La necesidad lleva el 'comunismo' a Kuwait
Los sistemas solidarios de distribuci¨®n creados durante la ocupaci¨®n a¨²n funcionan
ENVIADO ESPECIAL, La Ciudad de Kuwait contin¨²a acost¨¢ndose a las seis de la tarde y sus habitantes apenas disfrutan de otras comodidades que no sean Ia alegr¨ªa de la libertad recuperada y la confianza en el regreso a la sociedad del bienestar y la opulencia desmontada concienzudarnente por los iraqu¨ªes. El comunismo de resistencia que tuvieron que organizar para sobrevivir durante la invasi¨®n sigue vigente. La vida se acaba en esta poblaci¨®n desolada y sucia cuando a las 10 de la noche entra en vigor la ley marcial y las patrullas militares montan peligrosamente sus armas en los cruces de carreteras.
El resplandor de los candiles, las velas y las fogatas escap¨¢ndose desde edificios semiderruidos aportan la nota fantasmag¨®rica de una poblaci¨®n bajo cuidados intensivos y enemistada con los palestina, 7.000 de los cuales fueron trasladados a comisar¨ªa en estos ¨²ltimos d¨ªas para su completa identificaci¨®n.Aparentemente poco ha cambiado en la capital del emirato desde su reconquista a pesar de los ambiciosos planes de reconstrucci¨®n. Sus calles destrozadas, los escaparates hechos a?icos, las entradas calcinadas de los hoteles, los peligrosos agujeros de las autopistas de circunvalaci¨®n, los solares convertidos en basureros recuerdan el brutal esparcimiento de las tropas iraqu¨ªes.
La mayor parte de los kuwait¨ªes padece tras la liberaci¨®n el mismo sistema de vida comunista que implant¨® la necesidad de sobrevivir, la misma igualdad en la desgracia que har¨ªa vomitar a los compatriotas que siguieron la ocupaci¨®n desde los hoteles de cinco estrellas de Hawai. Este exilio dorado ha creado no poco resentimiento entre quienes sufrieron el calvario en casa.
La vida ciudadana est¨¢ paralizada y los kuwait¨ªes comienzan a impacientarse por la demora en la recuperaci¨®n de los servicios m¨ªnimos. Cuando le pregunto a un automovilista por una direcci¨®n, ¨¦ste aprovecha el momento para descargar su malestar. "Estamos muy nerviosos. No tenemos ni pan ni agua ni electricidad. No entendemos c¨®mo estando Arabia Saud¨ª cerca no disponemos ya de lo m¨¢s necesario. Y encima no hay democracia".
En el hotel Holliday Inn, donde se aloja una parte de la prensa internacional y militares norteamericanos, saud¨ªes y egipcios, el men¨² es el mismo desde el d¨ªa de la liberaci¨®n: una peque?a maqueta de pl¨¢stico que en su forma se asemeja al pollo y macarrones de sabor tan ins¨ªpido que de comerlos a ciegas nadie adivinar¨ªa qu¨¦ engulle.
Los grupos que aseguraron la convivencia nacional durante la ocupaci¨®n iraqui mantienen los mismos canales de distribuci¨®n de alimentos de antes. Todos los vecinos saben los puntos de recogida, los puestos callejeros, y a ellos acuden todav¨ªa. Expertos brit¨¢nicos, franceses o norteamericanos detonan cada d¨ªa las minas que los zapadores iraqu¨ªes colocaron en las playas para detener un desembarco anfibio o desactivan las trampas anticarro que in¨²tilmente quisieron frenar el avance de los veh¨ªculos acorazados por tierra.
La noche se ha convertido en la boca del lobo. La Ciudad de Kuwait es tensa, complicada, cambiante; es un. laberinto desde que sus habitantes cambiaron los nombres de las calles y la numeraci¨®n de las casas para confundir a los iraqu¨ªes. No hay luces, s¨®lo puntos luminosos y la oscuridad oculta las referencias. En un despiste nocturno no es dif¨ªcil empotrarse con un carro de combate aparcado en la calle ni tragarse uno de los erizos gigantes de hierros y puntas que cortan rutas urbanas, am¨¦n de las barreras de grava y arena, invisibles y traicioneras que interrumpen las avenidas cuando crees haber sorteado las peores trampas.
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