Democratizaci¨®n
LA COALICI?N internacional liderada por Estados Unidos pretende la creaci¨®n de un nuevo orden internacional que debe ofrecer a las poblaciones ¨¢rabes involucradas en la guerra del Golfo el establecimiento de la democracia en Kuwait, en el Irak derrotado e, idealmente, en otros pa¨ªses de la regi¨®n. Tres semanas despu¨¦s de finalizado el conflicto no hay lugar para contemplar con optimismo el futuro de la zona.El destino del infortunado Irak depende m¨¢s del resultado de una cruel guerra civil que de las promesas democratizadoras hechas por un l¨ªder en apuros. En cuanto a Kuwait, la imagen ofrecida por su Gobierno es de caos total. En efecto, est¨¢ siendo singularmente inepto a la hora de encararse con las tareas m¨¢s urgentes de la paz, tanto desde el punto de vista del control del orden p¨²blico como del de la mera intendencia (bienes de primera necesidad, restablecimiento de servicios p¨²blicos, desescombro, recuperaci¨®n de los pozos petrol¨ªferos incendiados o formulaci¨®n de planes para la reconstrucci¨®n). Las autoridades kuwait¨ªes se enfrentan por ello a la creciente insatisfacci¨®n de la ciudadan¨ªa y a las cada vez m¨¢s apremiantes demandas de democratizaci¨®n, y lo hacen con la sorprendente tendencia a refugiarse en sus modos tradicionales de ineficacia y petulancia.
En el pasado, el dinero abundante de los campos de petr¨®leo contrabalanceaba todas las ineptitudes. De pronto ha dejado de ser as¨ª, y Kuwait arriesga la paralizaci¨®n y desestabilizaci¨®n pol¨ªtica. El emir ha prometido la instauraci¨®n de la democracia tras devolver plena vigencia a la Constituci¨®n de 1962 -sobre el papel, la m¨¢s democr¨¢tica del Golfo- y celebrar elecciones antes de un a?o. Sin embargo, no habr¨¢ democracia mientras no cambie radicalmente la legislaci¨®n electoral, se reformen las leyes de nacionalidad y residencia o se acabe con la pr¨¢ctica de secuestrar las publicaciones que se atreven a criticar las torpezas de la familia Sabaj. Tambi¨¦n es escandaloso que casi un mes despu¨¦s de la victoria se permitan detenciones arbitrarias, persecuci¨®n y ejecuciones de palestinos por bandas de kuwait¨ªes incontrolados.
Se dir¨ªa, por otra parte, que las dem¨¢s monarqu¨ªas conservadoras del Golfo, ignorando las ense?anzas de la guerra, han decidido que pueden reanudar la actividad como si nada hubiera ocurrido. Arabia Saud¨ª es, tal vez, el exponente m¨¢s ejemplar de ello: ofreci¨® su territorio para que se instalaran las fuerzas de la coalici¨®n, contribuy¨® generosamente a la financiaci¨®n de la guerra, y, por todo ello, consider¨® concluido su esfuerzo y el conjunto de sus obligaciones. Como si la amenaza de Sadam Husein no tuviera ninguna relaci¨®n con la familia Saud o como si la posibilidad de establecimiento de un nuevo pa¨ªs shi¨ª disgregado del sur de Irak no fuera una amenaza para el r¨¦gimen de Riad. El rey Fahd considera que la presencia de la coalici¨®n en los lugares santos del islam es ofensiva, y desea que todos se marchen para volver al sistema feudal que le caracteriza. Olvida que un pa¨ªs sin m¨¢s Constituci¨®n que el Cor¨¢n ni m¨¢s sentido pol¨ªtico que la hegemon¨ªa de una familia es proclive a las desestabilizaciones internas profundas, de las que ser¨¢ dificil que le libren sus mentores norteamericanos, los mismos consejeros que ten¨ªa el sha cuando fue destronado por una ola de protesta religiosa.
Las dem¨¢s monarqu¨ªas de la zona, menos radicalizadas desde el punto de vista religioso, pero (con la excepci¨®n tal vez de Bahrein) igualmente atrasadas desde el punto de vista de integraci¨®n y evoluci¨®n social y lastradas por sistemas de organizaci¨®n estatal a¨²n tribales, son extremadamente endebles. Su destino est¨¢ ¨ªntimamente ligado al de saud¨ªes y kuwait¨ªes, y, por consiguiente, las perspectivas para su futuro no son particularmente brillantes.
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