Tormenta sobre el mundo art¨ªstico
Martes 7 de marzo de 1991. El Congreso de los Diputados aprueba y pasa al Senado el proyecto de ley del patrimonio que incluye a las obras de arte entre los bienes a declarar. Aquel d¨ªa, todas las galer¨ªas de Espa?a mantuvieron sus puertas cerradas en se?al de protesta. Desde entonces, artistas y galeristas al un¨ªsono exigimos de la C¨¢mara alta lo mismo que nuestros hom¨®logos en Francia, con Jack Lang a la cabeza, obtuvieron de Mitterrand: eximir al arte de la declaraci¨®n del patrimonio. Centenares de prestigiosos artistas -T¨¢pies y Chillida, entre ellos- est¨¢n rubricando durante estos d¨ªas con su Firma esa petici¨®n. No se buscan privilegios, sino la armonizaci¨®n de la fiscalidad espa?ola del arte con la del resto de la Comunidad Europea, frente a la que ya no habr¨¢ fronteras desde 1993. Se aportan argumentos jur¨ªdicos, econ¨®micos, de defensa del patrimonio art¨ªstico y, sobre todo, culturales.El actual proyecto de ley exigir¨ªa de cada propietario de arte una declaraci¨®n reiterada cada a?o que contuviera todas sus obras valoradas seg¨²n un peritaje, que siempre ser¨¢ discutible al no haber en Espa?a tasadores de arte oficialmente reconocidos como tales. Quedar¨ªan afectadas centenares de miles de obras, modestas o importantes, entra?ables testimonios de nuestra afici¨®n, de nuestro gusto o de nuestro pasado, convertidas as¨ª en tristes objetos que nos definen para siempre ante el fisco y que cada a?o cambian de precio.
La anterior Ley del Patrimonio obligaba a declarar las obras de arte de valor superior a 250.000 pesetas. Pero esta ley fue aprobada en 1977, en plena transici¨®n pol¨ªtica, y, por tanto, en un marco que no permiti¨® el aut¨¦ntico debate pol¨ªtico y cultural que el tema requer¨ªa. El tiempo transcurrido ha demostrado que su aplicaci¨®n era imposible de controlar, pues la ocultaci¨®n es muy f¨¢cil y la inspecci¨®n domiciliaria sin aviso previo requiere un mandamiento judicial que, l¨®gicamente, s¨®lo se otorga si hay presunci¨®n de delito.
Los efectos econ¨®micos de la nueva ley de patrimonio sobre el mundo del arte incluir¨ªan una recesi¨®n en el mercado legalmente establecido, acompa?ada de un auge de la actividad sumergida protagonizada por fantasmas fiscales, intrusos y clandestinos.
A ellos se dirigir¨ªan muchos incautos clientes en busca de una opacidad fiscal, convertida parad¨®jicamente en m¨¢s deseable que nunca gracias a la nueva medida. Se estar¨ªa generando el efecto contrario al de la transparencia que todos deseamos, a trav¨¦s de una norma de escasa eficacia recaudatoria y gran impacto psicol¨®gico sobre el munclo del arte y la cultura.
Da?o irreversible
El da?o al patrimonio art¨ªstico espa?ol actual y futuro podr¨ªa ser irreversible, ya que del coleccionismo de hoy salen los museos del ma?ana. Si se le desalienta, se corre el grave riesgo de que su desplazamiento al extranjero iirrastre adem¨¢s a algunas de las mejores colecciones ya existentes. Todo lo contrario a incentivar la donaci¨®n, que es lo que una buena ley del mecenazgo deber¨ªa hacer.Las moIestas adquisiciones privadas son el principal est¨ªmulo, econ¨®mico y moral, de una amplia y prometedora generaci¨®n de j¨®venes artistas con incipientes posibilidades internacionales. En Espa?a, el h¨¢bito de adquirir arte es todav¨ªa escaso, reciente y fr¨¢gil, y, por tanto, se resentir¨ªa gravemente de esa ley. Sin compradores no habr¨ªa rriercado, y, sin ¨¦l, los artistas no podr¨ªan vivir ni dar a conocer su obra, quedando para ellos como ¨²nica alternativa la de marcharse a otros pa¨ªses donde el entorno es m¨¢s propicio. As¨ª ha sucedido durante demasiadas d¨¦cadas de este siglo.
Es necesario que el legislador realice un cambio de enfoque profundo, pues no servir¨ªan pr¨¢cticamente de nada las soluciones salom¨®nicas consistentes en eximir exclusivamente las obras de arte con valor inferior a una cifra determinada, o las de artistas vivos, por ejemplo. En el primer caso, se castigar¨ªa, a la larga, a quien mejor ha sabido escoger, y, en el segundo, se penalizar¨ªa el inexorable paso del tiempo. En ambos se perjudicar¨ªa gravemente la creaci¨®n de grandes o peque?as, pero deseables, colecciones de arte.
Esperemos que esta tormenta sobre el mundo del arte deje paso a una atm¨®sfera transparente, donde el Estado no penalice al coleccionismo por af¨¢n de exiguas recaudaciones, sino que lo utilice para conservar, promover y enriquecer nuestro patrimonio art¨ªstico tal como exige la Constituci¨®n espa?ola.
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