Rebeli¨®n en Irak
LA REBELI?N contra el r¨¦gimen dictatorial de Sadam Husein ha alcanzado una gran amplitud, sobre todo en el sur, entre una poblaci¨®n de religi¨®n shi¨ª pr¨®xima a Ir¨¢n y a los campos de batalla en los que quedaron aniquiladas las fuerzas de choque iraqu¨ªes. El caos reina en la regi¨®n, en la que abundan armamentos abandonados y grupos de soldados en desbandada. Sin embargo, la rebeli¨®n se ha extendido tambi¨¦n al norte, a zonas habitadas por los kurdos. La ca¨ªda inicial de Basora, la segunda ciudad del pa¨ªs, en manos de los rebeldes es un indicador m¨¢s de la envergadura de la explosi¨®n contra Sadam, ratificada con la destituci¨®n del ministro del Interior.El odio contra el dictador refleja una reacci¨®n muy generalizada en un pueblo que est¨¢ atravesando por una situaci¨®n dram¨¢tica. Por mucho que la propaganda oficial se haya esforzado por convertir la desesperaci¨®n ciudadana s¨®lo en odio contra EE UU, los hechos denuncian con claridad la culpabilidad de Sadam como responsable de la guerra. Por ello los ciudadanos sienten un deseo vehemente de acabar con su r¨¦gimen. Sadam tiene que hacer frente a una sublevaci¨®n interna superior a las que surgieron en otras ocasiones. Sin embargo, ni dentro del pa¨ªs ni en la emigraci¨®n ha aparecido hasta ahora una alternativa pol¨ªtica capaz de hacerle abandonar el poder.
Es cierto que en Damasco se constituy¨®, el 12 de diciembre pasado, un "comit¨¦ conjunto de la oposici¨®n", en el que se agrupan representantes de diversos grupos: kurdos, shi¨ªes, sectores sun¨ªes, fracci¨®n disidente del partido Baaz, comunistas y algunos liberales que se han puesto de acuerdo en una plataforma com¨²n favorable a un r¨¦gimen democr¨¢tico y pluralista. Por otra parte, en Arabia Saud¨ª se encuentran figuras pol¨ªticas y militares, como el genera Ibrahim Daud, que han roto con Sadam y que aspiran a una posible sucesi¨®n. Pero despu¨¦s de 22 a?os de una dictadura implacable es dudoso que los exiliados tengan una influencia real en el pa¨ªs, con la excepci¨®n de los kurdos y los shi¨ªes. Ambas corrientes resultan conflictivas para los vecinos de Irak.
En el caso kurdo la raz¨®n es obvia: Turqu¨ªa e Ir¨¢n, que se enfrentan al nacionalismo kurdo en sus respectivos pa¨ªses, consideran amenazante el auge que pueda alcanzar ese movimiento en Irak. El problema shi¨ª reviste dimensiones a¨²n m¨¢s importantes. Son, sin duda, la principal fuerza opositora a Sadam, y cuentan adem¨¢s con un apoyo evidente de Ir¨¢n, a pesar de las declaraciones de varios dirigentes de Teher¨¢n. Los sublevados proclaman el establecimiento de una rep¨²blica isl¨¢mica en Irak como objetivo esencial, objetivo que suscita una oposici¨®n absoluta en Arabia Saud¨ª y en otros pa¨ªses ¨¢rabes que figuran entre los vencedores. El remedio ser¨ªa peor que la enfermedad. En los Gobiernos occidentales se produce una reacci¨®n que recuerda lo ocurrido durante la guerra irano-iraqu¨ª: considerar al islamismo integrista como la peor de las amenazas.
Estados Unidos insiste en una pol¨ªtica de no intervenci¨®n en los asuntos internos de Irak. Expresa a la vez la opini¨®n de que Sadam. va a ser capaz de aplastar las revueltas. A todas luces, EE UU -que tanto ha insistido en que Sadam debe ser desplazado del poder- querr¨ªa que ello se realizase mediante un golpe de palacio, colocando al frente del pa¨ªs a un general dispuesto a aceptar las exigencias del vencedor y capaz de controlar las rebeliones kurda y shi¨ª. Hip¨®tesis probablemente dif¨ªcil hoy a causa de la pol¨ªtica de Sadam de eliminar de los puestos de mando a las personas poco seguras.
Pero no basta con los buenos deseos. La construcci¨®n de la paz, tan debatida en la ¨²ltima semana, implica, ante todo, evitar que Irak se convierta en un nuevo L¨ªbano, donde se desintegre el Estado y campen a su albur las milicias de cada uno de los bandos, teledirigidas por los Estados con intereses en la regi¨®n. Y ante este peligro s¨®lo cabe apelar a la responsabilidad de la alianza occidental, y por encima de ella, a la de las Naciones Unidas.
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