Noticia de Colombia
Las noticias que recibimos de Colombia son habitualmente malas: atentados, secuestros, violencia, narcotr¨¢fico, etc¨¦tera. Son noticias verdaderas, desde luego. Pero no son las ¨²nicas que se producen. Detr¨¢s de ellas hay un espl¨¦ndido pa¨ªs lleno de posibilidades y de aspiraciones, una econom¨ªa deformada pero pujante a pesar de todo y una poblaci¨®n que puede sacar el pa¨ªs adelante a poco que se creen las condiciones pol¨ªticas para ello. Basta viajar a Colombia para verlo, por muchas y graves que sean las contradicciones.Ahora la situaci¨®n pol¨ªtica es ciertamente at¨ªpica. El a?o pasado fue elegido el Congreso actual, compuesto por la C¨¢mara de Representantes y el Senado. Pero a la vez se decidi¨® convocar elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente encargada de elaborar una nueva Constituci¨®n y que ya ha empezado sus trabajos. Coexisten, pues, en Colombia dos organismos legislativos: el Congreso ordinario y la Asamblea Nacional Constituyente. Y dado que la misi¨®n de esta ¨²ltima es elaborar una Constituci¨®n que va a modificar sin duda la estructura y la composici¨®n del propio Congreso, no es de extra?ar que ya haya empezado una fuerte discusi¨®n sobre cu¨¢l de ellos prevalece. Se trata de saber si una vez aprobada y promulgada la nueva Constituci¨®n el actual Congreso se deber¨¢ disolver para elegir unas nuevas C¨¢maras o si deber¨¢ permanecer tal cual hasta la terminaci¨®n de su mandato, dentro de tres a?os. Naturalmente, el fondo de la discusi¨®n no es s¨®lo ni principalmente jur¨ªdico, sino pol¨ªtico.
El problema es pol¨ªtico por dos razones fundamentales. Primera, porque si se ha convocado una Asamblea Constituyente es porque la mayor¨ªa ha juzgado conveniente cambiar la actual Constituci¨®n -promulgada en 1886- y las actuales instituciones. No parece, pues, que tenga mucho sentido que una' vez modificado el texto constitucional y modificadas las instituciones actuales ¨¦stas sigan existiendo y funcionando como si nada hubiese pasado, En realidad, todo proceso constituyente cierra un periodo y abre otro nuevo. Y aunque es cierto que en todos los cambios pol¨ªticos y constitucionales se producen mezclas del pasado y del futuro, las instituciones principales deben adaptarse inmediatamente a la nueva legalidad.
La segunda raz¨®n es que la convocatoria de la Asamblea, Nacional Constituyente, cuando ya existe un Congreso funcionando, s¨®lo se puede explicar porque la mayor¨ªa ha considerado que este Congreso no pod¨ªa cambiar el sistema y ten¨ªa que confiar la tarea a un ¨®rgano diferente. Y el hecho es que este ¨®rgano es realmente diferente no s¨®lo por su origen, sino tambi¨¦n por su composici¨®n, como lo demostraron claramente los resultados electorales. Desde este punto de vista, la Asamblea Nacional Constituyente es algo m¨¢s que un organismo encargado de redactar una nueva Constituci¨®n. De hecho, es la gran ocasi¨®n para que empiecen a entrar y a situarse en la escena pol¨ªtica nuevas fuerzas, nuevos impulsos y nuevas ¨¦ticas; es decir, para que se empiecen a crear las condiciones para una reforma sustancial, un saneamiento y una modernizaci¨®n de todo el sistema pol¨ªtico.
A mi entender, ¨¦ste es el problema clave. Al observar el funcionamiento real del sistema pol¨ªtico colombiano, la primera conclusi¨®n a que uno llega es que ha agotado o est¨¢ a punto de agotar sus posibilidades. Tras un siglo de enfrentamientos violentos entre liberales y conservadores, culminados con la gran sublevaci¨®n popular de Bogot¨¢ tras el asesinato del dirigente Jorge Eliecer Gait¨¢n, el 9 de abril de 1948, y la instauraci¨®n, en 1953, del r¨¦gimen militar del general Rojas Pinilla, los m¨¢ximos dirigentes de los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, firmaron el pacto del llamado Frente Nacional, que establec¨ªa la alternancia de ambos partidos en la direcci¨®n del Estado y el reparto entre ellos dos de los puestos pol¨ªticos fundamentales. Era, con 75 a?os de retraso, algo parecido al pacto entre liberales y conservadores en Espa?a, en la ¨¦poca de C¨¢novas y Sagasta, que inici¨® el periodo de la Restauraci¨®n. Al igual que ¨¦ste, el Frente Nacional colombiano consigui¨® inicialmente estabilizar la situaci¨®n, pero en la medida que los partidos pol¨ªticos eran m¨¢s bien conjuntos de c¨ªrculos clientelares en torno a unos cuantos notables -lo mismo que en la Espa?a de finales del siglo XIX- el resultado fue que todo el sistema se convirti¨® en un conjunto de grupos de presi¨®n clientelares que se enfrentaban y negociaban unos con otros en funci¨®n de sus intereses particulares. Y esto ocurri¨® no s¨®lo en el seno de los partidos pol¨ªticos, m¨¢s all¨¢ de sus siglas liberales o conservadoras, sino tambi¨¦n en todos los aparatos del Estado, civiles y militares.
