La situaci¨®n insostenible de Brabender
Wayne Brabender vendi¨® su comparecencia en el banquillo del Real Madrid como la necesidad de implantar trabajo y mano firme a una plantilla de holgazanes y caprichosos. No se dio cuenta, sin embargo, de que el problema de los jugadores madridistas no era otro que el de una desesperaci¨®n desmedida ante unos ¨¦xitos que se les han resistido desde hace alg¨²n tiempo. Los jugadores del Madrid quer¨ªan a un entrenador que les ense?ara el camino de la victoria, y no a alguien con el que repasar lecciones que aprendieron hace muchos a?os.Los primeros partidos evidenciaron que Brabender era un mal director de juego, un defecto por otra parte muy extendido en los diferentes banquillos del baloncesto espa?ol. Pero t¨¢cticamente, Brabender era tambi¨¦n un t¨¦cnico muy discreto y muy inexperto. Hasta tal punto lleg¨® la desconfianza entre unos y otros que los jugadores terminaron Improvisando soluciones t¨¢cticas que aprendieron la pasada temporada con George Karl a la vista de que estaban convencidos de que las soluciones que aportaba Brabender no funcionaban.
La capacidad de Brabender para aplicar disciplina, algo que parec¨ªa no discutirse, es igualmente criticable a la vista de los hechos, porque nunca goz¨® del respeto de sus hombres ni supo imponer un clima de autor¨ªdad. No debe confundirse autoridad con tristeza, tensi¨®n con rostros de aburrimiento. En ese sentido, Brabender cometi¨® muchos errores de principiante y algunos de ellos todav¨ªa pone los pelos de punta a quien lo escucha: apostarse 25.000 pesetas a que su soluci¨®n a una jugada era mejor que la que aportaba un determinado jugador. Ni qu¨¦ decir tiene que el jugador aplic¨® su propia receta en un partido y gan¨® la apuesta.
Nada m¨¢s conocer la plantilla la noticia de la destituci¨®n de Brabender, los jugadores han vivido escenas de entusiasmo en el vestuario. Nunca una decisi¨®n de este tipo ha ten¨ªdo una contestaci¨®n tan evidente. Y ¨¦se es un detalle que debe mover a la reflexi¨®n. Independientemente del juicio que merezca el nombre de Pinedo, es evidente la incompatibilidad entre Brabender y su plantilla: sobraba uno o sobraban ocho. Que el club se haya inclinado por un hombre veterano y pr¨¢cticamente jubilado parece m¨¢s una decisi¨®n mim¨¦tica. El s¨ªndrome Molowny ha operado sin duda alguna y habr¨¢ que ver si se ha dado en el clavo. Pero mantener a Wayne Brabender al frente del equipo habr¨ªa sido suicida.
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