Madrid-Barcelona-Par¨ªs
Cuando Joan Mir¨® realiz¨® su primera exposici¨®n en la sala Dalmau de Barcelona, los cuadros -algunos de ellos hoy mundialmente famosos- val¨ªan entre 25 y 300 pesetas. Naturalmente, no se vendi¨® ninguno. Desesperado, Mir¨® busc¨® un ventajista, logr¨® venderle toda la exposici¨®n por 1.500 pesetas y se march¨® a Par¨ªs.Esta an¨¦cdota, de los a?os veinte, quisiera unirla a otra de nuestra posguerra civil. T¨¤pies comenzaba a pintar y nadie quer¨ªa sus cuadros ni regalados. Pero Ren¨¦ Metr¨¢s, el hijo de un fabricante de Barcelona, ped¨ªa dinero prestado a los obreros de su padre para comprar aquellos cuadros de T¨¤pies que nadie quer¨ªa por unos pocos billetes de 100. Toquen diana floreada. Porque el hijo del burgu¨¦s, seg¨²n se ha visto despu¨¦s, resulta que estaba especulando con las migajas que no les sobraban a los pobres obreros.
Estas an¨¦cdotas, demagogia y paradojas aparte, demuestran, a mi modo de ver, varias cosas: que en Espa?a no exist¨ªa inter¨¦s por el arte ni un mercado digno de tal nombre, y que las obras de arte adquieren valor porque existen aficionados al arte, y no al rev¨¦s. Dicho de otra manera: no es que los coleccionistas se dirijan hacia los objetos que tienen un alto precio (el valor es objetivo y es otra cosa), sino que el precio sube porque existen los coleccionistas.
En cualquier caso, las anteriores an¨¦cdotas conducen a una conclusi¨®n brutal. Pr¨¢cticamente todos nuestros grandes artistas de este siglo se han debido forjar en el extranjero. En Par¨ªs, sin ir m¨¢s lejos, tuvieron que ir a triunfar, entre otros, Picasso, Juan Gris, Mar¨ªa Blanchard, Julio Gonz¨¢lez, Dal¨ª, Bores, Dom¨ªnguez, Clav¨¦, T¨¤pies, Chillida, Feito, Gargallo, Fenosa, Ortega, Sempere, Saura y casi todos los dem¨¢s. Y el resultado es elemental: en 1975 no hab¨ªa un solo cuadro de Juan Gris en las colecciones p¨²blicas, y lo que hay de Picasso, Mir¨®, Dal¨ª, etc¨¦tera, es m¨¢s el fruto de la generosidad de los artistas que el resultado de una verdadera atenci¨®n de las instituciones a la cultura espa?ola m¨¢s universal.
?A qu¨¦ se debe todo ello? A mi modo de ver, a la existencia de tres exilios conc¨¦ntricos. El primero, estrictamente cultural (determinado por la inexistencia de un mercado m¨ªnimamente sensible o de un ambiente cultural medianamente inquieto), determin¨® la gran emigraci¨®n de los que no se quer¨ªan ahogar en el academicismo que se impon¨ªa como una dictadura insalvable. Luego, sin soluci¨®n de continuidad, vino el exilio pol¨ªtico, que era la continuaci¨®n del academicismo art¨ªstico y su implantaci¨®n en todos los ¨¢mbitos de la sociedad, la dictadura total y la censura absoluta. Y ahora, como quien no quiere la cosa, precisamente cuando tenemos democracia y nos alegrarnos de haber recuperado el Guernica y de haber arrancado dos cuadros de Picasso al Gobierno franc¨¦s, cuando nos pudimos quedar con toda la herencia de Jacqueline, se quiere forzar el exilio econ¨®mico de los nietos de la generaci¨®n de los exiliados culturales y pol¨ªticos.
Porque no s¨®lo no se dan facilidades para rehacer el patrimonio cultural espa?ol, en contra de lo que la Constituci¨®n manda "y es un ejemplo que clama al cielo que cuando en Espa?a no hay apenas obra de algunos de los grandes maestros que he citado, repatriarlas merezca un grave castigo aduanero en vez de una bendici¨®n, estatal o una ayuda p¨²blica-, sino que, para m¨¢s inri, parece que se quieren crear las condiciones objetivas para que los artistas espa?oles s¨®lo puedan vender en el extranjero y para extranjeros.
Provincianismo
Desde hace unos 15 a?os, Espa?a parec¨ªa querer reaccionar como sociedad no satelizada culturalmente. Pero, como es l¨®gico, la reacci¨®n era m¨ªnima, primeriza. No s¨®lo era impensable (a pesar de Arco) que aqu¨ª se vendieran (y quedaran) cuadros de los grandes pintores extranjeros de hoy, sino que incluso entre los grandes artistas contempor¨¢neos espa?oles hay mucha m¨¢s obra en el extranjero que aqu¨ª mismo. Me dice un amigo que entiende de n¨²meros que todo el movimiento anual en el mercado espa?ol del arte no iguala una sola de las subastas millonarias de Christie's o Sotheby's. Al lado de Nueva York o Londres seguimos siendo una sociedad de provincias. Naturalmente, la cotizaci¨®n de nuestros artistas se mantiene en la justa proporci¨®n, es decir, se sit¨²a muy por debajo de la de los artistas extranjeros. Que los se?ores de Hacienda se repasen el Mayer, por favor, y saquen las debidas conclusiones.
