Preguntas inc¨®modas
Demasiadas son las lamentaciones que se han o¨ªdo a prop¨®sito de las insuficiencias mostradas por Europa ante la crisis del Golfo, por lo que bien convendr¨ªa hacer un esfuerzo de sobriedad y de concreci¨®n. De juicios liquidadores y al mismo tiempo gen¨¦ricos pueden desprenderse actitudes de renuncia, pero nunca compromisos para el desarrollo de un coherente proyecto europe¨ªstico. Existen formas de pesimismo y fatalismo hist¨®rico que pueden encubrir un c¨®modo repliegue a horizontes y ambiciones de car¨¢cter nacional.Un an¨¢lisis severo pero constructivo de los l¨ªmites que hay que superar y de las tareas que habr¨ªa que realizar es el que ha hecho el presidente de la Comisi¨®n de las Comunidades Europeas, Jacques Delors, en el discurso pronunciado en Londres el 7 de marzo. Se trata de un serio marco de referencia para la discusi¨®n al que deber¨ªan ce?irse los Parlamentos nacionales -no s¨®lo el de Estrasburgo- y la mayor parte de las familias pol¨ªticas europeas. Entre ellas, tambi¨¦n la familia socialista, junto con otros significativos componentes de la izquierda, deber¨ªan sentirse directamente aludidos por el mencionado mensaje.
Por un lado, no parece comprensible que pueda darse un salto hacia adelante que transforme la Comunidad de los Doce en una aut¨¦ntica Uni¨®n Europea sin que la fuerza pol¨ªtica m¨¢s consistente y difundida a escala comunitaria, que es precisamente la de los partidos socialistas y de la izquierda democr¨¢tica, se muestre convencida de ello y decidida a erigirse en protagonista. Y por otro lado, esta fuerza no puede hacer valer su peso y dar raz¨®n de las dificultades que est¨¢ atravesando sin asumir una fisonom¨ªa y estrategia europeas mucho m¨¢s claras. Los destinos de Europa y de la izquierda est¨¢n abocados a estrechas interrelaciones.
Hay quien opina que la izquierda ha salido derrotada de la crisis del Golfo por no haber dejado o¨ªr su voz ni presentado una iniciativa com¨²n, por no haber conseguido hacer prevalecer unos criterios m¨¢s a tono con su visi¨®n de los problemas de la paz y de la guerra. Pero esta visi¨®n debe aclararse hoy y habr¨¢ que comprender, para empezar, que la izquierda ha sufrido las limitaciones de la construcci¨®n europea y no ha podido superarlas por s¨ª sola en el fragor de una dram¨¢tica emergencia; m¨¢s bien ha tenido que reflejar en su seno las angustias nacionales y las contradicciones no resueltas en las relaciones entre los Doce.
Ha llegado, pues, el momento de plantearse con franqueza una serie de preguntas inc¨®modas con respecto a las cuales se deber¨¢ medir la capacidad de las fuerzas socialistas y de izquierda para definir una postura unitaria m¨¢s all¨¢ de las divergencias y de los compromisos entre los Gobiernos que rigen la Comunidad y de asumir, en consecuencia, una, funci¨®n de avanzadilla en el proceso de mtegraci¨®n europea.
La primera pregunta provocada por la agresi¨®n iraqu¨ª contra Kuwait, y por la experiencia extra¨ªda del conflicto del Golfo, afecta al papel de Europa en la construcci¨®n de un posible nuevo orden mundial. ?Se ha comprendido q9e si no se consigue formular, sobre la base de reglas nuevas y sin el v¨ªnculo de la unanimidad, una pol¨ªtica exterior com¨²n es in¨²til pretender asumir un papel relevante? ?No hay acaso fuerzas en la izquierda que, a la luz de la experiencia reciente, consideran que hay algunos pa¨ªses, como Francia y el Reino Unido, capaces de suplir la carencia de una pol¨ªtica exterior com¨²n y de participar en lugar de o en nombre de Europa en la soluci¨®n de problemas referentes a un nuevo ajuste de las relaciones internacionales tras el fin de la guerra fr¨ªa y la ca¨ªda de un orden bipolar vacilante desde hac¨ªa tiempo? Pues bien, aunque esta posici¨®n, irreal y desviada, no es la mantenida abiertamente, habr¨ªa que ir eliminando cualquier sugerencia, residual o renovada en esta l¨ªnea, para proceder resueltamente en la direcci¨®n opuesta, es decir, en la l¨ªnea de una real uni¨®n pol¨ªtica.
