsabilidad en la muerte de Federico Garc¨ªa Lorca-, y que ha sido desmontada por los m¨¢s concienzudos estudiosos de la ¨¦poca. A punto de terminar Nueva York despu¨¦s de muerto, que cerrar¨¢ su cuatrilog¨ªa La carta entera, Rosales escuch¨® ayer a varios amigos -Claudio Rodr¨ªguez, Carlos Bouso?o, Francisco Brines, Jos¨¦ Caballero Bonald, Jos¨¦ Hierro y F¨¦lix Grande, entre otros- recitar poemas suyos en el Instituto de Cultura Iberoamericana, en Madrid, donde trabaj¨® durante a?os.
"Luis Rosales es una de las dos o tres voces m¨¢s importantes de la poes¨ªa viva en castellano", dice el poeta F¨¦lix Grande, en tanto que otro escritor prefiere no opinar, pues su entusiasmo no es excesivo. Las dos actitudes son reveladoras de los dos extremos que suscita Rosales, a quien, si bien le eligieron acad¨¦mico y premio Cervantes, tambi¨¦n le negaron una c¨¢tedra honor¨ªfica a la que aspir¨®: su tesis sobre el conde de Salinas es, quiz¨¢, aparte del que termina, el ¨²nico in¨¦dito del poeta.Este granadino de 81 a?os, que pese a una reciente trombosis sigue hablando cordialmente con j¨®venes ojos claros, ha dicho alguna vez que la pol¨ªtica le interes¨® poco, de joven, y menos a¨²n tras la muerte de Garc¨ªa Lorca y la de Joaqu¨ªn Amigo, que junto con Leopoldo Panero fue el tercero de sus grandes compa?eros intelectuales. Si a Lorca lo asesinaron en el bando nacional por las intrigas de un "don nadie" de la CEDA, el diputado Ruiz Alonso, que quer¨ªa medrar, a Joaqu¨ªn Amigo lo despe?aron los republicanos por el tajo de Ronda. Rosales ha cre¨ªdo siempre que sus amigos fueron V¨ªctimas de la intolerancia pol¨ªtica, y de ah¨ª su desconfianza hacia ¨¦sta. La ¨²nica militancia que reconoce es la mon¨¢rquica.
A Rosales, necesitado siem pre de dinero hasta el punto de que tuvo que vender a la Junta de Andaluc¨ªa su biblioteca de 13.000 vol¨²menes por 40 millones, le han ofrecido a menudo mucho dinero por contar su versi¨®n de los sucesos que con dujeron al asesinato de Lorca Pero, ha dicho, "para m¨ª la muerte de Federico cs una lla ga, y de una llaga no se come"
Seg¨²n F¨¦lix Grande, autor del libro Historia de una calumnia. De c¨®mo a Luis Rosales por defender a Federico Garc¨ªa Lorca, le persiguieron hasta la muerte, Rosales ha vivido siem pre con la paz de la inocencia esa calumnia, nacida no se sabe muy bien c¨®mo en mitad de lo a?os cuarenta. E Ian Gibson m¨¢ximo especialista en esos d¨ªas, lo explica: "Rosales hizo lo que pudo para sabiar a Gar c¨ªa Lorca, pero las circunstancias eran terribles".
En cierta ocasi¨®n, recuerda Antonio Hern¨¢ndez, poeta de la generaci¨®n de los sesenta, Luis Rosales era pr¨¢cticamente el ¨²nico jurado que se opon¨ªa a la concesi¨®n de un premio a una obra presentado bajo plica, que entusiasmaba a los otros jurados, para quienes se trataba de una obra escrita por un joven mexicano de izquierda. "Ni joven, ni mexicano, ni de izquierda; de aqu¨ª, y escrito con plantilla", dijo Rosales, el ¨²nico en re¨ªrse cuando, concedido el premio, se descubri¨® que era un poetastro nacional madurito y conocido.
Rosales es una mezcla de sabidur¨ªa campesina y conoclmiento acad¨¦mico, explica Hern¨¢ndez, y se?ala que su generacion, empenada en salir del coloquialismo de los cincuenta, y deseosa de recuperar la narraci¨®n expulsada por simbolistas y surrealistas, reconoci¨® una voz af¨ªn en La casa encendida, obra con que Rosales empez¨® a ser reconocido.
En Espa?a s¨®lo se hab¨ªa o¨ªdo hablar de la poes¨ªa total, presente en Vallejo y Neruda, es decir, un territorio en el que nada est¨¢ proscrito y todo se integra: la expresi¨®n l¨ªrica, la dram¨¢tica, el pensamiento y la narraci¨®n. Rosales, convencido de que la boridad de un verso debe estar supeditada al objetivo final del poema, fue el primero en ponerlo en pr¨¢ctica. A fin de cuentas, recuerda Grande, siempre ha sabido combinar su propia labor creadora con la reflexi¨®n: son antol¨®gicos sus estudios sobre Cervantes y sobre Neruda. Reveladoras elecciones.
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