El final de una dictadura olvidada
POR FIN el dictador Mussa Traor¨¦, que gobernaba Mal¨ª desde 1968 aplicando m¨¦todos brutales de dominaci¨®n, ha sido expulsado del poder y detenido en el momento en que se dispon¨ªa a huir al extranjero. Su derrota ha sido consecuencia de un movimiento popular multitudinario protagonizado sobre todo por los estudiantes. Traor¨¦ lo reprimi¨® de manera salvaje, causando un elevado n¨²mero de muertos y heridos, pero no pudo detener la protesta.Despu¨¦s de la huelga general del 25 de marzo, que paraliz¨® a todo el pa¨ªs, y ante la cerraz¨®n del dictador, un sector del Ej¨¦rcito dirigido por el teniente coronel Amad¨² Tumani Tur¨¦ decidi¨® dar un golpe de Estado y acabar con el poder establecido. Se ha creado un Consejo de Reconciliaci¨®n Nacional, encabezado por el citado teniente coronel, que ha prometido instaurar un r¨¦gimen democr¨¢tico y multipartidista, disolver el partido ¨²nico del r¨¦gimen y convocar elecciones, si bien con la inquietud que conlleva el no haber fijado un plazo preciso para tales objetivos.
Estos acontecimientos ponen fin a una de las dictaduras m¨¢s prolongadas, odiosas y tradicionalmente olvidadas por el confort occidental de las que han existido en ?frica. En 1968, Mussa Traor¨¦, que hab¨ªa sido oficial en el Ej¨¦rcito franc¨¦s en la etapa colonial, derrib¨® con relativa facilidad al Gobierno de Modibo Keita, socialista de orientaci¨®n prosovi¨¦tica y cuyos errores hab¨ªan generado el caldo de cultivo propicio para llevar a cabo un golpe militar. Desde entonces, Traor¨¦ se ha mantenido m¨¢s de 22 a?os en el poder, empleando para ello una sistem¨¢tica represi¨®n contra cualquier forma de protesta o desacuerdo.
Amnist¨ªa Internacional denunci¨® reiteradamente la crueldad en el trato de los presos y otras violaciones de los derechos humanos en Mal¨ª. Los fuertes de Kidal y Tuadenit, en pleno S¨¢hara, son aut¨¦nticos abismos de indignidad para los prisioneros. Al mismo tiempo, y a pesar de que Mal¨ª es uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de ?frica, la corrupci¨®n ha sido una constante entre los elegidos por Traor¨¦. Estos factores alentaron, a su vez, un creciente repudio de todos los estamentos sociales hacia el sistema dictatorial y quien lo represent¨®. El devenir hist¨®rico se encarg¨® de cerrar el c¨ªrculo.
En 1990 tuvo lugar una revuelta de las tribus tuaregs, en la parte nororiental del pa¨ªs, que Traor¨¦ reprimi¨® con la dureza habitual y, al parecer sin un ¨¦xito total. La oposici¨®n en los centros urbanos se afianz¨® cada vez m¨¢s, sobre todo en la capital, Bamako. Desde hace un a?o el sindicato Uni¨®n Nacional de Trabajadores de Mal¨ª, legalmente reconocido, plante¨® la necesidad de un sistema multipartidista que permitiera una mayor libertad. M¨¢s radical ha sido la oposici¨®n en los sectores juveniles, escolares y estudiantes, que iniciaron en enero pasado una serie de manifestaciones hasta desembocar, la ¨²ltima semana, en un movimiento irreversible.
La gran lecci¨®n que se desprende de lo ocurrido en Mal¨ª -que Traor¨¦ no comprendi¨®- es que, incluso en los pa¨ªses m¨¢s pobres de ?frica, la ola democr¨¢tica est¨¢ cobrando una fuerza creciente, reforzada por los avances hist¨®ricos que vive la mayor¨ªa ciudadana de Sur¨¢frica. Por otro lado, el presidente Mitterrand ha cambiado la actitud de Francia hacia sus antiguas colonias: en la cumbre franco-africana de La Baule, en junio pasado, incit¨® a la realizaci¨®n de. reformas democr¨¢ticas. Mientras en otros pa¨ªses se dieron pasos en tal direcci¨®n -en Benin, con la primera elecci¨®n libre de un presidente-, Mal¨ª era el pa¨ªs del inmovilismo. Ahora el horizonte es menos oscuro, si bien hace falta comprobar hasta qu¨¦ punto el nuevo Gobiemo militar piensa cumplir sus promesas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.