El esp¨ªritu de Barcelona

Barcelona, ahora, huele a nuevo. Valencia acaba de pasar por un terremoto de fuego. Sevilla est¨¢ toda levantada. Y Madrid tiene en la plaza de Col¨®n un plan estrat¨¦gico. Bilbao, que vive su sue?o industrial estrenando un puente pintado de blanco, no est¨¢ pendiente de lo que pasa en los otros sitios, porque de Bilbao se espera que este ah¨ª, que ya es bastante, pero no se espera nada m¨¢s. Bilbao es el Dubl¨ªn espa?ol, una sociedad feliz de ser ignorada: dentro de s¨ª tiene su vida, y la disfruta mientras los dem¨¢s se creen que los bilba¨ªnos est¨¢n quietos y alica¨ªdos.Como de Bilbao, de cada ciudad se tiene un t¨®pico: Barcelona es laboriosa, Sevilla padece el pecado de la pereza, Valencia explota, y Madrid, la ciudad de las seis letras, el t¨®pico m¨¢ximo, es una urbe ca¨®tica que llega tarde a todos los sitios. Ahora, como hay elecciones municipales en puertas y est¨¢ a la vuelta de la esquina el gozne del 92, los t¨®picos urbanos se acrecientan y la gente termina crey¨¦ndolos.
Los espa?oles siempre se esperan lo peor: Madrid llegar¨¢ al 92 y no ser¨¢ capital de la cultura, ni nada; la Expo nunca tendr¨¢ lugar, pues menudos son los sevillanos, y en Valencia pasar¨¢n de nuevo las fallas, que es lo que ¨²nicamente pasa. Con respecto a Barcelona, las cosas cambian. La indiferencia desde?osa con que los espa?oles miramos los proyectos de las otras ciudades cambia cuando se llega a los proyectos de Barcelona. Los catalanes, se dice, son diferentes.
De Sevilla se espera que fracase la Expo, por ejemplo, que no funcionen las conducciones de agua, que se caigan los puentes, que se quede seco el Guadalquivir. De Madrid se espera que se diluya la M del nombre y que se caigan los emblemas de la capitalidad cultural; que se acabe la ciudad propiamente dicha y sea sustituida por una ciudad al azar, un invento m¨¢s del universo de las im¨¢genes.
Lista para habitar
De Barcelona, sin embargo, se espera eficacia, realizaciones, un se?or desplegando un mapa de cosas hechas sobre una mesa de caoba. Al t¨®pico no le falta raz¨®n. Estos d¨ªas, Barcelona est¨¢, si se hubiera acabado una casa, lista para ser habitada. Como a los lugares se llega tantas veces por el aire, la ampliaci¨®n del aeropuerto puede ser la met¨¢fora de ese olor a nuevo que tiene la capital catalana: los ba?os limpios y amplios, como si esperaran a una multitud atildada, ejecutivos silenciosos que leen The Financial Times, tel¨¦fonos en funcionamiento por todas partes, cristaler¨ªas di¨¢fanas para ver a los que se van y a los que vienen, ascensores a la espera (aunque a¨²n no funcionan), y la instalaci¨®n del silencio como una manera de la puntualidad: la gente empieza a hablar cuando los aviones tardan.
Eso se dice de Barcelona. De Sevilla y de Madrid, los otros eslabones del 92, se dicen cosas peores, porque el espa?ol tiene instalado el lugar com¨²n como el territorio m¨¢s transparente: los de Madrid ser¨¢n incapaces; los de Sevilla llegar¨¢n tarde.
Defectos como letras
Madrid tiene tantos defectos como letras, y Sevilla s¨®lo tiene una letra m¨¢s. Entre esos defectos est¨¢ el de no querellarse contra la fabricaci¨®n del t¨®pico: dar¨ªa la impresi¨®n por esos mundos de que en estas ciudades del Sur en las que la primavera entra como una bala de ob¨²s, con su raci¨®n generosa de sol y de olores, estuvieran todos los plomos fundidos, como si nunca pasara nada porque la gente no se ha levantado.
No se sabe qu¨¦ fue antes, si el t¨®pico o la gallina. En Madrid, la gente que antes se levantaba temprano tambi¨¦n se acostaba temprano, y, ahora, los que se acuestan tarde se levantan temprano tambi¨¦n. Y en Sevilla doy fe de que la gente cumple sus citas. Acaso sobrevuela el territorio espa?ol -y ojal¨¢ que acabe pronto ese vuelo- cierto esp¨ªritu de Barcelona que podr¨ªa ingresar en el cuerpo de otras ciudades para acabar as¨ª de eliminar el m¨¢s notorio de los t¨®picos espa?oles: hay ciudades que nunca llegar¨¢n a ning¨²n sitio.
Sevilla por su lado y Madrid por el suyo tienen tras la puerta de este a?o una rev¨¢lida que puede aliviarles del lugar com¨²n que se espera de ellas.
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