Una raya m¨¢s al tigre
Per¨² vive el avance de la epidemia del c¨®lera como otro mal que sumar a los que sufre el pa¨ªs
GUSTAVO GORRITI, Una de las caracter¨ªsticas de las grandes epidemias es su impacto sobre el esp¨ªritu colectivo del pueblo que las sufre: el sentimiento de emergencia generalizada y la acrecentada percepci¨®n de la precariedad de la existencia. Sin embargo, nada de eso ha pasado en Per¨², donde los casos de c¨®lera contin¨²an increment¨¢ndose, tanto en el n¨²mero de muertos y de afectados -m¨¢s de 600 y casi 98.000, respectivamente- como en el territorio que cubre, sin que hasta el momento se haya logrado un progreso sustancial en el control de la epidemia.
Ninguno de los tres principales semanarios que se editan en Lima public¨® esta semana noticias sobre la epidemia. Entre la multitud de acontecimientos que hacen de Per¨² un pa¨ªs violento, pobre, conflictivo e impredecible, el inter¨¦s period¨ªstico por los avatares de la epidem¨ªa se ha diluido."Creo que hay dos razones para explicar la falta de persistencia en la cobertura del tema", dice Umberto Jara, editor de la revista dominical del diario Expreso. "En primer lugar, nuestro periodismo es muy coyuntural, mientras que lo del c¨®lera tiende a ser repetitivo. Adem¨¢s se trata de un mal de pobres, que como s¨®lo ha atacado a los sectores marginales, no ha afecado al Per¨² oficial", afirma.
Seg¨²n Augusto ?lvarez, director de las revistas Debate y Per¨² econ¨®mico, hay un elemento adicional, una suerte de fatalismo curtido en la experiencia en esa falta de inter¨¦s: "La poca cobertura refleja en algo el sentido de los peruanos de resignaci¨®n ante todas las plagas que nos agobian. Se siente subconscientemente que vienen como el mal clima y que como ¨¦ste ya pasar¨¢n".
Ausencia de informaci¨®n
Sea como fuere, la escasa cobertura period¨ªstica ha reforzado los efectos de la poca y mal orientada informaci¨®n que existe en Per¨², sobre todo, entre los sectores m¨¢s vulnerables al, contagio. En una encuesta reciente realizada por el grupo Apoyo, a prop¨®sito de la ingesta p¨²blica de cebiche -el plato de pescado o mariscos crudos macerados en jugo de lim¨®n- que realiz¨® hace pocas sernanas el presidente Alberto Fujimori y que llev¨® a un rebrote inmediato en el n¨²mero de enfermos, el 41% de los encuestados cre¨ªa que comer cebiche podr¨ªa causar c¨®lera, mientras que el 48% cre¨ªa que no.
Pero en los pueblos j¨®venes -como se denomina eufem¨ªsticamente aqu¨ª a los asentamientos precarios donde vive en condiciones de miseria un alto porcentaje de la poblaci¨®n lime?a- s¨®lo un 29% de los encuestados cre¨ªa que el comer cebiche pod¨ªa tener relaci¨®n con el contagio del c¨®lera.
Pero como ha pasado con los otros grandes problemas que Per¨² sufre -la insurrecci¨®n senderista y el narcotr¨¢fico, por ejemplo- soslayarlos s¨®lo ayuda a su crecimiento. Seg¨²n c¨¢lculos del Gobierno peruano -que fueron dados a conocer el pasado martes por el director de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), Hiroshi Nakajima- los da?os que la epidemia del c¨®lera ya ha causado a la economia peruana son abrumadores.
Unos 100.000 millones de pesetas de p¨¦rdidas en exportaciones canceladas, en turismo y en comercio de consumo interno. Unas p¨¦rdidas que tienen un efecto brutal sobre la econom¨ªa nacional, convaleciente a¨²n de un largo proceso hiperinflacionario y profundamente deprimida por la recesi¨®n -provocada por las duras medidas de ajuste fiscal y el pago de la deuda externa. En sus declaraciones, Nakajima indic¨® que de haberse destinado apenas 60 miIlones de d¨®lares (unos 6.000 millones de pesetas) a reparar y mejorar los sistemas sanitarios y de distribuci¨®n del agua potable, hubiera sido posible contener la epidemia.
Esas p¨¦rdidas se incrementar¨¢n de proseguir el curso actual de la epidemia, agravada por la huelga de personal hospitalario del sector p¨²blico, que ha puesto en un situaci¨®n extrema a los hospitales. En buen n¨²mer¨® de esos hospitales, como en el de Mar¨ªa Auxiliadora en Villa Mar¨ªa del Triunfo, y en el de Cayetano Heredia, ambos en Lima, la atenci¨®n a los enfermos se ha reducido al m¨ªnimo y las condiciones higi¨¦nicas los han convertide en lugares peligrosos. Pese a todo, el sentimiento de emergencia en Per¨² es minoritario.
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