M¨¢s todav¨ªa; tambi¨¦n, al igual que en nuestra Restauraci¨®n, el Frente Nacional acab¨® marginando y cerrando el paso a todas las fuerzas nuevas que iban surgiendo con la propia evoluci¨®n de la sociedad. No es de extra?ar, pues, que muchas de estas fuerzas nuevas acabasen eligiendo el camino del enfrentamiento armado; es decir, de la guerrilla contra un sistema que no les dejaba ninguna v¨ªa abierta. Pero en la medida que las guerrillas fueron incapaces de derrotar al sistema y que ¨¦ste s¨®lo fue capaz de cerrarles el paso pero no de solucionar los problemas que las hab¨ªan originado, las propias guerrillas acabaron estanc¨¢ndose y entrando en el juego de los grupos de presi¨®n. Cuando finalmente el narcotr¨¢fico, con sus poderosos medios, entr¨® en escena y se adapt¨® a la misma l¨®gica clientelar, el sistema pol¨ªtico colombiano se transform¨® definitivamente en un gigantesco ensamblaje de grupos clientelares y caciquiles, la mayor¨ªa armados, incrustados unos en los aparatos del Estado, otros -como las guerrillas- ajenos a ¨¦ste, cada uno con sus propios espacios de poder en la ciudad o en el campo, cada uno luchando por ampliar el espacio propio a costa de otros y cada uno dispuesto a negociar y a entenderse con otros por intereses concretos, m¨¢s all¨¢ de la condici¨®n mafiosa de unos, de la definici¨®n ideol¨®gica de otros o de la representatividad pol¨ªtica de los de m¨¢s all¨¢. ?sta y no otra es la raz¨®n de los estallidos de violencia que sacuden a la sociedad colombiana.
Pese a ello, Colombia como pa¨ªs ha cambiado, y junto a innegables retrocesos ha experimentado grandes avances. Y l¨®gicamente han aparecido fuerzas renovadoras en todos los sectores. La resistencia de los clanes establecidos ha sido enorme, y s¨®lo hay que recordar, para constatarlo, la hecatombe de asesinatos pol¨ªticos que se ha abatido sobre los sectores que intentaban cambiar la situaci¨®n. Pero a pesar de ello nuevas energ¨ªas han empezado a abrirse paso, en el Gobierno, en los partidos principales y en los grupos guerrilleros. Los acuerdos de paz ya realizados entre el Gobierno y el M-19 y el EPL son la demostraci¨®n m¨¢s clara de ello y de la lucidez pol¨ªtica de sus protagonistas. Los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente tambi¨¦n. Y nada lo expresa de manera m¨¢s gr¨¢fica y m¨¢s contundente que la propia composici¨®n de esta Asamblea y su presidencia tripartita, en la que se sientan uno al lado de otro el l¨ªder conservador del Movimiento de Salvaci¨®n Nacional, ?lvaro G¨®mez; el l¨ªder del M-19, Antonio Navarro Wolf, y el dirigente liberal Horacio Serpa.
?ste es, a mi entender, el sentido pol¨ªtico profundo de la Asamblea Nacional Constituyente. Y ¨¦ste es tambi¨¦n el ¨¢ngulo desde el que debe enfocarse la cuesti¨®n de la disoluci¨®n o no disoluci¨®n del actual Congreso, una vez haya entrado en vigor la nueva Constituci¨®n. Algunos l¨ªderes hist¨®ricos, como el veterano L¨®pez Michelsen, nuevamente a la cabeza del Partido Liberal, han anunciado ya su oposici¨®n total a la disoluci¨®n. Pero m¨¢s all¨¢ de los intereses concretos que puedan existir detr¨¢s de esta oposici¨®n, lo que realmente se discute, la pregunta que cada uno debe hacer es si se quiere potenciar la Asamblea Constituyente o se la quiere convertir en papel mojado. Porque lo cierto es que si la potencialidad renovadora de la Asamblea se frustra y si los que han apostado a fondo por ella como factor de renovaci¨®n son desautorizados -o sea, derrotados-, la ¨²nica alternativa que queda es el estancamiento de un sistema ya agotado. Y en una sociedad como la colombiana, que est¨¢ exigiendo a voz en grito la marcha hacia adelante, el estancamiento equivale exactamente a lo contrario, a la marcha hacia atr¨¢s.
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