Inquietud en el Gol¨¢n
Los colonos israel¨ªes temen ser el precio de la paz con Siria
Las plantaciones de manzanos y cerezos se extienden hasta perderse de vista. Hay tres kil¨®metros hasta la frontera siria y 250 a Tel Aviv desde el kibutz (granja cooperativa) El Rom, de 264 residentes. All¨ª hay una floreciente empresa de doblaje cinematogr¨¢fico, muchas vacas, pero sobre todo huertos. Se tienen unas buenas relaciones con los tres pueblos drusos vecinos, pero hay inquietud ante el incierto futuro.El kibutz El Rom ha festejado su 20? aniversario para lo cual se plantaron 10.000 nuevos ¨¢rboles. Ante una plantaci¨®n de tal magnitud, la pregunta obligada es si los residentes esperan que la zona no ser¨¢ devuelta a los sirios.
Yosefa, secretaria del kibutz, dice con cierta mirada de l¨¢stima: "As¨ª lo espero, pero no estoy muy convencida". Tiene tres hijos, todos ellos nacidos en el kibutz, y ella misma fue fundadora de El Rom, uno de los primeros que se levantaron en el Gol¨¢n.
Como consecuencia de la entrega de Yamith, en el Sina¨ª, a Egipto en virtud de los acuerdos de Camp David en 1978, un viento de inquietud recorre los 15 kibuzim y los moshavim (poblaciones cooperativas) ubicados en el Gol¨¢n desde la guerra de 1967. "El precedente de Yamith nos tiene obsesionados", dice Yosefa; "si un d¨ªa Israel firma la paz con Siria pueden echarnos de aqu¨ª. De repetente todo nuestro futuro es inseguro".
En El Rom, en Merom-Golan, en Ein-Ziv y en otras concentraciones jud¨ªas en los altos del Gol¨¢n, el drama de Yamith ocasiona discusiones apasionadas acerca de la necesidad de solidarizarse con los habitantes de Yamith, que se opusieron, incluso f¨ªsicamente, a la orden de evacuaci¨®n. En El Rom, la asamblea general de residentes vot¨®, mayoritariamente, en contra de la solidaridad con Yamith.
Temores y debates
De un tiempo a esta parte, las discusiones se reanudaron en el Gol¨¢n. Una mera frase dicha por el ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, David Levy, de la que se puede deducir que Tel Aviv no se niega a encarar el asunto del Gol¨¢n con los sirios en una eventual negociaci¨®n de paz, hizo surgir los mismos temores que se originaron con la paz con Egipto hace dos lustros, cuando Israel, pese a protestas de algunos sectores d la poblaci¨®n, cedi¨® el Sina¨ª a su antiguo enemigo como precio de una ansiada paz.Como secretaria del kibutz, Yosefa debe organizar el debate sobre la actitud a tomar ante una eventual negociaci¨®n sirio-¨ªsrael¨ª sobre el Gol¨¢n, hoy anexionado y parte de Israel. El debate se ha ido posponiendo, todos intentan ignorar el peligro que se cierne sobre ellos.
"Sin duda es mi subsconsciente el que rechaza abordar un problema existencial, tan vital para nosotros. No se discutir¨¢ sobre Yamith, sino sobre nuestro propio kibutz, nuestra casa", dice Yosefa.
Encima de su armario, frente a su mesa de trabajo, se lee en una inscripci¨®n: "No osbtaculizar a la paz". Aprueba con un leve movimiento de cabeza al coment¨¢rsele si se trata de un recordatorio de lo que se les puede venir encima.
Con una sonrisa forzada y triste, Yosefa a?ade: "La paz es m¨¢s importante que un kibutz, incluso que nuestro kibutz. Espero sin embargo que, pese a todo, nuestro sacrificio no sea necesario, y que se logre la paz con los sirios, sin que nos echen de aqu¨ª. Pero si somos el precio de la paz, estamos dispuestos a pagarlo".
No todos comparten esta opini¨®n en los altos del Gol¨¢n. En un kibutz vecino, a unos cinco kil¨®metros de El Rom, los miembros han decidido ofrecer toda la resistencia posible, incluido el recurso a la fuerza si es necesario, a una hipot¨¦tica evacuaci¨®n. Se trata de Mero-Golzam, un kibutz tan pr¨®spero como El Rom, y como ¨¦ste, de obediencia pol¨ªtica laborista.
Yosefa reconoce que tiene frecuentes pesadillas desde la evacuaci¨®n y destrucci¨®n de Yamith. "Sue?o", dice, "que alguien me telefonea desde Jersual¨¦n y me dice: 'Tienen 24 horas para abandonar sus casas'. Es la paz. Los sirios llegan y me apercibo del ruido de las m¨¢quinas demoledoras que avanzan, inexorablemente, contra nuestras casas, nuestros huertos. Entonces les grito: '?Tomadlo todo, pero no destruy¨¢is las casas y los ¨¢rboles!'. Y me despierto empapada de sudor y con l¨¢grimas en los ojos".
A la espera de posibles acontecimientos, en Katzri, localidad jud¨ªa en el Gol¨¢n, contin¨²an los trabajos de allanamiento y cimentaci¨®n para acoger a un millar de nuevos habitantes y prosiguen los planes de ampliaci¨®n como si nada ocurriera.
Todos intentan evitar el pensar en que quiz¨¢ sean ellos y los frutos de sus muchos esfuerzos el precio a pagar por Israel por una paz con la vecina Siria.
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