La segunda pregunta afecta al inevitable nexo entre pol¨ªtica exterior y pol¨ªtica de seguridad. De esta ¨²ltima habr¨ªa que tener una visi¨®n amplia no restringida a los aspectos militares, bien porque se miden los riesgos que pueden provenir de la presente y parece que creciente inestabilidad de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, bien porque se atiende a los riesgos que brotan de un malestar, cada vez m¨¢s incontenible, de grandes partes del Sur, de ese m¨¢s vecino a Europa, en especial del mundo ¨¢rabe e isl¨¢mico. Con amplitud de miras y con coraje, los Doce est¨¢n afrontando estos riesgos con pol¨ªticas de apertura y de cooperaci¨®n hacia el Este y hacia al Sur y de activa colaboraci¨®n en la superaci¨®n de los conflictos, ante todos, el ¨¢rabe-Israel¨ª, de las tensiones y de los chirriantes desequilibrios. La izquierda debe hacerse portadora de las razones de la justicia y de la paz en las relaciones internacionales. ?Pero significa eso, como una parte de la izquierda pretende, que deba olvidarse la exigencia de modernas pol¨ªticas de defensa para disuadir o para hacer retroceder cualquier designio agresivo o desestabilizador? La iniciativa de Sadam Husein ha supuesto una prueba traum¨¢tica en este sentido.
Se trata de ver c¨®mo esta exigencia puede compaginarse con una intensa iniciativa tendente a lograr nuevos procesos de desarme o exigentes controles sobre el comercio armament¨ªstico. Y se trata de ver c¨®mo se puede dar a todo ello una respuesta v¨¢lida, en t¨¦rminos de defensa europea, y, por tanto, cu¨¢l va a ser la nueva relaci¨®n con la anunciada renovaci¨®n de la OTAN y con la perspectiva de un sistema de seguridad paneuropeo superpuesto al marco fijado en Helsinki (CSCE). La izquierda no puede ceder a la ambig¨¹edad que el Final del orden polar y el posible relanzamiento de la ONU han puesto de actualidad; la afirmaci¨®n "la paz, a trav¨¦s del derecho" requiere que la comunidad internacional se reserve el recurso a acciones colectivas de restablecimiento o mantenimiento de la paz y se dote para tal Fin de los medios previstos en la Carta de la ONU, que, por cierto, no ha podido tener como referencia en la pasada crisis del Golfo.
La tercera cuesti¨®n gira en
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Preguntas inc¨®modas
Viene de la p¨¢gina anteriortorno a la relaci¨®n con Estados Unidos. El papel, la identidad y la autonom¨ªa de Europa no se garantizan cultivando el antiamericanismo. Y no es con meras actitudes de denuncia ni con veleidosas y retorcidas contraposiciones como se contrarresta la tentaci¨®n de dar vida a un orden monopolar rubricado por la preponderancia americana. ?Interesa o no interesa encarar hasta el fondo estas tendencias que existen en el seno de la izquierda? El camino que hay que seguir es, evidentemente, el de la efectiva y r¨¢pida aceptaci¨®n, por parte de Europa, de una fuerte fisonom¨ªa unitaria y de todas las responsabilidades consiguientes en las relaciones con Estados Unidos, por lo dem¨¢s perfectamente consciente de tener que entretejer una amplia red de alianzas pol¨ªticas, incluso en la gesti¨®n de las crisis m¨¢s agudas.
Y en fin, una pregunta sobre las perspectivas de esa opci¨®n de dar vida a una Uni¨®n Europea. No est¨¢ acaso esta opci¨®n salpicada de temores y reservas por una parte de la izquierda, hoy sensible a hip¨®tesis de replanteamientos y de aplazamientos? Nos referimos a los temores suscitados por la unificaci¨®n alemana y por el ulterior y previsible crecimiento del peso espec¨ªfico de este pa¨ªs en el equilibrio europeo y tambi¨¦n por las esperanzas suscitadas ante la duda, seria y comprensiblemente presente en las fuerzas de la izquierda, derivada del hecho de que al reducirse la soberan¨ªa nacional en la esfera de las decisiones pol¨ªticas (con la uni¨®n pol¨ªtica) y en la del gobierno de la econom¨ªa (con la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, y al quedar limitados en concreto los m¨¢rgenes de maniobra para la gesti¨®n de los cambios y para las pol¨ªticas Fiscales) sea m¨¢s dif¨ªcil la adopci¨®n de medidas de reforma y de progreso social en cada uno de los pa¨ªses. Pero la respuesta a estas dudas, a esos temores y a esas esperanzas pasa por un consecuente desarrollo del proceso de integraci¨®n de las pol¨ªticas y de las instituciones comunes y por la democratizaci¨®n de la Comunidad Europea. Hay que discutir abiertamente sobre este punto crucial. Se equivocar¨ªa la izquierda si llevara a los debates de las dos conferencias intergubemamentales en curso una posici¨®n de freno en lugar de un compromiso de coherencia, gracias al cual podr¨ªa situarse en disposici¨®n de asumir una funci¨®n dirigente en la definici¨®n de un nuevo contexto europeo.
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