Este provincianismo hace que en Espa?a no haya apenas impresionistas franceses, ni expresionistas alemanes, ni abstractos rusos. Y naturalmente, la pobreza de las colecciones privadas se refleja en la miseria de las colecciones p¨²blicas. Porque al igual que todos los grandes museos han empezado siendo la colecci¨®n privada de los reyes o los arist¨®cratas, el destino de la mayor parte de las colecciones privadas es terminar en los museos p¨²blicos. Es as¨ª como, por paradoja, los museos ejercen el mismo papel que Fort Knox en la regulaci¨®n del mercado del oro. Porque si todo el arte que existe circulara y estuviera en venta, los precios se hundir¨ªan. Si Francia o Estados Unidos tienen un arte apreciado mundialmente es porque han unido tres ideas-fuerza: la concepci¨®n del patrimonio cultural como primera embajada de la fuerza moral de una sociedad; el mecenazgo y una pol¨ªtica de museos destinada a acreditar el genio de sus artistas, y porque la libertad de mercado ha creado las bases para que el sistema pudiera funcionar naturalmente y no como cultura subvencionada.
Gravar el coleccionismo art¨ªstico a precios de mercado supone, de entrada, una blasfemia: obligar a millones de personas a renunciar al concepto espiritual del arte para traducirlo anualmente en una estimaci¨®n econ¨®mica. Estas personas, en su 95%, ni especulan ni invierten. Simplemente poseen algo bello por razones de amistad, de admiraci¨®n o porque sus padres o sus abuelos pref¨ªrieron comprar un cuadro en lugar de irse una tarde de copas. Gracias a que ellos guardan celosamente estos objetos y raramente los ponen en venta, el mercado tiene un cierto pulso. Pero si algo les obligara a todos a vender a un tiempo, ni las obras obtendr¨ªan la menor cotizaci¨®n, ni el Estado ni los Ayuntamientos querr¨ªan hacerse cargo de la herencia. Y es que, para que el arte cotice, la primera condici¨®n es que haya m¨¢s gente dispuesta a comprar que gente dispuesta a vender.
Gravar el patrimonio cultural (aparte de con impuestos, con molestias y con el peligro de la ilegalidad y de la inspecci¨®n) supone volver a las cavernas. No s¨®lo no recuperaremos los 50 a?os que llevamos de retraso, sino que nos hundiremos en el prefranquismo. Los socialistas habr¨¢n conseguido cuadrar el c¨ªrculo. Habr¨¢n entronizado la revoluci¨®n burguesa, pero impidiendo que los burgueses realicen aquellas funciones patricias y de mecenazgo que en otras sociedades ha significado un apoyo al progreso cultural y al patrimonio com¨²n de la sociedad. S¨®lo que con la pretendida caza del burgu¨¦s que invierte dinero negro se habr¨¢n cargado a las viudas de los escritores, a los poetas cuya ¨²nica riqueza es conservar dos dibujos de Picasso, al jardinero de Mir¨®, etc¨¦tera.
Todo esto es grave porque alejar¨¢ la cotidianidad de la belleza, y del sentido creador del arte, de nuestras vidas. Pero lo har¨¢ en contra de Espa?a y en beneficio de los coleccionistas y los museos extranjeros. Los Ortega seguir¨¢n muriendo en el extranjero; los Clav¨¦, residiendo fuera, y los Saura y los Sicilia acabar¨¢n. march¨¢ndose en busca de otros aires m¨¢s propicios. Ya tenemos cantantes, tenistas y jugadores de golf en Miami y en M¨®naco. Si el Gobierno quiere que nuestro arte se exilie por razones econ¨®micas, lo tiene bien f¨¢cil. Basta que deje las cosas como est¨¢n. De una tacada habr¨¢n vuelto a hacer felices a los franceses. El expreso Madrid-Barcelona-Par¨ªs volver¨¢ a ser la v¨ªa de exilio de nuestros artistas. Pero que nadie piense que a partir de entonces se podr¨¢n organizar exposiciones antol¨®gicas en las comunidades aut¨®nomas. Porque una vez destruido el sistema, el arte ser¨¢ m¨¢s clandestino que la droga. Vamos a ser el primer pa¨ªs de la CE que fomente la expatriaci¨®n de su tesoro art¨ªstico. Espero que mi amigo Sol¨¦ Tura se pueda librar de esta cruz.
es abogado y periodista.
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