Crisis institucional
LA DIMISI?N del Gobierno de Andreotti no es una simple crisis de Gobierno: representa la ¨²ltima manifestaci¨®n de una crisis profunda que afecta a toda la estructura institucional, y en cierto modo a la sociedad italiana en su conjunto. Existe entre los ciudadanos malestar, desc¨®nfianza hacia el sistema pol¨ªtico, una sensaci¨®n generalizada de que los partidos s¨®lo se preocupan de intereses mezquinos y son incapaces de abordar los problemas reales. El reparto entre los partidos-lottizzaziones- de los cargos adminitivos acent¨²a el deterioro de los servicios p¨²blicos. Mientras tanto, la Mafia campa por sus respetos y los esfuerzos por maniatarla fracasan uno tras otro ante la decisi¨®n de la Corte de Apelaci¨®n de poner en libertad a sus jefes. La corrupci¨®n se convierte en fen¨®meno diario.En este clima, dos factores han provocado la dimisi¨®n de Andreotti. Primero, la campa?a que el presidente de la Rep¨²blica, Francesco Cossiga, ha lanzado en los ¨²ltimos meses contra los partidos y la prensa, manifestando incluso que no aceptar¨ªa una remodelaci¨®n del Gobierno, que "prefer¨ªa" una crisis de verdad. Segundo, la posici¨®n del Partido Socialista, que ha condicionado su permanencia en el Gobierno a un acuerdo entre los cinco partidos de la coalici¨®n gubernamental para realizar, en el a?o de legislatura que queda, una reforma constitucional enfocada a convertir Italia en una rep¨²blica presidencialista.
Desde hace tiempo, el l¨ªder socialista Craxi ha manifestado su preferencia por el presidencialismo como el mejor m¨¦todo para sacar a la pol¨ªtica italiana de intrigas paralizantes, dotar de continuidad a la labor de gobierno y permitir un enfoque m¨¢s responsable y a m¨¢s largo plazo de los problemas fundamentales. Tal soluci¨®n suscita fuerte oposici¨®n en la Democracia Cristiana y entre los ex comunistas (hoy dem¨®cratas de izquierda), partidarios de reformar el sistema electoral para dar m¨¢s estabilidad a las mayor¨ªas parlamentarias, pero manteniendo el lugar central que el sistema atribuye al Parlamento. En todo caso, la f¨®rmula presidencialista cuenta, seg¨²n los sondeos, con una simpat¨ªa creciente entre los ciudadanos italianos. Y lo que a todas luces conviene a Italia es que el problema de su futuro institucional sea sometido al veredicto popular mediante un debate sereno.No es lo que est¨¢ ocurriendo en la actualidad. Craxi ha aprovechado el momento pasional por el que atraviesa Cossiga -en el que se enfrenta a su pro-
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plo parti - para provocar la crisis de Gobierno. De otro lado, resulta muy preocupante que las excentricidades de Cossiga sean apoyadas por los neofiaseistas y otros sectores antidemocr¨¢ticos.
Parece poco probable que la crisis se resuelva con un nuevo Gobierno de Andreotti. El objetivo de Craxi -y, de Cossiga- es provocar elecciones anticipadas. El l¨ªder socialista sabe que tales elecciones colocar¨ªan en una situaci¨®n muy dif¨ªcil al Partido Democr¨¢tico de Izquierda, que, reci¨¦n salido de su antiguo molde comunista, no tendr¨ªa tiempo de dise?ar su nueva identidad. Y que adem¨¢s sufrir¨ªa en su izquierda p¨¦rdidas de votos en beneficio del partido comunista duro de Cossutta, que ha rechazado la reconversi¨®n y se presentar¨¢ a los electores con los s¨ªmbolos y las consignas tradicionales. Por primera vez se perfila como probable un nuevo equilibrio de la izquierda italiana, con el PSI en igualdad con el PDI, o quiz¨¢ por delante.
Deseadas por Craxi, las elecciones anticipadas no interesan a gran parte de la Democracia Cristiana, bastante dividida en estos momentos, con un balance nada brillante del Gobierno de Andreotti, y, por tanto, poco inclinada a acelerar la hora de comparecer ante los electores. En todo caso, seg¨²n el uso italiano, estamos ante un periodo complejo, de consultas e intentos de formar Gobierno, antes de que se decida, o no, la convocatoria a las urnas.
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